Ysrrael Camero (ALN).- Se consolida el consenso en la comunidad internacional respecto al carácter autoritario del gobierno de Nicolás Maduro. Las primeras declaraciones del gobierno de Joe Biden ratifican la postura de apoyo a una democratización de Venezuela. El Consejo de la Unión Europea, desconociendo el proceso del 6 de diciembre, reitera su llamado a una liberalización política y a un proceso de negociación que conduzca a unas elecciones, legislativas y presidenciales, verdaderamente libres. En medio de esta nueva confluencia es el gobierno de España el elemento bisagra que ha de facilitar la coordinación.
Hay una gran diferencia entre Estados Unidos y la Unión Europea, que de tan evidente muchas veces es pasada por alto. La primera potencia del mundo tiene una sola política exterior, claramente dirigida por su presidente, y desarrollada por el Departamento de Estado y sus oficinas. Aunque durante la Guerra Fría las tensiones entre dicho departamento y el Pentágono fueron recurrentes, hay una sola voluntad política que dirige su frente externo.
La Unión Europea es distinta. Cada uno de los 27 Estados miembros tiene una política exterior. La definición y ejecución de una política común requieren de un esfuerzo de filigrana en construcción de consensos.
Esto ha pasado con el apoyo a Juan Guaidó y a la causa democrática venezolana. El reconocimiento de la presidencia interina se fue dando país a país, sin alcanzar a la totalidad de los miembros de la UE. Tanto el gobierno de Italia como el de Chipre no lo hicieron. Esto nos ayuda a explicar el trabajo del Alto Representante para Asuntos Exteriores de la Unión Europea, el español Josep Borrell.
La primacía española respecto a América Latina
Sobre América Latina tres países mantienen un vínculo histórico, que es susceptible de trasladarse a su política. Debemos mencionar a Italia, dada la gran cantidad de italianos que viven en varios países latinoamericanos, especialmente en Brasil y Argentina.
Luego se encuentra Portugal, que no sólo tiene relaciones importantes con Brasil y una cantidad significativa de ciudadanos viviendo en países como Venezuela, sino que tiene una articulación inteligente de su diplomacia en los organismos internacionales.
Pero el más importante actor europeo para temas latinoamericanos es, sin duda, España. El Estado español ha desarrollado una política sostenida hacia el espacio iberoamericano, que se expresa en las inversiones que sus empresarios realizan en la región, en la continuidad de las visitas de Estado realizadas a los países latinoamericanos y en la continuidad de la presencia española en las Cumbres Iberoamericanas.
Los lazos que vinculan a España con América Latina no son sólo históricos y culturales, sino también económicos y políticos. Esa cercanía es reconocida por la institucionalidad europea, que ve a España al momento de tomar decisiones sobre la región.
A pesar de que las fundaciones políticas alemanas, como la Konrad Adenauer, o la Friedrich Ehbert, han desarrollado una extraordinaria labor de promoción de la democracia y fortalecimiento institucional, vital en el fortalecimiento de los sectores democráticos venezolanos, la influencia española es importante para definir la política europea hacia Latinoamérica.
La arquitectura europea y el caso venezolano
Como miembro de la UE, España se encuentra presente en cada una de sus instituciones, ejerciendo mayor o menor influencia, dependiendo del tema o del peso específico de sus representantes.
El Consejo de la Unión Europea, formado por los ministros de los 27 Estados miembros, está encargado de tomar decisiones. La actividad efectiva del Alto Representante para Asuntos Exteriores está vinculada con la consistencia y extensión de los acuerdos que se puedan generar en su seno.
Hay una relación de tensión entre el Parlamento Europeo y el Consejo, porque su naturaleza deriva de un tipo de elección distinta. El primero es elegido por los ciudadanos, mientras el segundo representa a los gobiernos. Hasta ahora el Parlamento propone, pero el Consejo decide.
Mientras más unidad se logre en las instituciones europeas, más consistentes y sostenibles serán sus políticas. Eso implica también que exista consistencia entre lo que propone el Parlamento y lo que decide el Consejo, lo que reflejaría un alineamiento entre ciudadanos y gobiernos.
En lo que se refiere al caso venezolano el Partido Popular Europeo, el Partido Socialista y Socialdemócrata Europeo, que constituyen las dos principales fuerzas dentro del Parlamento, así como los liberales, incluso los sectores conservadores y aquellos que se encuentran más a la derecha, han mantenido un apoyo a las fuerzas democráticas venezolanas, así como un rechazo al régimen autoritario que lidera Nicolás Maduro.
Fortalecer este consenso, que ha costado construir, es una necesidad para que la UE proyecte fortaleza y unidad. Borrell emitió una declaración de apoyo a la causa democrática venezolana, que denunciaba el autoritarismo madurista, exigía elecciones libres, y ratificaba su apoyo a la oposición, dándole primacía a la interlocución con Juan Guaidó, solicitando una solución negociada a la crisis venezolana.
Se había avanzado mucho en una declaración amplia y consensual en el Parlamento Europeo, en la misma línea definida por el Alto Representante, y ajustada a la conformación del Consejo. Sin embargo, la propuesta de una declaración distinta rompió los acuerdos previos, y el Parlamento terminó aprobando un acuerdo con la abstención de los socialistas. El Consejo tomó una posición de apoyo similar al proyecto inicial.
España como bisagra
El gobierno español es bisagra fundamental para que el tema venezolano siga presente en el seno de las instituciones europeas. Siendo América Latina uno de los frentes más importantes de la acción exterior española, la coordinación entre la Unión Europea y Estados Unidos sobre la región pasa por España.
Esto deriva en la necesidad de cooperar, a partir de una perspectiva que priorice la vigencia de los derechos humanos y la defensa de la democracia, para que la presión diplomática, conjuntamente con la presión interna, obliguen al gobierno autoritario a negociar una apertura que conduzca a unas elecciones libres, justas y competitivas.
Durante los dos últimos años se han conformado varios grupos para contribuir a la democratización de Venezuela. Para que el Grupo de Lima, impulsado por Estados Unidos, y el Grupo de Contacto, apoyado por la Unión Europea, presionen en el mismo sentido, neutralizando la influencia autoritaria de otros actores, como Cuba, Rusia y China, es imperativo remar en el mismo sentido.
Esto no se puede lograr sin el apoyo del gobierno español. En el proyecto Estrategia de Acción Exterior presentado por la canciller Arancha González Laya se pone énfasis en la democratización de Venezuela y en lograr cambios para Cuba, estando ambos temas vinculados.
Este es un trabajo diplomático, que es parte del trabajo político, pero que se debe hacer con la prudencia necesaria, y que se expresa, no en grandes espectáculos de impacto mediático, sino a través de un esfuerzo sostenido para sumar voluntades distintas en una dirección común. Eso no debe perderse de vista.