Juan Carlos Zapata (ALN).- No es casual que a Madrid sigan llegando empresarios de Venezuela. No necesariamente a montar negocios. Hay quienes ya lo hicieron y otros lo están haciendo. Pero están los que observan, y esperan el momento. ¿Invertirán? ¿O sólo se establecerán para vivir?
No es casual que esos empresarios recurran a distintas vías para obtener la residencia o la nacionalidad. Algunos optaron por la visa de oro. Otros por la fórmula de los sefardíes. Otros por la residencia no lucrativa. El caso es que el flujo no para. Y la demanda de inmuebles va en consecuencia. En zonas exclusivas.
Es que se suma un nuevo elemento. Se trata de la desinversión en los Estados Unidos. La desinversión de muchos de esos capitales en ciudades como Miami. Esta desinversión ocurre por el cerco de los Estados Unidos a Venezuela.
Así, el conflicto no sólo afecta a las figuras del régimen de Nicolás Maduro. También impacta sobre el estatus de venezolanos que se habían fijado vivir en Estados Unidos, o pasar largas temporadas allí.
Ahora les cierran cuentas, a pesar de la tradición de años, de los vínculos de años, y de ser clientes por años de la banca de los Estados Unidos. Ahora también les niegan la visa, y no importa qué apellido lleves, ni cómo te llames, y si estudiaste en Boston, o Washington o Nueva York.
Estas son causales para que esos empresarios, esta gente con capital, mire con detenimiento hacia Europa y en particular Madrid. Los que nada tienen que ver con el régimen de Maduro prefieren Madrid; los que están vinculados a Maduro están comprando propiedades en Rusia, o en Turquía.
Los venezolanos ganan espacio y se hacen fuertes en España
También esos capitales que llegan a Madrid son de los que observan lejano el cambio en Venezuela. Sienten que ya el régimen de Maduro pasó el peor momento. Que los últimos hechos golpean a Guaidó. Que la tragedia humanitaria ya ocurrió y es como si el país la hubiera asimilado aunque Juan Guaidó insista y repita que no hay que acostumbrarse a la crisis, a la cotidianidad de la crisis.
Un empresario que estuvo afuera un año, volvió a Caracas y vio los problemas comunes. Muchos. Como la escasez de gasolina, los cortes de electricidad y agua potable, y la vida cara. “Pero eso no tumba al gobierno”, señaló.
Este empresario dice que en el círculo en el que estuvo casi no se habló de política. La gente que esperaba el cambio y no llegó se ha puesto a hacer algo. A producir algo. Aunque la realidad es que la gran empresa no existe. Hay una economía de taguaras, de bodegas.
-Entramos en la fase de la gerencia de la taguara -dice-. El gran empresario es historia y puede estar naciendo un nuevo mercado.
Calcula que de cinco empresarios quedaron dos. Es como si el país estuviera arrancando de cero. Las empresas no tienen deuda pero tampoco ingresos. Y nadie quiere invertir. Aunque cuando se ven los precios, cuánto pueden valer una empresa, un banco, una aseguradora, le asaltan las dudas de si comprar.
-Pero luego aterrizas y caes en cuenta de que es otro país, señala.
El país de las remesas, que tiene su propia dinámica. Las remesas familiares y las remesas corporativas de empresarios que subsidian desde afuera la empresa que aún se resiste a cerrar. Es el país de las criptomonedas, un mercado secreto. El país de los dólares y los euros en efectivo. De la droga. El país que mueve oro, pues algunas operaciones se pagan con oro. El país donde la banca no presta. Y las aseguradoras no venden pólizas. Pero hay médicos especialistas que ganan mucho dinero porque cobran en dólares y no tienen competencia porque la competencia migró.
-Es la economía de los países sancionados, señala.
-Es otra normalidad -dice.
Una “normalidad” en la que te puedes morir de cualquier enfermedad. Y al mismo tiempo el alquiler del metro cuadrado de oficina que era de un dólar promedio en 2018 pasó a cuatro dólares en 2019 y va para 10 dólares en 2020. Es la normalidad de un país cuyo mercado asegurador suma 100 millones de dólares cuando antes era de 1.500 millones de dólares. Es inclusive la normalidad de un país donde se impone el trueque. Y una normalidad, o varias: la que se vive en Caracas y las que se sufren en las otras ciudades y regiones de Venezuela.