Rafael Alba (ALN).- Los ingresos de la industria discográfica española crecieron 26,9% en el primer semestre de 2019, el mayor aumento en lo que va de siglo. El dato confirma una tendencia ininterrumpida de mejoría del sector que se extiende ya cinco años consecutivos.
Saquen el champán del congelador. Deberían hacerlo, sobre todo, si ustedes o alguno de sus allegados trabajan en la industria discográfica española. Un sector muy castigado en lo que va de siglo que, además, ha sufrido la crisis del negocio con mucha más dureza que algunas otras partes del mundo. El batacazo que hundió las cifras de beneficios por culpa de una catástrofe de dimensiones globales que sumó al impacto de la piratería e internet las consecuencias generales de una crisis económica devastadora, fue especialmente peliagudo en España. Tanto es así que en los primeros 14 años del siglo XXI, la dimensión del sector se vio seriamente disminuida y hasta hubo quien aventuró un posible cambio en los escenarios y las reglas del juego que, quizá, podría convertir a las grandes discográficas en especies en peligro de extinción. Hasta que llegaron Spotify, el streaming, YouTube, el éxito mundial de la música urbana cantada en castellano, Despacito y Rosalía y todo volvió a cambiar. Esta vez para bien.
Es verdad que los primeros signos de esta mejoría recién confirmada se produjeron hace ya un lustro. En paralelo con la evidencia de que los consumidores españoles también empezaban a apostar por la música en streaming, mientras la piratería perdía peso y las ventas del formato físico dominante, el castigado CD se desplomaban, mientras los viejos vinilos, cuya desaparición había sido anticipada ya en los últimos compases del siglo XX, renacían de sus cenizas, gracias a los melómanos más empedernidos y a los pacientes amantes de los placeres que proporciona el sonido de alta fidelidad, mucho más profundos que los que jamás han llegado a gozar quienes se conforman con el mp3 u otros sistemas de compresión basados en la eliminación arbitraria de armónicos y frecuencias. Pero esos brotes verdes, no significaban gran cosa, en realidad, porque los incrementos eran magros y los adictos al vinilo no representaban, en absoluto, al casi desaparecido consumidor medio.
Las discográficas son cada vez más dependientes de Spotify, Apple y YouTube
Sin embargo, la parte positiva es que desde aquel 2014 en que todo mejoró, ya no hubo más caídas y que, aunque la lentitud de las mejorías pudiera resultar desesperante, tras haber tocado fondo, lo mejor estaba por llegar. Y eso es lo que acaba de suceder justamente ahora. Según los últimos datos de Promusicae, la patronal de las discográficas españolas, los ingresos obtenidos en este país por la industria de la música grabada en el primer semestre de 2019 crecieron un 26,9% con respecto a los guarismos registrados en el mismo periodo del año anterior. Un potente aumento porcentual que no marca récord histórico, pero sí supone el mejor dato conocido en el siglo XXI. Y los números que muestran el valor absoluto del dinero gastado en el disfrute de la música grabada por los españoles, son muy brillantes también. Entre enero y junio de este año los consumidores nacionales pagaron un total de 140,7 millones de euros para disfrutar de su música favorita, 29,8 millones más que los que invirtieron en el mismo periodo de 2018.
Los ingresos derivados del streaming
El milagro se debe, por supuesto, al tirón del streaming. Esta modalidad de consumo, en principio impulsada por el sector más joven de la afición, supone ya el 76,8% de los ingresos totales del sector 3,3% más que en 2018. En total 108 millones de euros. Y lo mejor de todo es que el 66,94% de esa cantidad (72,3 millones de euros) procede de las suscripciones a los servicios premium de las principales plataformas, entre las que se encuentran Spotify y sus principales rivales (Apple Music, YouTube Music, Deezer y Tidal, entre otras). Lo que significa que a los adictos a la música empieza a salirles a cuenta pagar una cuota mensual para escuchar todo aquello que les gusta sin correr los riesgos derivados del ejercicio de la piratería. Una costumbre que, a veces, sale cara, por culpa de los virus y algunos otros peligros ocultos en las zonas más oscuras de la red. A las discográficas les gusta este tipo de consumidor, porque proporciona esos ingresos recurrentes que son la verdadera gasolina que mantiene en marcha el negocio.
La modalidad, además, no terminaba de arrancar en España. Pero ya lo ha hecho. En este glorioso semestre, el aumento de los ingresos derivado de este formato de consumo ha sido de un 41%. Y también sube su buen 24,4% el dinero ingresado por el sector procedente de los usuarios que utilizan los servicios básicos de estas plataformas que se financian con publicidad. Unos 10,4 millones de euros adicionales. Aunque la segunda partida más importante de este capítulo es el streaming de vídeos musicales financiado también gracias al dinero gastado en las plataformas por los anunciantes. Una categoría que, en realidad, se refiere al dinero que YouTube tiene a bien pagar a las discográficas. En estos seis meses la suma ha alcanzado los 13,2 millones de euros. Una cantidad que no está mal, pero que los ejecutivos de las disqueras consideran claramente insuficiente y que ha supuesto la única mala noticia de la que tenemos que dar cuenta en esta columna, a la vez que ha hecho evidente que la guerra por la retribución de los derechos de autor está lejos de haberse resuelto.
