Juan Carlos Zapata (ALN).- El general Vladimir Padrino López no tendría excusas para no actuar a favor del rescate de la democracia. La catástrofe de Venezuela así lo impone.
Si el ministro de la Defensa, y líder de la Fuerza Armada, no actúa en consecuencia, le estará brindando argumentos a aquellos que hablan de una institución militar minada por la corrupción y por el narcotráfico. O acaso es una Fuerza Armada a la que sólo interesa el poder por el poder, sujeta a los designios de un clan y sujeta a la influencia de poder de factores extranjeros como Cuba y Rusia.
Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional y juramentado Presidente Encargado de Venezuela, no se cansa de insistir como causas de que la Fuerza Armada no acuda al llamado de desobedecer a Maduro, al miedo y a la desinstitucionalización del estamento militar.
De acuerdo a la evolución de los hechos desde la aparición de Juan Guaidó en escena, en la Fuerza Armada no habría que contar con grupos distintos a la cúpula que puedan tomar partido por la línea democrática, desconociendo a Nicolás Maduro. La realidad parece indicar que no queda vieja guardia en la Fuerza Armada o, en todo caso, es la línea chavista de la cúpula la predominante en el seno de aquella.
La desinstitucionalización implicaría la coexistencia de varios grupos de mando en la Fuerza Armada, los cuales aún no se enfrentan, pues lo que estaría en juego entre ellos no es la ideología, no es la dicotomía dictadura versus democracia, sino más bien los negocios.
En Argelia, el caso más reciente de una reacción militar, el líder que encabeza el movimiento que obliga la retirada del presidente Abdelaziz Buteflika, es un general de la vieja guardia que al mismo tiempo es el jefe del Estado Mayor y hombre de confianza del anciano mandatario, Ahmed Gaid Salah, de 79 años. Llevándolo al terreno local, este sería una especie de Padrino López, que de chavista y madurista entregado lleva menos tiempo que el tiempo que llevaba como militar democrático, honesto e institucional. De hecho, esta misma Fuerza Armada y este mismo Padrino López fueron los primeros en reconocer el arrase opositor en las elecciones parlamentarias de 2015.
Gaid Salah ha apelado al “sentido de responsabilidad” como fórmula de conjurar la crisis. Es el mismo sentido de responsabilidad que Guaidó, la Asamblea Nacional, la comunidad internacional, y el pueblo movilizado, le han exigido a Padrino López y a la cúpula militar.
En Argelia, los militares gobernaban con Buteflika y abusaron del poder y se beneficiaron del poder, se enriquecieron en el poder. Aun así, el país les reclama a los militares responsabilidad en el cambio. El país no está reclamando venganza. En Venezuela, ya ha sido aprobada una Ley de Amnistía. Y el pueblo aplaudirá que se movilicen en favor de la democracia, a favor de un plan de recuperación económica y en contra de la dictadura, en contra del terror de los colectivos armados, y en contra del intervencionismo cubano y ruso.
En Argelia, no existe un factor como Cuba que influya en la toma de decisiones tanto en la Fuerza Armada como en el centro del poder del Palacio de Miraflores, desde donde manda Nicolás Maduro. El exjefe de los servicios de Inteligencia de Hugo Chávez, general Hugo Carvajal, ha dicho que el control de la Fuerza Armada pasa por anular y desmontar el espionaje cubano.
Si Cuba hace el “trabajo sucio” de inteligencia y espionaje, ¿cuál es el papel de Rusia? Vladislav Inozemtsev, director del Centro de Investigación sobre sociedades postindustriales en Moscú, es de la opinión de que Rusia no quiere disputar la supremacía de Estados Unidos en la región pero sí hacer que descarrile la política de Donald Trump en Caracas. Señala el experto, en artículo escrito en La Razón de Madrid, que hasta hora Rusia ha logrado su propósito. “Lo que los rusos quieren es poner en punto muerto las políticas de Estados Unidos en Venezuela y forzar a los americanos a negociar bajo los términos que Rusia proponga para mantener a salvo la economía venezolana”.
