Juan Carlos Zapata (ALN).- Para un gobierno que ha agotado el discurso político, que ya no puede vender esperanzas, incapaz de manejar la crisis económica y social, y sin una oferta electoral que sea atractiva para sus propios seguidores, plantear una lucha contra el banquero de mayor fortuna de Venezuela y España, es tratar de construir un relato del bueno contra el malo, del pobre contra el rico, de la justicia contra la injusticia. Es la consigna de la guerra económica, manejada y repetida desde el principio de los tiempos maduristas, que consiste en echarle la culpa del fracaso a los otros.
Nadie. Nadie está seguro en Venezuela. Tampoco los bancos. Tampoco los banqueros. Este jueves, el gobierno de Nicolás Maduro ha consumado una de las amenazas pendientes, anunciando la intervención de Banesco, el banco de Juan Carlos Escotet, también presidente de Abanca en España. Sobre el instituto ya pendía la espada de Damocles, desde que Diosdado Cabello, uno de los factores de poder del régimen, anticipara que el Gobierno podía adquirir la entidad. No la adquirió. La intervino, en principio por 90 días, han dicho las autoridades, pero se sabe cómo operan las dictaduras. En 90 días Maduro se habrá reelecto luego de la farsa electoral del próximo 20 de mayo, y Banesco será un trofeo del poder. Además, es usual entre los interventores encontrar problemas adicionales en las entidades intervenidas con el fin de eternizarse en el cargo, lo que el Gobierno no rechazará mientras sirva al propósito de mantener bajo control a Banesco y, por ende, bajo amenaza a todo el sistema financiero.
Si el régimen no encontró elementos para plantear la compra, en cambio armó toda una operación con el fin de justificar la intervención, acusando al banco de Escotet de ser la plataforma de mafias que atentaban contra la moneda y contra la estabilidad económica. Así, planteó una averiguación que llamó Operación Manos de Papel, que ayer desencadenó en la detención de 11 funcionarios de Banesco.
Diosdado Cabello, uno de los factores de poder del régimen, anticipó que el Gobierno podía adquirir la entidad. No la adquirió. La intervino
Lo que en principio la entidad tomó como una rendición de cuentas ante las autoridades, se transformó en una detención colectiva, en la que aparecen dos ejecutivos de nacionalidad española, hijos de inmigrantes.
Escotet se encontraba en Portugal atendiendo negocios y a la hora de conocer la evolución de los hechos partió hacia Caracas. Anunció a las autoridades de España que se desincorporaba de las funciones en Abanca, lo cual significa que está dispuesto a asumir los riesgos que implica concentrarse en el asunto Banesco.
La interventora designada es la actual viceministra de Finanzas, Yomana Koteich. Pero el verdadero poder detrás, son los cuatro figuras que han controlado la arremetida contra la institución: Cabello; el vicepresidente de la República, Tareck El Aissami; el fiscal designado por la Asamblea Constituyente de Maduro, Tarek Willian Saab, y el propio Maduro, quien siempre tiene la última palabra.
Para un gobierno que ha agotado el discurso político, que ya no puede vender esperanzas, incapaz de manejar la crisis económica y social, y sin una oferta electoral que sea atractiva para sus propios seguidores, plantear una lucha contra el banquero de mayor fortuna de Venezuela y España, es tratar de construir un relato del bueno contra el malo, del pobre contra el rico, de la justicia contra la injusticia. Es la consigna de la guerra económica, manejada y repetida desde el principio de los tiempos maduristas, que consiste en echarle la culpa del fracaso a los otros. Primero era el Grupo Polar –el principal emporio agroindustrial del país– y ahora es Banesco, el banco líder, y en cuanto líder, creció más que el estatal Banco de Venezuela y supera a todos en operaciones electrónicas, por lo que su plataforma tecnológica es un elemento apetecible para el Gobierno.
Hay un antecedente. En 2010, el gobierno de Hugo Chávez y bajo propuesta del poderoso ministro de economía de la época, Jorge Giordani, intervino 35 casas de bolsa con el argumento de defender la moneda, atacando a los culpables, arrestando a los agentes bursátiles, señalados de especuladores y conspiradores pues atentaban contra el bolívar. El procedimiento no solucionó la escalada del llamado dólar paralelo. Pero los ejecutivos bursátiles pagaron cárcel por tres años y perdieron su negocio.
Un trofeo para Diosdado Cabello
Escotet distribuyó un video en el que se queja de trato injusto y operación desproporcionada hacia el tren de ejecutivos. Pero qué significan estas palabras en un régimen en el que no impera el Estado de derecho. Cuánto pesan estas palabras, y cuánto puede pesar la defensa que emprenda el banquero. Ha dicho que regresa a Caracas a dar la cara. Y ya él mismo se coloca en riesgo de ser detenido.
Voy a Venezuela con tranquilidad de espíritu para apoyar a mis compañeros y me pongo a la orden del gobierno con la confianza de que todo se aclare. pic.twitter.com/N8R8xFS6iG
— Juan Carlos Escotet (@jescotet) 3 de mayo de 2018
Banesco es un objetivo específico de Cabello. Lo era cuando vivía Hugo Chávez, y este, sabiendo el peso de la institución en el sistema financiero, evitó que se procediera con la misma cirugía de ahora. Entonces se podía correr el riesgo de una corrida bancaria que afectara todo el entramado bancario. Hoy, el peligro de una corrida es más remoto, pues no hay dinero efectivo que sacar de los bancos –el bolívar tampoco vale nada- y las vías electrónicas están colapsadas. Tampoco puede hablarse de banco refugio. En esta incertidumbre, no lo hay en Venezuela. Los bancos y los banqueros, como todos los factores que hacen vida económica, son agentes sin protección, desamparados, ante el autoritarismo y la dictadura. De hecho, el Gobierno aplica con Banesco una fórmula similar a la que aplica con la multinacional Chevron. Se procede contra la petrolera deteniéndole dos ejecutivos, se les señala de traición a la patria, y el mensaje es claro, según fuentes de todo crédito: que Chevron acepte el ingreso en la sociedad que mantiene con la estatal PDVSA en el campo PetroPiar, a un nuevo socio, la compañía rusa Rosneft, algo a lo que aquella se ha negado desde hace más de un año. Con Chevron, el Gobierno construye el relato de la lucha contra el imperio. Con Polar y con Banesco, la lucha contra la burguesía poderosa y apátrida. Hay un universo chavista que asume estas consignas como verdad. Es el universo atendido por el clientelismo gubernamental. Y es el chavismo que apoya a Maduro y recuerda a Chávez de manera incondicional.
Escotet se encontraba en Portugal atendiendo negocios y a la hora de conocer la evolución de los hechos partió hacia Caracas
Por su parte, Maduro entiende que después de ser reelecto en elecciones fraudulentas, requiere del respaldo de todas las facciones chavistas para soportar un periodo que se le hará más convulso, más incierto, debido a la posición militante de la comunidad internacional y debido a que no va a encontrar ni en el corto ni en el mediano plazo soluciones a los graves problemas –hiperinflación, hambre, desempleo, caída del PIB, derrumbe de la producción petrolera- que sufre el país, que sufren los venezolanos y provoca el éxodo masivo hacia el exterior. La intervención de Banesco es un trofeo que Maduro coloca en manos de Cabello, a quien complace, por ahora, porque para después, tampoco se sabrá si esta alianza de facciones se mantendrá, pues todo es incierto y nadie está seguro en Venezuela. Bancos ni banqueros. Ni el mismo poder. Ni siquiera Nicolás Maduro.