Redacción (ALN).- Alejandra, de 60 años, se jubiló del sistema de educación pública de Venezuela hace más de 12 años. Pero un decreto del gobierno del presidente Nicolás Maduro, para paliar la escasez de docentes en el país, la está invitando ahora a volver a enseñar. Ella, como otros tantos profesores, se niega.
“¿Cómo vamos a ir a trabajar? ¿Para que nos paguen cinco dólares mensuales? (…) Me parece hasta un insulto; yo puedo tener amor a mi profesión, yo la amo, y en el lugar donde yo vivo hay necesidad de profesores en todas las áreas, pero ¿cómo vamos a trabajar así?”
Alejandra no es su nombre real, pidió cambiarlo para resguardar su identidad por temor a represalias, considera que puede ser tildada de “terrorista” por opinar contrario al gobierno.
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De espalda a la cámara, conversa con la Voz de América desde su modesta casa en una zona montañosa y pobre de las afueras de Caracas, a días de la resolución del gobierno.
El pasado 8 de octubre, el ministro de Educación, Héctor Rodríguez, firmó una resolución para permitir que los maestros jubilados retornen a los colegios si así lo deseaban.
Rodríguez reconoció “algunas dificultades” para enseñar en áreas como matemáticas, química y física, y sostuvo que es necesario “lograr” que los jóvenes “tengan todos sus profesores, todo su horario completo”.
“Un mal chiste”
De acuerdo con el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM), el salario promedio de un docente al mes es de unos 21 dólares al cambio oficial.
“Pareciera un mal chiste”, insiste Alejandra sobre la propuesta del gobierno.
Ella no se salvó de la compleja crisis económica, que pulverizó los salarios y pensiones de los profesionales, en medio del alto costo de la vida.
“Al principio de mi jubilación (2011) aún me podía sostener un poco con el sueldo que estaba devengado de la jubilación, pero al pasar el tiempo se fue complicando todo económicamente en el país, tuve que optar por volver a empezar a trabajar”.
Entonces, comenzó a dar clases privadas en su casa a niños y adolescentes. Pero, ¿regresar a la escuela pública? No.
“Ni que una persona tenga ganas de hacerlo lo puede hacer, porque no puede. O sea, nosotros tenemos muchas necesidades, estamos física y mentalmente agotados, porque también esta situación ha calado nuestra en nuestra mente, en nuestro espíritu”, dice.
“Una persona joven tampoco va adquirir ese trabajo, prefiere hacer otra cosa porque el sueldo que pagan ni siquiera da para pagar para un autobús para llegar al aula”.
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