Tal vez alguno de nuestros lectores más fieles recuerde que no hace demasiado, las grandes tecnológicas y la industria musical se enzarzaron en una durísima guerra alrededor de la nueva legislación sobre el copyright que se proponía aprobar el Parlamento Europeo. Las discográficas, tanto las majors como las independientes, las sociedades de gestión de derechos de autor y los músicos ganaron entonces. Aparentemente. Pero los números no reflejan aún esa victoria. La anomalía que supone que la reproducción de vídeos musicales gratuitos, que es el sistema más utilizado para oír música por los consumidores mundiales, no aporte a los propietarios de los derechos de reproducción más dinero que el que les llega a través de los servicios premium, fue bautizada por los presuntos afectados con el término anglosajón value gap. Pues bien, en lo que tiene que ver con España, por lo menos, esta value gap ha aumentado entre enero y junio de este año, lejos de disminuir, como podría esperarse de los efectos de una legislación más propicia para el sector.
¿Por qué las discográficas españolas ocultan los datos de las listas de ventas?
La venta de formatos físicos
Más en concreto, en el primer semestre de 2019, el dinero abonado por YouTube a las discográficas supuso un 13,9% del total obtenido por el sector derivado del streaming. Dos puntos porcentuales menos que el 15,9% del mismo periodo de 2018. Lo que demuestra que una cosa es aprobar una legislación concreta de ámbito europeo y otra es su posterior implementación en los distintos países de la Unión Europea (UE). Y también que España no suele darse demasiada prisa a la hora de trasponer las directivas. Junto al streaming, el negocio digital de las discográficas tiene aún otro par de rubros, claramente decrecientes y al borde de la desaparición. Así, las descargas han aportado sólo 3,1 millones de euros a los ingresos totales, y los tonos de teléfono móvil (¿es posible que quede alguien que todavía pague por ellos?) 1,9 millones. Cifras que tal vez indiquen que algunas viejas modalidades de consumo todavía tienen cierto recorrido. Y que no conviene vaticinar la extinción de casi nada hasta que el certificado de defunción se formalice correctamente.
Y eso ha pasado también con los llamados formatos físicos. Cuando todo el mundo pensaba que las ventas de CD iban a seguir languideciendo hasta su ocaso final, los números oficiales presentados por la industria en este primer semestre del año parecen indicar lo contrario. Entre enero y junio de este año, los españoles gastaron un total de 24,1 millones de euros para adquirir discos compactos. Una cifra que supone un aumento del 9,7% en relación con los 22 millones de euros registrados en el mismo periodo del año anterior y que, además, marca el primer aumento del guarismo desde 2014. Lo que ya no sorprende a nadie es la imparable tendencia al alza que, desde su modestia, siguen manteniendo los simpáticos vinilos, como le contábamos hace unos párrafos. En el primer semestre de 2019, estos discos que giran sobre sus platos a 33 o 45 revoluciones por minuto, han aportado a la fiesta 7,7 millones de euros, casi la cuarta parte de lo ingresado en su categoría, un 55% más que la ya respetable cifra de 5,1 millones de euros que se registró entre enero y junio de 2018.
Los pesimistas, que aún hay en este baqueteado segmento de la actividad económica relacionada con la cultura, creen que este repunte de las ventas de los formatos físicos se relaciona únicamente con que, definitivamente, los vinilos y los CD se han convertido en un elemento más de la oferta de merchandising de los artistas, junto a las chapas, las camisetas, las tazas, los libros de poemas y el resto de la parafernalia habitual que suele encontrarse en los puestos que los artistas sitúan estratégicamente en los recintos donde se celebran sus conciertos. Aunque si es así, en la próxima entrega de datos aún tendremos resultados más favorables porque los grandes festivales se celebran en verano y es en esta modalidad de ocio que mezcla el camping, la música y otro tipo de actividades lúdicas, donde suele concentrarse un mayor número de fans y, por lo tanto, donde se dan las características necesarias para que florezca el negocio. Así que las noticias son buenas, pero tampoco conviene equivocarse. Ya saben que el diablo siempre está en los pequeños detalles y que el hecho de que las discográficas ganen más dinero no quiere decir que los ingresos de los artistas vayan a subir en la misma proporción. Pero no voy a aguarles la fiesta, amigos. Ya trataremos ese aspecto de la cuestión otro día.