Rafael Alba (ALN).- Una nueva filtración de las verdaderas cifras de venta de discos, reveladas por el portal Jenesaispop.com, pone en cuestión los números atribuidos a algunas estrellas hispanas. La crisis de la comercialización de los viejos formatos físicos convierte en papel mojado el hit-parade español.
Es una vieja historia, ya contada, de la que incluso hemos hablado en este espacio en más de una ocasión: los CD no se venden. O casi. No hay más que darse una vuelta por el departamento de música de unos grandes almacenes para darse cuenta del poco espacio que ocupan ya los lineales de estos productos en estas tiendas. Y lo mismo pasa en las cadenas comerciales minoristas especializadas en cultura. Algunas, con nombres sonoros, por cierto, han tenido que cambiar la orientación de su negocio e introducir nuevas líneas de ataque al consumidor relacionadas con los pequeños electrodomésticos de consumo, los cacharros tecnológicos variados y, evidentemente, los teléfonos móviles inteligentes, verdaderos reyes del mambo del momento actual. Así que tampoco vamos a mostrarnos sorprendidos en exceso cada vez que aparece una noticia en la que queda constancia de la tendencia imparable que afecta a ese formato físico en desuso. Se trata de un declive que parece preludiar su inevitable extinción final. Sin paliativos.
El consumidor musical de hoy ha optado por las plataformas de streaming como medio fundamental para disfrutar de su dieta sonora y aunque no se puede asegurar que esa realidad vaya a mantenerse para siempre, lo cierto es que los viejos formatos que han quedado atrás no volverán a gozar de su antigua preponderancia
Y, además, nadie debería dejarse engañar por algunos otros cantos de sirena que pueden escucharse en paralelo. Sí es cierto que se venden más vinilos que antes, pero los viejos plásticos negros que tanto amamos los melómanos entrados en años no volverán a sumar una masa crítica de unidades vendidas suficiente como para dejar de ser un producto marginal. Casi un objeto de lujo. A más de 20 euros la pieza. Lo mismo que las cajas con remasterizaciones y tomas alternativas de los discos históricos, las obras completas y las cintas de cassette que, según parece, también vuelven a venderse, aunque haya serias dudas de que los viejos reproductores funcionen o vayan a volver a fabricarse, más allá de algún costosísimo prototipo tuneado para coleccionistas. De modo que no. Que para nada. El consumidor musical de hoy ha optado por las plataformas de streaming como medio fundamental para disfrutar de su dieta sonora y aunque no se puede asegurar que esa realidad vaya a mantenerse para siempre, lo cierto es que los viejos formatos que han quedado atrás no volverán a gozar de su antigua preponderancia.
Y sí eso lo sabe cualquier ciudadano de a pie sin acceso a información privilegiada de ninguna clase, como somos usted o yo mismo, no hay duda de que los profesionales de la industria discográfica también están al tanto de lo que sucede. Mucho antes que el resto y con una abundancia y precisión de datos concretos de las que sólo disponen ellos. Entre otros motivos, porque, al menos en España, las listas públicas de los discos más vendidos no incluyen el número de unidades que se han facturado en realidad. Esos datos sólo están disponibles para los socios de Promusicae, la patronal del sector. Un grupo en el que, según consta en la información que proporcionan en su página web, están incluidas 120 productoras musicales hispanas que representan el 90% de la actividad nacional e internacional del sector español de la música grabada. Y que, por el motivo que sea, y ese es el verdadero quid de la cuestión, se empeña en mantener ocultos esos polémicos guarismos, a la vez que sigue publicando semana tras semana una presunta lista de éxitos, cada vez más sospechosa.
Las listas de ventas en EEUU
Promusicae, según parece, no ha reaccionado igual que las otras patronales internacionales del sector. Las listas de EEUU -que publica semanalmente la revista Billboard–, Reino Unido o Francia, por poner unos cuantos casos, han actualizado su configuración y dado paso a la ponderación del streaming. En cada caso se establece un número pactado de clicks, conocido por analistas, medios, profesionales y consumidores, como equivalente a la venta de una unidad física, de modo que de la combinación de ambos guarismos se obtiene una clasificación final que refleja con bastante fidelidad el éxito real de los temas. Y, a pesar de ello, de ese consenso mínimo inicial, luego hay discrepancias y enfrentamientos entre partes. Sana competencia, en otras palabras. Lo normal en cualquier país civilizado. Pero no lo que ocurre en España. Aquí no hay rivalidades entre las compañías discográficas que estén relacionadas con la veracidad y la adecuación de las cifras de venta y las posiciones ocupadas en las listas por los artistas objetivo.
En España, las listas públicas de los discos más vendidos no incluyen el número de unidades que se han facturado en realidad. Esos datos sólo están disponibles para los socios de Promusicae, la patronal del sector. Un grupo en el que están incluidas 120 productoras musicales hispanas que representan el 90% de la actividad nacional e internacional del sector
Al contrario. En estos asuntos, en España la coincidencia entre las compañías suele ser total. Una situación muy poco común. Tan poco, que muchos se preguntan cuál es la motivación real de este peculiar entendimiento. Pero las respuestas que se aportan no aclaran el panorama. ¿Por qué ocurre lo que ocurre? ¿Tal vez porque todas las discográficas saben, en realidad, que la lista oficial de éxitos española es una suerte de patraña más relacionada con la ficción que con los datos reales? Puede que sí. O puede que no. Pero resulta curioso que, según algunas informaciones publicadas recientemente por distintos portales de internet especializados, sea público y notorio que en Promusicae se den por buenos los números que aportan sus asociados, sin mayores problemas Bueno, en realidad, más que los números, que rozan el ridículo en cuanto a la cantidad real de las unidades vendidas, lo que se manipularía serían las certificaciones. Esos galardones de metal precioso que coronan, supuestamente, el éxito de un lanzamiento musical. Ya saben, los discos de oro, los de platino y toda esa parafernalia glamorosa y brillante que, si alguna vez significó algo, hace mucho tiempo que se convirtió en una chatarra blindada a la que ni el mismísimo toque del Rey Midas podría aportar algún valor adicional.
