Pedro Benítez (ALN).- En los últimos meses el mundo ha descubierto la verdadera naturaleza del régimen que encabeza Nicolás Maduro y los extremos hasta donde está dispuesto a llegar. Pero todavía no se comprende la magnitud del dilema opositor.
¿Por qué luego de denunciar el monumental fraude de la Asamblea Nacional Constituyente los partidos de la Mesa de la Unidad Democrática se disponen a participar en las elecciones de gobernadores? Mientras la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) de Nicolás Maduro ha agravado el desplome de la economía, la oposición venezolana ha estado a punto de dejarse arrastrar por el viejo debate de cómo enfrentar cívicamente a un régimen que nunca juega limpio.
Hoy todos admiten en Venezuela que haberse abstenido en las elecciones parlamentarias de 2005 fue uno de los peores errores de la oposición. El recuerdo de ese error es uno de los factores que más han pesado en la determinación de casi todo el liderazgo opositor al decidir participar en esta consulta, pese a las voces que críticamente han indicado que hacerlo legitimaría por la vía de la aceptación al Consejo Nacional Electoral (CNE) que está sin ningún pudor al servicio de los intereses políticos del Gobierno y por lo tanto de la ANC.
Pero no es cierto que esos comicios “legitimen” la ANC de Maduro, puesto que son parte del cronograma electoral de la Constitución de 1999 a la que la oposición se aferra. Por otro lado, esa es parcialmente una de las demandas de la comunidad democrática internacional al Gobierno venezolano.
Hoy todos admiten que haberse abstenido en las parlamentarias de 2005 fue uno de los peores errores de la oposición
Lo que sí es verdad es que esa no será una elección ni libre, ni limpia, ni justa (como la mayoría bajo el chavismo). Es más, en esta ocasión todo indica que se romperán las marcas establecidas en cuanto a abusos y ventajismo.
De hecho, la campaña comenzó así. Amenazas e inhabilitaciones contra los candidatos opositores, junto con una campaña de intrigas por parte de la red de medios públicos oficiales, y del propio Maduro, dirigidas a dividir, desmoralizar y promover la abstención entre los votantes opositores.
Toda su estrategia antes y después de la “elección” de la ANC buscaba eso. El descaro del CNE intentó persuadir a la base opositora de la inutilidad del voto.
La elección no solucionará la crisis
Por tanto, esa elección no será la solución a la crisis venezolana. Con bastante probabilidad la agravará más. Si los distintos partidos y candidatos de la MUD consiguen movilizar a sus votantes, y romper la abstención como mecanismo de protesta, con toda seguridad los candidatos oficialistas recibirán una amplia derrota, que Maduro por medio de las instituciones que controla desconocerá, con lo que su legitimidad nacional e internacional se socavará todavía más.
Al grueso de la oposición venezolana no le queda mejor opción que asumir el viacrucis electoral
Al grueso de la oposición venezolana, que (contrario a la propaganda oficial) no tiene ni los recursos, ni los deseos, de recurrir a la violencia, no le queda mejor opción que asumir el viacrucis electoral que le impondrá el régimen. La alternativa es cruzarse de brazos a esperar que pase “algo”, como que la comunidad internacional resuelva el problema.
Pero esto último es parte de los imponderables. Lo único concreto que tiene la oposición es buscar una elección que quiebre definitivamente el sistema y Maduro intenta evitarlo. El juego del gato y el ratón.
En este, como en otros asuntos, Hugo Chávez practicó la ambigüedad política; por un lado daba todas las señales de comportarse como un gobernante apegado a las formas de la democracia liberal, mientras que por otro jugaba con su radicalismo autoritario. El largo auge de los precios del petróleo se lo permitió. Maduro no ha contado con esa ventaja. La crisis económica y el creciente apoyo electoral opositor lo llevaron a cruzar la línea hacia la abierta tiranía. Ahora pretende volver a la anterior estratagema de la ambigüedad, pero ya es muy tarde.