Rafael Alba (ALN).- El precio de las acciones de Facebook ha subido un 34,26% en los últimos 12 meses, pero las nuevas condiciones financieras de Wall Street pueden cortar de raíz ese ascenso. Zuckerberg quiere tener abiertas todas las posibilidades para que las redes sociales del grupo puedan participar en la esperada pujanza de la industria de la música global.
¿Cuál es la estrategia de Mark Zuckerberg y de Facebook para los próximos ejercicios? ¿Tiene que ver con el vídeo? ¿Con la música grabada? ¿Con el lanzamiento de dispositivos externos y especiales para sacar el máximo partido a las posibilidades que ofrecen las redes sociales? ¿Quiere competir con YouTube y Google? ¿Con Spotify, Apple Music y Pandora? ¿Con Amazon? ¿Con todos a la vez? Nadie lo sabe con certeza, pero tras cinco años de subidas ininterrumpidas en el precio de la acción que se ha revalorizado un 34,26% en los últimos 12 meses, justo ahora que el excedente de liquidez que ha provocado la plácida pujanza de Wall Street puede agotarse, a Facebook le toca moverse rápido. Despejar las incógnitas que vuelven a ensombrecer el futuro. Y tiene que hacerlo ya. Antes de que llegue el temido endurecimiento de la cuesta de los tipos de interés prometido por la Reserva Federal de EEUU (Fed, por sus siglas en inglés). Por lo menos si quiere ser una de las compañías cotizadas capaces de sobrevivir a la tormenta que se avecina.
Hace tiempo que la empresa definió con nitidez su verdadero modelo de negocio. Y lo hizo sin complejos. Todo el mundo sabe a estas alturas que esta red social no es otra cosa que un vehículo publicitario de primera calidad. Un entorno controlado que puede ofrecer a los clientes, a las empresas interesadas en anunciarse, la posibilidad de hacer llegar su mensaje a colectivos concretos, cuyos gustos, aficiones, vida personal, opiniones políticas, ingresos, formación, edad, raza, puesto de trabajo, etc, les convierten en los consumidores potenciales perfectos para cualquier producto que se quiera lanzar. Una inmensa granja de público que, según los últimos datos, acumula 2.130 millones de usuarios, de los cuales al menos 1.150 millones interactúan a diario en ese entorno desde sus teléfonos móviles. Una plantación de público a la carta. Ni más ni menos.
¿Cuál es la estrategia de Mark Zuckerberg y de Facebook para los próximos ejercicios? ¿Quiere competir con YouTube y Google? ¿Con Spotify, Apple Music y Pandora? ¿Con Amazon? ¿Con todos a la vez?
De modo que más vale que lo vayamos aceptando para que la posterior desilusión sea más llevadera. Como ha dejado claro más de un experto, economista, sociólogo o cualquier gurú de esos que saben bien de estas cosas, usted, amigo, como usuario de Facebook no es otra cosa que una parte del producto que esta empresa vende. Una parte fundamental, por cierto. O mejor dicho: Puede ser las dos cosas, porque si tiene una empresa grande o pequeña, si es usted un artista en busca de público, o un autónomo que se dedica a la fontanería, lo mismo también puede tener necesidad en algún momento de rascarse el bolsillo para conseguir en esta plataforma la visibilidad que requiere su oferta para hacer viable el negocio.
Mejor comprar a los enemigos potenciales que competir con ellos
Todo eso está muy bien. Y, además, funciona, visto lo visto, en las últimas cuentas de resultados. Ya nadie se acuerda de que hace unos pocos años, los analistas especulaban con el posible fin de Facebook. Una compañía que no tenía claro cómo conseguir ingresos y cómo adaptar y hacer atractiva esta red social a los teléfonos inteligentes. Pero vaya si supo. Y hasta supo gastarse el dinero necesario para comprar a sus posibles competidores y aprovecharse de ellos. Operaciones, definidas ahora como geniales por los estrategas corporativos, como la compra de Instagram, que le costó 1.000 millones de dólares (812,9 millones de euros) en 2012 o WhatsApp por la que pagó 21.800 millones de dólares (17.722,4 millones de euros) dos años después. ¿Mucho dinero? Poco más que cacahuetes para un imperio cuya capitalización bursátil suma ahora 519.950 millones de dólares (422.695 millones de euros), 4,26 veces la cifra correspondiente a Inditex, la compañía líder de la Bolsa española.
