Leopoldo Martínez Nucete (ALN).- Dos planteamientos centrales, en la retórica del peligroso nacionalismo económico de Donald Trump, giraban en torno a la necesidad de sustraer a los EEUU del histórico acuerdo de libre comercio con México y Canadá y mantener la guerra comercial con China. En su absurda visión, en esos intercambios económico-comerciales radica el problema del sector industrial tradicional de la economía estadounidense, que ha registrado una pérdida de empleo en ciertas regiones del país.
Hagamos una disección. Y veamos dónde han terminado los dos principales planteamientos económicos de Donald Trump, a casi dos años de tomar la Presidencia de EEUU, tomando en cuenta lo acontecido en la reciente Cumbre del G-20 en Buenos Aires, Argentina.
Trump se inició, efectivamente, separándose del Nafta para concluir en la firma por etapas de un acuerdo esencialmente idéntico a aquel con México y Canadá, apenas incorporando ciertos alcances que los tres países tenían años debatiendo y negociando en el marco de los protocolos del Nafta. Trump ha pegado gritos asegurando que acaba de lograr el acuerdo comercial más importante y de mayor magnitud en la historia, pero la verdad es que se trata, en esencia, del mismo tratado, el mismo mercado, los mismos actores. Primero lo suscribió México y esta semana, en Buenos Aires, se anunció que Canadá también se haría parte. En el fondo, Trump ha hecho una pirueta gatopardiana. Cambió todo para no cambiar nada. Pero, eso sí, le puso un nuevo nombre al acuerdo (USMC Trade Agreement, o Acuerdo Comercial entre EEUU, México y Canadá) con el sello Trump. En el fondo, es un ejercicio de demagogia con “rebranding”, un engaño más de los múltiples que sustentan su narrativa.
Trump se inició, efectivamente, separándose del Nafta para concluir en la firma por etapas de un acuerdo esencialmente idéntico a aquel con México y Canadá, apenas incorporando ciertos alcances que los tres países tenían años debatiendo y negociando
Uno de los asuntos centrales de los nuevos alcances del acuerdo es la incorporación de disposiciones para promover la exportación a México de un mayor volumen de partes para el ensamblaje de vehículos automotores, y con ello estimular la industria automotriz, fundamentalmente de Michigan. En este tránsito, General Motors, el gigante automotriz, anunció el cierre de plantas y masivos despidos en los Estados Unidos. Aparentemente, poco ha pesado lo negociado por Trump para retener esos empleos y fuentes de producción en los términos que su política aspiraba.
Enfoquemos ahora la guerra comercial con China. Luego de varias rondas de pulso, en las que se incrementaron aranceles, Trump se sentó con el alto gobierno chino en Buenos Aires y declararon un cese al escalamiento de este conflicto comercial por 90 días. ¿Por qué? La mayor incertidumbre que ha afectado a los mercados bursátiles este año, creando gran volatilidad en el comportamiento de los principales valores emitidos por empresas tecnológicas globales estadounidenses, como Apple, es precisamente esta guerra comercial con China y su adverso impacto en la integración de las cadenas de producción y los mercados de este sector, donde EEUU tiene una significativa ventaja en términos de patentes y desarrollo de nuevas tecnologías y servicios.
Hace unos meses, ante esa incertidumbre y la volatilidad de los mercados, el gobierno de Trump mantuvo el incremento del 10% de los aranceles a las importaciones chinas, difiriendo nuevos aumentos hasta el 30% para enero, a efecto de dar margen a las empresas estadounidenses de encontrar alternativas en su cadena de suministros y producción. Con el acuerdo de tregua comercial por 90 días, suscrito con China en Buenos Aires, se busca prolongar esa fecha inminente en la que Trump había amenazado con aumentar nuevamente los aranceles si China no aceptaba sus exigencias.
Sin embargo, llegará el mes de enero y Trump quedará desnudo ante los mercados sin alternativas ni éxitos que presentar en sus posturas frente a China. El mercado bursátil ha tenido lecturas encontradas sobre este hecho; y, a pesar de una recuperación inicial, ha retornado la volatilidad ante la incertidumbre de lo que pueda acontecer en 90 días. Unos piensan que irá de prórroga en prórroga sin definiciones de fondo, pero sin correcciones al daño introducido hasta ahora. Otros temen que ambas potencias entren en colisión comercial, con terribles consecuencias para la economía global.
Engaño demagógico y populista
En pocas palabras, Trump no tiene idea ni plan alguno en materia económica para cumplir su populista promesa de atender las necesidades de las clases trabajadoras. Y mientras juega con el comercio internacional de forma disruptiva, pero sin efecto positivo, su Presidencia no avanza en materia laboral para, por ejemplo, mejorar el salario mínimo o el acceso a una mejor seguridad social para las clases medias y trabajadoras, en una economía que ya entra en su décimo año de crecimiento económico y lleva varios de pleno empleo (el desempleo estuvo por debajo del 4,5% en los últimos años de la Administración Obama y ahora está en 3,8%). Hay en los últimos ocho años un crecimiento en la productividad también, y ganancias extraordinarias acumuladas en las grandes corporaciones, sin que estos beneficios estén justamente compartidos entre todos los factores de producción, en detrimento especialmente del sector laboral.
En definitiva, el planteamiento de Trump en materia de comercio internacional, como ocurre con la inmigración, es una gran manipulación. Un engaño demagógico y populista.
Afortunadamente, la economía de los EEUU ha probado ser robusta y estar preparada para transitar temporalmente la monumental improvisación de Trump. Lo que no obsta para que algunos analistas se pregunten hasta cuándo… De hecho, muchos piensan que entre 2019 y 2020 podríamos ver un giro negativo en la economía norteamericana, poniendo a Trump a la defensiva para el debate electoral. No falta quien considere que este juego manipulativo, de ofrecer cambios y en el fondo no hacerlos, da para llegar a las elecciones en una relativa situación de bienestar económico.
Amanecerá y veremos. Lo que sí está claro es que el manejo de esta vital cuestión es francamente irresponsable y tendrá consecuencias muy negativas en el mediano y largo plazo, si no antes.