Juan Carlos Zapata (ALN).- Otra vez se estudia el problema del éxodo venezolano. Se ocupa de ello en esta ocasión la revista Nueva Sociedad, bajo el título ‘¿Un éxodo venezolano?’. De entrada, el autor, Keymer Ávila, señala que “la migración venezolana es hoy tema de debates políticos, relaciones bilaterales y trabajo de ONG. Y no menos importante, de propaganda ideológica”. Luego surgen las preguntas que están sobre la mesa: “¿Cuáles son realmente sus magnitudes y quiénes migran? ¿Cuánto hay de propaganda y cuánto hay de realidad? ¿Cuáles son las funcionalidades políticas y económicas que subyacen detrás de estos eventos?”. Ávila es “Investigador del Instituto de Ciencias Penales y Profesor de Criminología en Pre y Postgrado en la Universidad Central de Venezuela. Colaborador del Observatorio del Sistema Penal y los Derechos Humanos de la Universidad de Barcelona”.
La verdad es que se trata de un tema que no se puede negar. El impacto es regional. Tanto en lo político como en lo económico y social. Sólo el gobierno de Nicolás Maduro se cierra a reconocer las dimensiones del éxodo. Y ya por aquí es posible entrar en uno de los factores que forman la paradoja. Que siendo tan numeroso el éxodo, no exista para el Gobierno. Y en el mejor de los casos, pretende minimizarlo. La propaganda oficial apunta que no es nuevo. O que, por el contrario, aún migran personas de Colombia a Venezuela en busca de mejores oportunidades. Lo dicen y lo repiten funcionarios del régimen de Maduro, sin que se les mueva un músculo de la cara.
Ávila explica que el discurso oficial niega el fenómeno “calificándolo como una ‘campaña contra el país’, un ‘montaje’ o ‘fake news’. Señala que sus migrantes son parte de la burguesía apátrida
El profesor e investigador Keymer Ávila, en un trabajo publicado en la revista Nueva Sociedad, explica que el discurso oficial niega el fenómeno “calificándolo como una ‘campaña contra el país’, un ‘montaje’ o ‘fake news’. Señala que sus migrantes son parte de la burguesía apátrida, conformada por gente rica o clase media, hijos de migrantes europeos, que en ocasiones se van engañados por la oposición política y terminan ‘lavando pocetas’; en otras, se llevan cuantiosas cantidades de dinero. Nunca se reconocen las causas que motivan tal éxodo. Tampoco el gobierno asume que en la actualidad la base social que se pretende abrogar, los pobres y los excluidos, también se están marchando del país. De esta manera, buscan, por una parte, banalizar estos hechos; por la otra, descalificar a quienes han decidido emigrar. Tal como sucede con otros problemas nacionales, el discurso negacionista y justificador del gobierno sobre la situación de la emigración de venezolanos ha sido la regla durante los últimos años”.
Entonces, Ávila apunta que “El gobierno venezolano, por su parte, debe reconocer la situación”. Reconocerla implica “bregar por la protección de los derechos de sus conciudadanos dentro y fuera del país”, y ello comienza por un aspecto muy elemental: “por otorgar los documentos de identidad fundamentales para su tránsito legal”. Todos estos elementos conforman una parte de la invisibilidad.
Primero, un Gobierno que no reconoce la magnitud del éxodo.
Segundo, un Gobierno cuya propaganda oficial intenta negarlo.
Tercero, un Gobierno que no otorga documentos a los ciudadanos, como si no existieran.
Cuarto, sin documentos, los venezolanos son vulnerables en el exterior, y esto los hace más invisibles.
El cuarto punto conduce a la otra cara de la invisibilidad. Sin documentos no son “reconocidos/atendidos en los países destino”, escribe Ávila.
Sobran los ejemplos en este sentido. Sin pasaportes, es más difícil cruzar una frontera. De modo que por un lado, los invisibiliza el gobierno de Maduro y, por el otro, los países a donde llegan.
Invisibilidad y xenofobia
¿Pero puede ser invisibilizada una realidad que se extiende como una sombra por medio planeta? Ávila va a los números y apunta: “Para 2017 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estimaba que habían emigrado 1.426.336 venezolanos. En el periodo 2000-2017 se puede apreciar un incremento en el número de migrantes regulares de 41%. Las cifras de la OIM son mayores: para el primer semestre de 2018 ascendía a 2.328.949, lo que representaría al menos un aumento de 900% respecto al año 2015. Esta cifra representa aproximadamente 7% de la población venezolana. Cuando se analizan las cifras de Acnur, queda claro que las solicitudes de asilo y refugio también han aumentado vertiginosamente entre 2014 y lo que va de 2018, al menos en 4.304%. Es de advertir que estas cifras sólo consideran a los migrantes oficialmente registrados, es decir, subestiman la dimensión real del fenómeno, que se caracteriza por su informalidad y precariedad registral”.
Sin pasaportes, es más difícil cruzar una frontera. De modo que por un lado, los invisibiliza el gobierno de Maduro y, por el otro, los países a donde llegan
Pero hay otra paradoja. Y es que el éxodo en cambio no es invisible en el discurso político y en la xenofobia que se despierta en los países destino. En Colombia, Chile, Brasil, Perú, Panamá, España, Estados Unidos y Ecuador, entre otros países, el caso forma parte de la diatriba local, del combate partidista local. Apelar al tema puede traducirse en conseguir votos.
En cuanto a la xenofobia, Ávila hace un inventario que resulta elocuente, señalando que “la migración de la gente humilde” es la que más despierta “estos sentimientos” xenófobos. “Los venezolanos no sólo son señalados como la causa del incremento de la inseguridad de los países receptores, también se les acusa de ser focos de todo tipo de patologías, tanto físicas como sociales. En Colombia responsabilizan a las venezolanas de ser motivo del aumento de las infidelidades y hasta de la desintegración de las familias. Cualquier suceso negativo que pase en estos países ya tiene unos perfectos responsables: los venezolanos son presentados como la encarnación del mal. Estos discursos tienen sus consecuencias: ya se han reportado protestas y agresiones contra los migrantes venezolanos en Panamá, Perú, Brasil y Ecuador. Se ha denunciado también la existencia de fosas comunes con restos de personas migrantes, se documentó el caso de un venezolano linchado en Brasil y en Colombia la muerte de venezolanos se ha incrementado 244%; al menos 18 venezolanas han sido asesinadas en el extranjero, entre 2017 y lo que va de 2018. Según Human Rights Watch y la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), de manera simultánea se dificultan los accesos, los permisos y el otorgamiento de asilos para los venezolanos”.