Pedro Benítez (ALN).- Nicolás Maduro se apresta a darle una lección al resto del mundo al anunciar la compra de 10 millones de vacunas rusas, la Sputnik V, y hacer en 90 días lo que no ha hecho contra el sarampión, la malaria, la difteria, durante sus siete largos años de poder absoluto. La verdad es que para él la vacuna Sputnik V es otra oportunidad para hacerse propaganda, en este caso con el apoyo del gobierno ruso. Propaganda y represión, las únicas dos cosas que su régimen hace con razonable eficacia.
Un informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) de 2018 (antes de las sanciones comerciales estadounidenses) revelaba un rebrote generalizado de enfermedades en Venezuela que se podían haber prevenido mediante la aplicación de vacunas. Esto era un indicativo claro del colapso del sistema de salud pública del país.
Desde entonces no hay ninguna mejoría al respecto y el gobierno de Nicolás Maduro no ha dado señales de preocupación por el tema, más allá de ocultar cifras y detener al personal de salud que denuncia las insuficiencias.
En 2015, por ejemplo, el Ministerio de Salud de Venezuela suspendió todo tipo de información sobre los indicadores sanitarios del país. Ya en 2014 tanto el Banco Central de Venezuela (BCV) como el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) habían hecho lo mismo con los indicadores económicos y sociales. La razón era muy sencilla, con todos esos indicadores se estaban derrumbando catastróficamente las supuestas banderas de justicia social del chavismo. Eso no se podía admitir. No calza con el relato oficial.
Tanto es así que en 2017 Maduro despidió a su ministra de Salud, Antonieta Caporale, luego de haber difundido datos epidemiológicos sobre el aumento de la mortalidad materna e infantil durante el año anterior y el incremento en el número de casos de malaria y difteria, enfermedades que tenían décadas erradicadas en el país.
Aquel boletín oficial indicaba un aumento del 30% de la mortalidad infantil en sólo un año, un 65,79% en la mortalidad materna y un 76,4% en los casos de malaria.
Desde entonces se cerraron las fuentes oficiales sobre la condición de la salud pública en Venezuela. Sin embargo, hay algunos datos que han aportado instituciones como la Organización Panamericana de la Salud o el Centro para la Salud Humanitaria (Center for Humanitarian Health) de la Johns Hopkins University.
Los mismos señalaron, a fines de 2018, 5.500 casos confirmados y 64 muertes por sarampión en un brote que afectó a Brasil. 1.200 casos confirmados de difteria con más de 200 fallecidos.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reportó 406.000 infectados por malaria en 2017. Un grave incremento desde los 36.000 de 2009. ¿Las causas? La escasez de medicamentos para tratar la enfermedad, así como la reducción en las campañas para el control de mosquitos.
Otro informe oficial elaborado por la Organización Panamericana de la Salud advertía que la malaria era una epidemia persistente en por lo menos nueve estados venezolanos.
El regreso de esta enfermedad es un hecho revelador del tremendo retroceso que el país ha sufrido bajo el chavismo, pues Venezuela fue en los años 40 del siglo pasado el primero de la zona intertropical en derrotarla, gracias al sanitarista venezolano Arnoldo Gabaldón, quien organizó la primera campaña nacional antimalárica en el mundo.
Esas mismas fuentes también han reportado incrementos en los casos de tuberculosis entre los años 2014 y 2017, siendo este último el que tuvo la mayor tasa de incidencia en Venezuela en 40 años (32,4 por cada 100.000).
Propaganda y represión
Para completar este cuadro recordemos que Venezuela es el único país de América Latina donde los pacientes con VIH han suspendido sus tratamientos debido a la escasez generalizada de antirretrovirales.
Human Rights Watch advertía en 2018 que el 87% de las 79.000 personas inscritas para recibir tratamiento antirretroviral por parte del gobierno venezolano no lo estaban obteniendo. Esto por no mencionar el terrible drama de los pacientes necesitados de tratamiento de diálisis que protestan en las calles de Caracas, en intentos desesperados por no morir ante la falta de atención.
Ante esto el gobierno de Maduro no ha dudado en tomar represalias contra el personal médico y de enfermería que ha denunciado la situación.
A todo lo anterior hay que agregar que los crecientes niveles de desnutrición que padecen los venezolanos los hacen más vulnerables a las enfermedades infecciosas.
Pues bien, con este lamentable récord encima, Maduro acaba de anunciar la compra de 10 millones de vacunas rusas, la Sputnik V, y promete hacer lo que no ha hecho contra el sarampión, la malaria, la difteria, durante sus siete largos años de poder absoluto. Nadie sabe hoy en Venezuela a ciencia cierta cuántas personas han sido contagiadas por el covid-19, y mucho menos el número de fallecidos, pues la prioridad de Maduro y sus funcionarios durante este 2020 ha sido la misma que con las otras enfermedades: ocultar y manipular información. Cualquier otra fuente alternativa ha sido acallada o amenazada, como lo hizo en mayo el segundo hombre del régimen, Diosdado Cabello, contra la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales. Los fusiles contra el conocimiento.
La verdad es que para Maduro la vacuna Sputnik V es una oportunidad de hacer propaganda con el apoyo del gobierno ruso. Propaganda y represión son las únicas dos cosas que el régimen de Maduro hace razonablemente bien.