Pedro Benítez (ALN).- A pocas horas de la segunda y definitiva elección presidencial en Argentina los estrategas de campaña del ministro de Economía y candidato presidencial, Sergio Massa, no consiguieron uno de los golpes de efecto que más buscaron: una foto del Papa Francisco con el aspirante peronista en la Santa Sede. Tampoco pudieron arrancarle, al menos, una declaración a su favor o claramente en contra de su rival, el controversial libertario Javier Milei.
Se tuvieron que conformar con poner a correr el rumor según el cual “una fuente del Vaticano”, no revelada, aseguraba que el pastor de la Iglesia católica concretaría un viaje a su país natal el próximo año sólo si Massa ganaba la elección. En el mundo de las fake news y las redes sociales la versión fue rápidamente replicada por prestigiosos portales de noticias puesto que no deja de ser verosímil; son suficientemente conocidas las opiniones críticas de Francisco hacia las ideas de libre mercado como las que expresa Milei. Sin embargo, el desmentido vino por boca del propio Pontífice.
Debate en Argentina: Milei arrincona a Massa sobre la crisis económica (+video)
Lo que sí ocurrió a inicios de esta semana, y no pasó desapercibido en los medios de Buenos Aires, fue la bien publicitada reunión del Papa con Martín Guzmán, rival de Massa y ex ministro de Economía de Alberto Fernández hasta julio del año pasado cuando renunció a su cargo en medio de un enfrentamiento público con la vicepresidenta Cristina Kirchner. Viejas facturas pendientes.
Uno de los ejes del discurso de Massa ha consistido en sacarle en cara a Milei varias de sus afirmaciones más destempladas, como esas en las que calificó a Francisco como el “representante del maligno en la Tierra”, o “el imbécil ese que está en Roma”. Obviamente en la campaña peronista detectaron que en ese tema podrían restarle unos cuantos votos cruciales al candidato libertario, así que Massa lo ha exprimido todo lo que ha podido. En los dos debates presidenciales no dejó pasar la oportunidad de atacar a su rival insistiendo en que le pida “perdón” al “argentino más importante de la historia”.
Lo curioso y, al mismo tiempo, revelador de las vueltas que da la política es la pequeña historia detrás de esta gran historia. Resulta que quien tiene una pésima relación personal con el romano pontífice es Massa. Por lo visto, el Papa no olvida aquellos días (2008/2009) en los cuales el ahora candidato presidencial era jefe de Gabinete de la presidenta Cristina Kirchner y como obsecuente servidor montó toda una conspiración a fin de sacarlo del Arzobispado de Buenos Aires. Nadie podía imaginar que en pocos años Jorge Mario Bergoglio sería elegido sucesor de Benedicto XVI por el Colegio Cardenalicio. A la maniobra se prestaron a participar el nuncio apostólico en Argentina, Adriano Bernardinio, y el ex secretario de Estado del Vaticano, Angelo Sodano, rivales del Bergoglio.
Por aquellos días el arzobispo de Buenos Aires era el aguijón en el costado de la pareja presidencial. Llegó a criticar públicamente a Néstor Kirchner por su “su exhibicionismo y anuncios estridentes”. Por su parte, el presidente argentino no se quedó atrás y le contestó diciendo que “Nuestro Dios es de todos, pero cuidado que el diablo también llega a todos, a los que usamos pantalones y a los que usan sotanas”. En plena pelea se suspendió una misa tedeum a la que el mandatario se negaba a ir porque consideraba a Bergoglio “el articulador de un proyecto opositor”.
Y luego en 2008 intercedió en medio del conflicto del gobierno con el agro cuando le pidió a Cristina Kirchner que tuviera un “gesto de grandeza”. Consciente de que con la Iglesia nunca es prudente chocar, la presidenta intentó suavizar la relaciones, pero el arzobispo y cardenal no cedió, colocándose al frente de una movilización en contra del matrimonio homosexual y pidiendo a los sacerdotes que en todas las misas predicaran sobre “el bien inalterable del matrimonio y la familia”. En 2011 el gobierno argentino tuvo que retroceder en una legislación que promovía la interrupción del embarazo ante la presión que encabezaba nuestro personaje.
Pero ahora que el peronismo kirchnerista nada contra la corriente del descontento, cada voto cuenta y el Papa tiene los suyos. Parafraseando aquella frase atribuida al rey Enrique IV, la Casa Rosa bien vale una misa. En este caso, recordando que Francisco es el “argentino más importante de la historia” y se hará “todo lo posible para que visite Argentina”, aun cuando en su día el mismo que lo alaba hoy, intentó sacarlo del camino porque estorbaba. Así es la lucha por el poder.
Pero no pensemos que estas piruetas con la religión y la política son exclusividad del país austral. El asumir posturas consideradas socialmente conservadoras y el acercamiento al actual Papa, como parte de tácticas electorales por parte de los candidatos de la autodenominada izquierda progresista, es uno de los síntomas más reveladores del deslizamiento del péndulo político que ha venido ocurriendo en los últimos años en América Latina.
Así, por ejemplo, en la campaña electoral del año pasado en Brasil, el candidato a la reelección Luis Ignacio Lula Da Silva publicó una carta abierta a la numerosa comunidad evangélica de ese país expresando su compromiso de no llevar al Congreso proyectos de ley que alteraran normas de “valores cristianos” como la flexibilización de las reglas sobre el aborto. El texto en cuestión fue redactado con la asesoría de la excandidata presidencial Marina Silva y dos pastores evangélicos, aliados de Lula.
Todos los grupos LGTB afines al Partido de los Trabajadores hicieron mutis porque la prioridad era derrotar a Jair Bolsonaro, encarnación del mal absoluto.
En Ecuador acaba de ocurrir algo similar. La candidata presidencial de Rafael Correa es una diputada de 45 años conocida por su abierta oposición a despenalización del aborto incluso en los casos de violación. “El aborto no es un derecho, el derecho es la vida”, manifestó en un controversial debate que sobre el tema dio el parlamento ecuatoriano en la anterior legislatura.
Eso por no mencionar la estrecha relación que por años ha cultivado el chavismo en Venezuela con un sector de las iglesias evangélicas, y de un tiempo a esta parte con la fe religiosa en general por parte de Nicolás Maduro. Si en busca del milagro electoral hay que echar al cesto de la basura la separación entre Iglesia y Estado, pues se hace.
Estos son los mismos grupos y dirigentes políticos latinoamericanos que con tanto entusiasmo apoyan la izquierda laica europea caracterizada por la antireligiosidad. Claro, en la civilizada Europa también se “cabalgan las contradicciones” como dijo en alguna ocasión el líder de Podemos y ex vicepresidente del gobierno de ese país, Pablo Iglesias, a fin de justificar su cercanía con los ayatolas iranies. El activismo en contra del heteropatriarcado se detiene en los límites del mundo musulmán y la Rusia de Putin, aliados estratégicas en lucha con la decadente democracia liberal.