Pedro Benítez (ALN).- Ni la Fuerza Armada Nacional, ni la Milicia bolivariana, ni los colectivos, ni el ELN, nadie en Venezuela va a dar su vida para que Nicolás Maduro y Diosdado Cabello sigan en el poder. Y ellos menos que nadie. La historia del chavismo se ha caracterizado por poner pies en polvorosa ante cualquier amenaza real de fuerza. A la hora que se desenfundan las armas o amenaza con correr la sangre (de ellos) sus dirigentes siempre han huido y no hay nada que indique que en el futuro será distinto.
Si se quiere predecir la manera en que un individuo o grupo se va a comportar en el futuro basta con observar su comportamiento pasado. Es lo que se puede decir de los dirigentes del chavismo, con Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y Vladimir Padrino López a la cabeza, quienes no dejan pasar oportunidad para asegurar su disposición a defender la patria, la soberanía nacional y la revolución al precio que sea.
Estas reiteradas declaraciones de valor físico probablemente escondan la necesidad psicológica de compensar su absoluta falta de épica armada. Una carencia que siempre le pesó a Hugo Chávez.
Porque la verdad es que al chavismo siempre le ha resultado inoportuno recordar la manera como llegó al poder. No fue por la vía armada; ni por un golpe militar (como intentaron) ni al frente de una columna guerrillera (como les hubiera gustado). Chávez se hizo con el gobierno por medio de un proceso electoral. Sus partidarios ni siquiera tuvieron necesidad de presionar en las calles para que se lo entregaran. El Presidente saliente (Rafael Caldera) se limitó a acatar la voluntad de la mayoría de los electores.
Por el contrario, cada vez que los dirigentes chavistas se vieron en la circunstancia de defender por las armas su “revolución” dieron muestras de cualquier cosa menos de coraje.
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Fue lo que ocurrió en su fecha fundacional, el 4 de febrero de 1992. Como está abundantemente documentado y la memoria colectiva de los venezolanos todavía no olvida, ese intento de golpe de Estado se caracterizó por la falta de valor físico de su líder (Hugo Chávez) que a las primeras de cambio se replegó. Esto fue algo que sus compañeros de aventura golpista luego le echaron en cara por años.
La siguiente muestra de resolución revolucionaria se dio no para ascender al poder sino nada más y nada menos que para defenderlo. La noche-madrugada del 11 al 12 de abril de 2002 cuando los jefes militares le retiraron el respaldo a Chávez, éste nuevamente se rindió sin disparar un tiro, dejando en la estacada a varios de sus más furibundos seguidores como el exalcalde Caracas Freddy Bernal.
Las historias sobre un José Vicente Rangel que proponía la inmolación a lo Salvador Allende o un Fidel Castro llamando desesperado para que Chávez se rindiera porque luego podía regresar, son relatos sin confirmar que rayan en la leyenda urbana. El hecho es que se rindieron sin pelear.
No sólo eso, varios de sus actuales herederos, como Maduro o Cabello, brillaron por la velocidad con que se escondieron. Ninguno se presentó al Palacio Presidencial a defender con las armas al gobierno caído ni para retomarlo. Cabello, que era el vicepresidente ejecutivo, ni siquiera hizo el amago de formar un gobierno de resistencia.
Maduro por esa época era diputado ante la Asamblea Nacional, pero no se presentó a respaldar a sus colegas que al día siguiente intentaban resistirse al golpe en contra. Se le recuerda porque huyó.
A Nicolás Maduro y Diosdado Cabello nunca se les ha visto, en ninguna circunstancia, fusil en mano defendiendo al régimen. En la historia del chavismo nunca se ha visto algo ni lejanamente parecido a la defensa de Bahía de Cochinos o el Palacio de la Moneda. A la hora que se desenfundan las armas o amenaza con correr la sangre (de ellos) sus dirigentes siempre han huido y no hay nada que indique que en el futuro será distinto.
No sólo eso; en aquellas jornadas de abril de 2002 todos los jefes militares que juraron lealtad eterna e incondicional a Chávez (como hoy lo hace el general Vladimir Padrino López con Maduro) no dudaron ni un minuto en darle la espalda cuando las circunstancias cambiaron. Sólo dos jefes militares le fueron leales a Chávez: el general Raúl Baduel al frente de los paracaidistas de Maracay y el general Cliver Alcalá, comandante de una unidad blindada en ubicada en Maracaibo.
Con estos antecedentes es relativamente fácil predecir la actitud que la dirigencia chavista tendría ante una amenaza militar real (externa o interna): correr a esconderse. Al chavismo, a todos sus niveles, lo une el dinero y el poder, no la ideología. Si pierden el poder al menos van a querer conservar el dinero.
Baduel ha pasado más de una década de una prisión en otra. Alcalá hoy está en el exilio. Este ha sido el destino de los militares leales al chavismo. Esto también es historia.
La más reciente ocasión en la cual se vieron en una situación de estrés parecida fue el 30 de abril de 2019 cuando se dio el extraño conato de levantamiento en las inmediaciones de la base aérea de La Carlota en el este de Caracas. Ningún jefe civil del chavismo, empezando por Maduro, dio la cara hasta tanto no se aseguraron que los militares le permanecían leales.
Esta es la breve y poco heroica historia de fuerza del chavismo. Ni revoluciones armadas, ni largas o cortas guerras civiles, ni mucho menos resistencia al invasor. Nada parecido, por ejemplo, al Sandinismo en Nicaragua o al FMLN de El Salvador. Por el contrario, sus recientes gestos de resistencia antimperialista son los 500.00 dólares que por orden de Maduro la filial de PDVSA en Estados Unidos, Citgo, le donó al comité organizador de los festejos con motivo de la toma de posesión como presidente de Donald Trump en enero de 2017 o las cartas rogando diálogo que le ha enviado a la Casa Blanca.
Con estos antecedentes es relativamente fácil predecir la actitud que la dirigencia chavista tendría ante una amenaza militar real (externa o interna): correr a esconderse. No habrá milicia que valga ni colectivos ni fuerzas guerrilleras. Al chavismo, a todos sus niveles, lo une el dinero y el poder, no la ideología. Si pierden el poder al menos van a querer conservar el dinero.
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No obstante, este recuento no estaría completo sin recordar que un común denominador en las tres fechas no sólo es la cobardía física de los que han repetido una y otra que vez que harán de Venezuela poco menos que otro Vietnam si los sacan del poder, sino también los errores garrafales de sus opositores en cada uno de esos eventos. Estos son los que les han permitido sobrevivir en el poder.
Esto lo saben los dirigentes chavistas. Es por eso que ellos, más que nadie, son conscientes de lo precario de ese poder. Su apuesta es a que los errores de sus adversarios les sigan ayudando. Ese es su verdadero secreto.