O eso al menos es lo que se deduce de una información publicada recientemente por el portal de internet Jenesaispop.com, una publicación especializada en música moderna. Según un detallado artículo firmado por Sebas E. Alonso, algunos discos de relumbrón habrían recibido certificaciones de ventas de oro y platino, dobles y triples en algunos casos, sin haber llegado a vender en realidad el número de copias necesario para ser merecedores de semejantes premios. Más bien al contrario. Se les habría anticipado la medalla, a pesar de no haber llegado en realidad a facturar las unidades suficientes para tenerla. Entre los presuntos beneficiarios de esas adjudicaciones honoríficas de carácter arbitrario habría álbumes firmados por figuras populares de la canción como Manuel Carrasco, Pablo Alborán y Rozalén. Pero nosotros hemos elegido al azar a este trío de ases por mencionar un artista de cada una de las grandes majors que operan en España. Uno de Universal, otro de Warner y otra de Sony. Pero hay más, por supuesto. Y las disqueras independientes también participarían en este curioso juego.
Promusicae y las discográficas
Alonso explica en el artículo que ha extraído estos datos de un PDF colgado por error en la web de Promusicae, que semanalmente hace públicas las listas. Un documento que sería retirado al poco tiempo, una vez que los equipos informáticos de la patronal discográfica descubrieron el error. Una posibilidad que ni confirman ni desmienten las fuentes oficiales de esta institución, que mantienen la política de no hacer comentarios sobre este tipo de artículos basados en supuestas filtraciones. Pero en los ambientes cercanos a la operativa aplicada para elaborar los hit-parades explican que no debemos perder de vista que los certificados son elementos de promoción que otorgan las compañías y que responden a las unidades puestas a la venta. Evidentemente, no todas se venden la primera semana y puede parecer que existe un desajuste, pero, dado que es un elemento de marketing, lo normal es que, al cabo de unas semanas, esas cifras se quedan cortas y se siguen poniendo más unidades a la venta. Por eso, cuando se publican los certificados esas cifras ya están ajustadas.
Entre los presuntos beneficiarios de esas adjudicaciones honoríficas de carácter arbitrario habría álbumes firmados por figuras populares de la canción como Manuel Carrasco, Pablo Alborán y Rozalén. Pero nosotros hemos elegido al azar a este trío de ases por mencionar un artista de cada una de las grandes majors que operan en España
Una explicación posible, por supuesto. Pero que deja muchas incógnitas en el aire. La primera, por supuesto, es la de saber quién se responsabiliza de auditar la veracidad de los datos que entregan las discográficas y si se cuenta con informes facilitados por las tiendas o no. Porque si no es así, para llegar a ser número uno de la lista de venta española no parece hacer falta vender nada. Bastaría con fabricar más unidades que la competencia y subirlas a los camiones que se encargan de la distribución. Sin embargo, más allá de esas minucias, tampoco resulta fácil entender el motivo por el que nuestros hit-parades oficiales son tan distintos a los del resto de los países de nuestro entorno, como hemos explicado antes. Por qué, como se preguntaba el periodista de Jenesaispop, Promusicae no ha dado todavía el paso de ponderar las cifras de streaming. Lo que sí hay es una lista específica para esta categoría. Una de álbumes y otra de canciones. Y también otra que responde a los discos más emitidos por las radios musicales.
Pero las peculiaridades del mercado español no acaban aquí. La divergencia entre todas estas listas es sorprendente. Y si una explicación rápida a las diferencias entre los discos más vendidos y los más escuchados en internet puede basarse en las diferentes pautas de consumo acreditadas por las distintas generaciones de melómanos -los mayores todavía apuestan por los formatos físicos-, la falta de conexión entre las canciones más radiadas y el resto de los hit-parades llama muchísimo la atención. Y sobre este asunto, por el momento, las pocas explicaciones disponibles suelen ser de parte, y están adobadas por la maledicencia habitual de esos comentaristas de mesa y mantel, dotados de lenguas viperinas, que sueltan sus perlas sin preocuparse por aportar pruebas de la veracidad de sus fantásticos relatos. Según estos cuentistas, lo que pasa en la radio es lo mismo que lo que sucede con las televisiones. Se radiarían sobre todo los temas relacionados con las editoriales que ceden a las cadenas radiofónicas algún tipo de compensación o porcentaje correspondiente a los derechos de autor generados. Aunque hablar de cadenas en plural tal vez sea equívoco, aclaran estos intoxicadores profesionales. Porque todas las emisoras que importan algo en el negocio pertenecen al mismo grupo. A Prisa. El todavía poderoso imperio mediático creado alrededor del diario El País y la Cadena Ser.