Rogelio Nuñez (ALN).- El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, estridente en sus declaraciones pero pragmático en muchas de sus acciones, está protagonizando un giro en uno de los ejes de su política exterior: ha pasado de ser un fiero crítico del presidente de Argentina, Alberto Fernández, a acumular, en las últimas semanas, sucesivos gestos de acercamiento a su vecino del sur.
Durante la precampaña y la campaña electoral de Argentina de 2019, Jair Bolsonaro se situó claramente a favor de Mauricio Macri y, sobre todo, en contra del kirchnerismo. En abril, antes de que comenzara la campaña, el propio Bolsonaro afirmó que “puede volver (el kirchnerismo) y eso nos preocupa porque no queremos otra Venezuela”.
Y en plena campaña, en octubre, su canciller Ernesto Araújo publicó dos tuits en una dirección semejante. En el primero se alineaba con uno de los contendientes: “Brasil quiere continuar trabajando por la causa de la libertad y de la democracia, junto a aquellos que como Mauricio Macri comparten nuestros valores”. Y en el segundo dejaba claro a quién no quería: “No dejaremos que vuelva un Mercosur que promueve o tolera dictaduras y restringe el comercio. El ideal de la integración regional no servirá de pretexto para rebajar nuestros estándares morales, sacrificar nuestros intereses económicos ni renunciar a nuestros principios”.
Finalmente, tras el resultado de la cita ante las urnas en el país vecino, Bolsonaro lamentó el resultado con un sonoro y poco diplomático: “La Argentina eligió mal”.
Esa animadversión provenía de las palabras y posicionamientos de Bolsonaro con respecto a la política interna argentina, así como por las acciones de Alberto Fernández, quien no dudó en visitar a Lula da Silva -el gran enemigo de Bolsonaro- y asegurar que no le importaban los ataques provenientes de Brasilia: “Celebro que un misógino y violento hable mal de mí”.
La culminación de todo este distanciamiento quedó a la vista cuando Bolsonaro no acudió a la toma de posesión de Alberto Fernández (finalmente acudió su vicepresidente, Hamilton Mourão) y el nuevo mandatario argentino no escogió Brasil como primera visita al exterior como suele ser la tradición histórica argentina.
El giro de Bolsonaro
La frialdad en la relación ha marcado estos primeros meses de mandato de Alberto Fernández, pero en las últimas semanas los gestos para romper el hielo se han sucedido. Ya en febrero Bolsonaro tendió los primeros puentes cuando dijo: “Argentina, no quiero hablar de la Argentina, pero sí, estoy listo para recibir a Fernández. Si viene acá, será recibido como cualquier otro jefe de Estado. Como debo recibir al embajador o al canciller de Argentina de la misma manera en los próximos días”.
Y efectivamente, en febrero recibió al canciller argentino, Felipe Solá, y en este mes de marzo, al diputado Sergio Massa, aliado político de Fernández-, quien manifestó su “gran disposición a producir un acercamiento con Argentina”. Este encuentro escondía un gesto muy especial de Bolsonaro, una muestra de que tiene la intención de recomponer la relación con la Argentina y, sobre todo, con su presidente, Alberto Fernández. “Quiero que Brasil y Argentina tengan una excelente relación”, le expresó el brasileño a Massa.
¿Cuáles son las razones de este cambio de postura de Bolsonaro? Detrás de este giro hay al menos dos motivos. Uno de tipo geopolítico y otro de características económicas.
Desde un punto de vista geopolítico el Brasil de Bolsonaro aspira a romper el aislamiento que padece y ganar peso regional y mundial. Y ese acercamiento a la Argentina kirchnerista le otorga mayor capacidad de diversificar sus vínculos internacionales. El polémico perfil de Bolsonaro le resta capacidad de influencia en el mundo: las izquierdas, su gran enemiga, le rechazan y muchas derechas, las más centristas, no desean verse excesivamente vinculadas a su figura. Pero Bolsonaro puede haber visto un hueco por donde entrar y romper ese muro: Argentina necesita aliados e influencias en Washington para ablandar al FMI en su renegociación de la deuda. Y ahí sí, Bolsonaro tiene capacidad de llegada por su buena relación con el presidente estadounidense, a su vez pieza clave dentro del Fondo.
Por eso, ya la semana pasada, Bolsonaro se comprometió a buscar una señal de apoyo de Donald Trump a la postura de Argentina en sus negociaciones con el Fondo Monetario Internacional. “El domingo veré a Trump. Cuenten conmigo, le transmitiré todo mi apoyo en las negociaciones de Argentina”, llegó a decir Bolsonaro. El presidente brasileño, que viajó al estado de Florida para reunirse con Trump, cuenta con amplio crédito en la Casa Blanca. En enero pasado, Estados Unidos dio su apoyo a Brasil para que ingrese a la OCDE. Fue un cambio de rumbo con respecto a octubre del año pasado, cuando el titular del Departamento de Estado, Mike Pompeo, sugirió al secretario general de la entidad, el mexicano Ángel Gurría, que uno de los candidatos debía ser Argentina.
Los motivos económicos del giro
Desde un punto de vista económico, Brasil necesita reactivar, diversificando, las locomotoras que tiran de la economía del gigante sudamericano. Y en ese contexto necesita a Argentina. Su vecino no es sólo su tercer socio comercial y el primero de la región, sino que es asimismo el mayor comprador de los productos brasileños manufacturados: una crisis en Argentina hace que las ventas de la industria brasileña disminuyan como ocurrió en 2019.