En lo de descarrilar, coincide el especialista en política exterior de Europa, Estados Unidos y Oriente Medio Alfredo Rodríguez, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Camilo José Cela, piloto de helicópteros y teniente coronel del Ejército de Tierra de España, quien declaró a este diario: “A Rusia no le interesa un conflicto en Venezuela. Económicamente está muy mal y el país ya quebró siendo la Unión Soviética por meterse en la carrera armamentista. Vladimir Putin no es tonto y aprendió esa lección. Lo que sí le interesa a Putin es molestar, incomodar, ser una avispa para Estados Unidos en la región. Y yo creo que lo está siendo”. Pero el experto ruso señala que “todos los esfuerzos del Kremlin no tendrán sentido si una multitud de millones de personas atormentan el Palacio de Miraflores y las fuerzas de seguridad abandonan” a Maduro.
Ya se escucha que Maduro es el hombre de La Habana y Padrino López el de Moscú.
Como la Ley de Amnistía no ha sido suficiente, el pueblo se va a movilizar en estos días para señalarle a la Fuerza Armada la potencia del cambio. Este es el camino que ha escogido Juan Guaidó y no la intervención militar que es el argumento de Maduro y Diosdado Cabello, con el que presionan a la Fuerza Armada.
Kamel Dadou, un periodista argelino, escribió este domingo en El País de Madrid, que “sin la presión del Ejército, Buteflika nunca habría dimitido. Pero sin la calle, el Ejército nunca se habría movido” para destituirlo.
¿Qué espera la Fuerza Armada?
Es lo que ha planteado Guaidó desde que comenzó su lucha. Sumar fuerzas. Sumar capacidades. Para que los militares observen. Y en paralelo, el llamado a no seguir apoyando a Maduro, que “ya no protege a nadie”.
Padrino López debe estar pensando que si se mueve en contra de Maduro, puede provocar un vendaval que termine arrastrándolo a él. En el juego de la política, depende de cómo plantee la Fuerza Armada la operación.
Porque si hay algo de cierto es que en el chavismo civil no hay figuras que puedan garantizar una transición. Con pensar que el mejor posicionado es Maduro. Cabello sigue siendo un hombre de alto rechazo. Rafael Ramírez no sería aceptado ni por la oposición pero tampoco por el madurismo ni el cabellismo. Tampoco hay un Chávez que calce en calidad de líder. Este es un problema para la Fuerza Armada. ¿Tendrá Padrino López que encabezar él mismo un periodo breve de transición pactado con el madurismo, el chavismo disidente y la oposición? Allí está la misión, y el sentido de responsabilidad. Eso sí, nunca olvidando que el pueblo movilizado, y luego votando, es el dueño de la soberanía popular.
Hay quienes opinan que más que a la presión y la vigilancia cubana, la Fuerza Armada sigue inamovible porque no ha encontrado la ruta de la negociación. Esta comienza a estar en boca de factores tanto del régimen de Maduro como de la oposición. El mismo Guaidó ha dicho que en vista de que la oferta de amnistía no ha sido suficiente hace falta extenderla hacia un abanico que incluyan otro tipo de garantías. Tampoco descarta una negociación. Así es como funcionan las transiciones.
En todo caso, la Fuerza Armada es la obligada a dar el paso. Mostrarse. Y el movimiento de Guaidó debe ofrecer la ruta. Una ruta con garantías.
¿Qué espera entonces la Fuerza Armada para reaccionar? El país se encuentra no al borde del abismo, sino en el abismo. ¿Qué otro colapso se puede esperar? El colapso eléctrico ha hecho colapsar todo lo demás. El gobierno de Maduro ya no gobierna en lo concreto y en lo práctico. No puede ofrecer soluciones. Y en vez de solventar la crisis la va a agravar aún más. Padrino López sabe por qué ocurrió el colapso del sistema eléctrico. Y este colapso nacional entraña un riesgo. El de la insurrección, que es distinto a los disturbios de 2014 y 2017. La insurrección de todos los sectores. Incluyendo los barrios, donde el descontento es real. Incluyendo la insurrección de un sector de la Fuerza Armada que aunque se diga chavista y aunque actúe movida por los intereses y la supervivencia, no es un centro de poder monolítico.