José Guerra (ALN).- Un general de la República Bolivariana de Venezuela, después de estudiar en las academias, con postgrado y con 30 años de servicios en la Fuerza Armada Nacional, FAN, devenga un salario, incluyendo bonos, de aproximadamente 3.500.000 bolívares mensuales, equivalentes a 18 dólares. Por su parte, un teniente coronel recibe una remuneración mensual de 3.000.000 de bolívares; es decir 16 dólares. A ello probamente habrá que agregar el beneficio del IPSFA, Instituto de Previsión Social de la Fuerza Armada, el ticket de alimentación y uno que otro crédito que reciba del Banco de la Fuerza Armada. En cualquier caso se trata de una ofensa al honor militar, el hecho de que se haya depauperado el ingreso de los oficiales de la FAN.
Y la situación es peor para los grados más bajos del escalafón como son los casos de los tenientes, capitanes y mayores, o su equivalente en la Marina, para no citar el de cabos y sargentos, cuyos ingresos son indignantes. Allí está el germen de las conductas indebidas por parte de la gente de uniforme. Esos salarios de hambre son una incitación al delito.
Mientras esto sucede con la gran mayoría de la oficialidad acantonada en los cuarteles y cumpliendo con el deber para el cual se formaron, hay otros que trocados en prósperos empresarios, miembros de la espuria Asamblea Nacional Constituyente, ANC, o con cargos directivos en empresas o entidades del Estado, tienen una vida de jeques.
Solamente basta ver las empresas creadas por varios generales que tomaron los contratos del Estado y los dólares de Cadivi (el organismo que administró las divisas preferenciales) como corsarios de un botín de guerra.
Lo que es claro es que con esos salarios ningún oficial, aun viviendo en el cuartel, puede tener una vida decente para él y su familia. Esa es una verdad irrefutable. Esta situación lamentable tiene dos soluciones:
Primero, luchar para que el oficial y los subalternos tengan un salario digno, con un sistema de seguridad social moderno y los beneficios que ello implica.
Y segundo, permitir que el oficial se “rebusque” para así obtener más ingresos. Esta última solución es la peor pero es la que pareciera estar prevaleciendo en muchos casos.
Todo el mundo sabe lo que son las aduanas en Venezuela: un foco de corrupción. Pero el nuevo esquema del rebusque está en el negocio de la distribución de la gasolina. Si se hace una encuesta entre los venezolanos acerca de cómo valora la actuación de la Guardia Nacional en la distribución de la gasolina, con toda seguridad va a parecer la palabra corrupción.
Pero el guardia nacional no es corrupto en sí mismo, es el sistema el que lo corrompe, al crear los incentivos para traficar con gasolina obtenida por distintos mecanismos a 0,02 dólares el litro para luego revenderla en 0,50 dólares el litro o más. Eso lo conocen los altos mandos pero saben que es poco lo que pueden hacer ante la tentación del dinero cuando un ser humano uniformado compara su salario de 10 dólares mensuales con lo que puede ganar relancinamente llenado solamente el tanque de 10 vehículos con la gasolina subsidiada para luego comercializarla al menos a 25 veces ese valor, para no hablar del desvío de gandolas con cargamentos de 18.000 litros.
Un sector de la institución militar en estas condiciones puede contaminar a los otros componentes que no están en el negocio. Por estas razones es urgente una recomposición a nivel de la FAN y ello pasa por el hecho de dignificar la profesión del hombre de uniforme y sacar el virus de la corrupción que como política se ha instituido para ganar lealtades.