Además, Brasil mira a Argentina como socio para reimpulsar un Mercosur cuya viabilidad depende de que funcione el eje Buenos Aires-Brasilia. “Brasil va a recortar el crecimiento económico este año, lo que más necesita en estos momentos es un Mercosur fuerte. Si nos va mal, nos jodemos los dos”, dijo un miembro de la comitiva argentina que visitó Planalto al diario La Nación.
El problema económico es que Brasil tuvo un crecimiento de sólo el 1,1% del PBI en 2019 y la actual crisis del coronavirus añade incertidumbre para 2020. El crecimiento del año pasado -si bien positivo- no sólo fue bajo sino que contiene un mensaje final preocupante: el crecimiento se desaceleró en el último trimestre de 2019 lo cual confirma que en la recta final del año hubo ya un cambio de expectativas lo que se tradujo en que el real siguió su depreciación respecto del dólar pese a la intervención del Banco Central, que intentó contenerlo inyectando 3.000 millones de dólares.
Este acercamiento entre Brasil y Argentina, basado en el mutuo interés, tiene numerosos obstáculos que lo dificultan o, al menos, que van a provocar que no sea tan profundo como pareciera. La posición sobre la crisis en Venezuela distancia a Alberto Fernández y Bolsonaro.
Brasil está lejos de los deseos gubernamentales de crecer a un 2,4% y lo más probable es que ronde el 1% en medio de las nuevas incertidumbres por las crisis del coronavirus y el petróleo. El banco norteamericano Goldman Sachs acaba de recortar el pronóstico de crecimiento de Brasil al 1,5%. El zar de la economía brasileña, Paulo Guedes, ha admitido que el coronavirus puede “entorpecer un poco” el crecimiento este año, aunque confía que en 2020 el PBI se expandirá por encima del 2%. Siempre, eso sí, que el Congreso apruebe las reformas tributaria y administrativa. Pero la relación con el legislativo es ahora muy mala: las posibilidades de nuevas reformas producto de un entendimiento entre el gobierno y el Congreso se enfrenta no solo al proceso electoral de octubre sino sobre todo a la actual pugna entre el presidente Bolsonaro con las cámaras.
Ante esta situación, Bolsonaro aspira a convertir Mercosur en una locomotora ya que lo considera como un nuevo “sudeste asiático”. Para conseguir eso necesita a Argentina a su lado y así se lo transmitió a Massa tras su encuentro con el presidente Bolsonaro en el Palacio del Planalto: “Coincidimos sobre la importancia de consolidar el Mercosur y (Bolsonaro) me manifestó su deseo de afianzar la relación bilateral entre la Argentina y Brasil para potenciar nuestras economías”.
Las diferencias que subsisten
Este acercamiento entre Brasil y Argentina, basado en el mutuo interés, tiene numerosos obstáculos que lo dificultan o, al menos, que van a provocar que no sea tan profundo como pareciera. La posición sobre la crisis en Venezuela distancia a Alberto Fernández y Bolsonaro. El brasileño es un firme aliado de EEUU en la política de presión al régimen de Nicolás Maduro para que se celebren elecciones libres y democráticas en ese país. Mientras que Bolsonaro se inclina por apretar el cerco al régimen chavista (acaba de retirar a todos sus diplomáticos de Caracas), el Ejecutivo argentino opta por suavizar la presión, como dejó traslucir el ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, Felipe Solá: “Nosotros somos parte del Grupo de Lima, un grupo que está desorientado. Se habla de cambiar las actitudes porque no tuvo éxito. Para nosotros cambiar significa que se reduzcan las sanciones a Venezuela, en especial las norteamericanas, y eso no está ocurriendo”.
Ambos mandatarios chocan también por el Acuerdo de París sobre cambio climático. Emmanuel Macron y Angela Merkel empujaron ese tratado que respalda Argentina y que, sin embargo, rechaza Bolsonaro.
Luis Almagro va a una prueba de fuego frente a la opción madurista en la OEA
Las diferencias entre Alberto Fernández y Bolsonaro también incluyen la visión sobre lo que debe ser el Mercosur. El presidente de Brasil pretende “flexibilizar” este foro regional para permitir que cualquiera de los cuatro socios pueda firmar acuerdos bilaterales al margen de los otros miembros del bloque multilateral. Bolsonaro, que cuenta con el apoyo de Paraguay y Uruguay, empuja un tratado de libre comercio con Estados Unidos y necesita la flexibilización del Mercosur. Alberto Fernández, sin embargo, sostiene una posición opuesta: “No creo que sea el momento de flexibilizar; creo que es tiempo de consolidar el Mercosur y trabajar juntos los cuatro países”. La próxima Cumbre del Mercosur que será en Asunción a principios de julio, puede resultar decisiva con Luis Lacalle Pou y Mario Abdo Benítez apoyando a Bolsonaro y dejando en minoría a Fernández.
Otro ámbito de no coincidencia entre Argentina y Brasil es la Organización de Estados Americanos (OEA). Estados Unidos y Brasil desean, en la OEA, la reelección de Luis Almagro porque supone la continuación de la línea dura con respecto a la Venezuela de Maduro. Argentina, apoyada por México, respalda la candidatura de María Fernanda Espinosa como secretaria general de la OEA. Asimismo, Alberto Fernández y Bolsonaro tampoco coinciden sobre la situación de Bolivia. El presidente argentino considera que Evo Morales sufrió un golpe de Estado y en cambio, el jefe de Estado brasileño cree que Morales abandonó La Paz por el fraude que cometió.