Así que es probable que Zuckerberg sepa también lo que está haciendo justo ahora que ha empezado a recurrir a la chequera seriamente para invertir en música. Vale que el sector se ha puesto de moda, con los informes favorables de la banca de inversión, el olor a dinero fresco que se desprende de la esperada salida a Bolsa de Spotify y las cuentas de resultados crecientes de las tres grandes discográficas globales que quedan. Pero seguro que no se trata sólo de eso. Hay otros motivos probables. Por lo menos dos.
Uno. La necesidad de hacer cada vez más atractiva la red en la que mantiene cautivos a esos miles de millones de usuarios que luego vende a las agencias de publicidad convenientemente empaquetados en lotes perfectamente segmentados, bien envueltos para regalos con lacitos a medida fabricados gracias al uso del big data. Y dos. La necesidad de volver a reinventarse como plataforma de ocio e intercambios persona a persona que parece derivarse de la coyuntura desfavorable y la mala prensa que ha recolectado con todos estos líos de la posverdad, las fake news, los ataques de boots rusos y la incipiente decisión de algunos editores de medios de comunicación de empezar a cobrar a las redes por las noticias.
Las especulaciones del mercado y unos cuantos hechos objetivos
Puede que todo esto sean especulaciones. Pero también hay hechos. Datos objetivos que demuestran que de unos años a esta parte Zuckerberg ha empezado a plantearse en serio que Facebook tenga una posición concreta en el futuro de la industria de la música global. La primera jugada de calado llegó cuando fichó a Tamara Hrivnak. Una ejecutiva que había trabajado en Warner y en Google, la malvada competencia, y que se había dedicado precisamente a allanar el camino de YouTube a base de tender puentes con las grandes discográficas y otros jugadores del mercado de los derechos de autor, para que este macrocontenedor de vídeos no tuviera problemas a la hora de competir con las plataformas de streaming musical. El equipo ganador se completó hace poco con la llegada de Anjali Southward, otra experta en derechos de autor, formada en Emi, que también veló armas en YouTube.
Según los últimos datos, Facebook acumula 2.130 millones de usuarios, de los cuales al menos 1.150 millones interactúan a diario en ese entorno desde sus teléfonos móviles
Y ellas siguen en eso, aparentemente. Pero ahora, trabajan para la gran red social. Y firman el mismo tipo de acuerdos que antes firmaban para la competencia. También, por supuesto, con la falta de transparencia habitual en cuanto a las cantidades que se abonan, los tiempos y las condiciones reales de vigencia de esos contratos oscurantistas marca de la casa. En los últimos meses Facebook ha cerrado unos cuantos acuerdos multimillonarios con un buen puñado de editoriales y propietarios de derechos. El último esta misma semana con ICE Services, una gestora de derechos on line que fundaron tres grandes sociedades de gestión. La británica PRS, la sueca STIM y la alemana GEMA. Entre todas acumulan un repertorio propiedad de 290.000 autores que operan en 160 países del mundo. Y antes Facebook ya cerró tratos con Universal, Sony/ATV, Kobalt, HFA/Rumblefish y Global Music Rights.
¿Irán por ahí los tiros? Puede que sí o puede que no. También aumentan los rumores, no desmentidos, de que prepara el lanzamiento de algunos dispositivos y hardware flamante que permitirá mejorar la experiencia auditiva de los usuarios de la gran red social. Como hemos dicho antes, no podemos más que especular con las intenciones finales de los estrategas de la empresa de Menlo Park. Pero sí podemos hacernos eco de lo que se cuenta por la red. Al parecer el objetivo primario de estos acuerdos es permitir a los habitantes de esta red social usar casi cualquier música disponible, y la mayoría de sus canciones favoritas, para ambientar los vídeos que suban a la red a partir de ahora. Editados o en directo. Lo que relacionaría, finalmente, estos costosos acuerdos con la reciente puesta en funcionamiento del nuevo servicio Sound Collection, que ya permite a los usuarios de Facebook ponerle música a sus vídeos. Pero, de momento, estas melodías, de corte ambiental, corresponden a piezas cuyos derechos pertenecen al 100% a la red social de Zuckerberg. Así que ya veremos. Porque puede que esos cientos de miles de canciones recién alquiladas, sirvan para eso. O no. A lo mejor al final resulta cierto que estamos en los prolegómenos de la batalla definitiva por el control del negocio de la música en internet. Y Facebook quiere jugar ese partido. Con opciones de triunfo, por supuesto.