Leopoldo Martínez Nucete (ALN).- Retirar a los EEUU del Acuerdo Comercial con el Pacífico fue probablemente el gran error de partida en la política comercial de Trump. Cabalgando sobre ese error original, ahora ha formalizado la profundización de una guerra arancelaria con China, que afecta un intercambio de 200 millardos de dólares entre ambos países.
Es cierto que EEUU mantiene un déficit comercial de magnitudes considerables con China. Pero también es cierto que ese déficit tiene que ver en no poca medida con la contratación de producción en masa de productos cuya propiedad intelectual es de alguna empresa multinacional de los EEUU. También es relevante tener en cuenta que China reinvierte buena parte de ese excedente en los EEUU, principalmente en deuda emitida por los EEUU, al punto de ser su principal acreedor, seguido por Japón.
Además, ese endeudamiento viene contrayéndose a rendimientos bastante bajos, lo cual significa que EEUU puede, a un costo muy bajo, financiar sus finanzas públicas, seguridad y defensa, e infraestructura. Quizás la disfuncionalidad del debate y políticas presupuestarias de esta última década en el Congreso de EEUU no ha permitido sacar buen provecho a esa oportunidad, pero sigue allí.
Esta misma semana la incertidumbre afectó los mercados negativamente cuando Trump confirmó que avanzaría en la guerra comercial con China
Es cierto que el acceso de productos importados al mercado chino cuenta con barreras más allá de lo arancelario; y que las importaciones afectan el empleo en ciertos ramos industriales dentro de los EEUU. Pero también es cierto que los consumidores en los EEUU se benefician de forma muy importante con el ahorro que representan esos productos, lo cual mejora la calidad de vida de millones de personas en la clase media y trabajadora estadounidense, y representa una oportunidad de dirigir el ahorro interno hacia el financiamiento de otras actividades económicas donde EEUU tiene mayores ventajas comparativas.
Y, finalmente, también está muy claro que el aparato industrial chino, además de apoyarse en múltiples ventajas y subsidios gubernamentales o en la subvaluación de su moneda, se cimienta en salarios ínfimos, comparados con los del resto del mundo industrializado; y que por un diseño legal que no es respetuoso de las patentes y derechos de propiedad industrial o intelectual del empresariado occidental, principalmente el estadounidense.
Pero mucho más cierto es que China no puede crecer y continuar su ritmo de reducción de la pobreza sin el consumo de los EEUU, que depende de la salud y aceleramiento del crecimiento económico en dicho país.
La relación es difícil y está sujeta a innumerables tensiones, pero pese a ello, más que predatoria es una relación económica de interdependencia. Y precisamente por esta razón, permite manejar la contingencia de seguridad y defensa en términos más razonables, que facilitan la paz a nivel global, a pesar de los múltiples conflictos estratégicos y geopolíticos implícitos en esta compleja bilateralidad.
Trump da lectura a esos hechos y concluye que debe desencadenar una guerra comercial con China. El primer paso en esa dirección, de tono demagógico, fue retirar a los EEUU del Acuerdo Comercial con el Pacífico (conocido por sus siglas en inglés como TPP). Probablemente, su gran error de partida en esta visceral política.
El TPP (Trans–Pacific Partnership) fue suscrito por Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Vietnam y Estados Unidos, el 4 de febrero de 2016, tras largas negociaciones en la era de Barack Obama, con apoyo de amplios sectores industriales y sindicales. Como todos estos esfuerzos multilaterales en el campo económico y comercial, el resultado es siempre perfectible y, por ende, no exento de críticas.
Pero hay tres cosas innegables en aquel esquema:
1) Creaba una zona de influencia estadounidense en un sector vital y estratégico para China, reduciendo barreras comerciales arancelarias y no arancelarias.
2) Fortalecía la defensa de los derechos de propiedad industrial e intelectual estadounidense en el marco de relaciones comerciales progresivamente más simétricas.
3) Incorporaba la necesidad de negociar mejoras graduales a las condiciones laborales y ambientales, así como la racionalización de subsidios entre los países del acuerdo, con el propósito de equilibrar los términos de intercambio evitando ventajas apoyadas en esos elementos disruptivos, fortaleciendo el libre y justo intercambio de mercado. Bajo ese esquema, EEUU aislaba a China en un mercado vital (y estratégico) para su crecimiento, al tiempo que creaba presiones geopolíticas para incentivar a una negociación en bloque con los miembros de esta alianza, poniendo a los EEUU en una posición estratégica para abordar los grandes asuntos que impactan su difícil pero interdependiente relación con China.
Un nuevo acercamiento de China a Rusia
Cabalgando sobre el error original, ahora Trump ha formalizado la continuidad de la profundización de una guerra arancelaria con China, que afecta un intercambio de 200 millardos de dólares entre ambos países. Los mercados bursátiles y el índice de confianza económico, que se mantienen en tendencia alcista, sólo experimentan reparos o retrocesos, puntualmente, ante los rumores de esta política.
La apertura de este frente contra China va desencadenando y profundizando otros eventos. Por ejemplo, un nuevo acercamiento de China hacia Rusia
Esta misma semana la incertidumbre afectó los mercados negativamente cuando Trump confirmó que avanzaría en la guerra comercial con China, pero cedieron luego, cuando la Administración confirmó que el nuevo arancel a esa cesta de productos (que afectan muy especialmente al sector tecnológico, incluyendo empresas como Apple) sería del 10% en una primera etapa, y escalaría al 25% en enero de 2019 si China no cede ante las demandas norteamericanas, para dar tiempo a las empresas a encontrar alternativas en su cadena de suministros. Allí nuevamente pesa sobre la política de Trump el craso error de no haber mantenido el TPP, y la falta de viabilidad en el corto plazo, con un negativo impacto de mediano y largo plazo.
Por otra parte, la apertura de este frente contra China va desencadenado y profundizando otros eventos. Por ejemplo, un nuevo acercamiento de China hacia Rusia y, cabe esperar, una ofensiva con respecto a mercados también estratégicos para los EEUU, en los cuales China viene haciendo avances de penetración sensibles: India, América Latina y África.
Trump se equivoca al hacer las cosas de esta manera. Actúa con su instinto más básico de hombre del mercado inmobiliario: con la idea de que un problema de esta complejidad y tantos ángulos se puede manejar con regateo y posturas fuertes como en una prueba de pulso.
Pero también lo hace con el mapa electoral en la cabeza y los hallazgos de la última encuesta Gallup que indica que la popularidad promedio de Trump se ubica en 38%. Recordemos cómo logró la Presidencia en el autóctono tablero de los colegios electorales, sin la mayoría del voto popular, y cómo reaccionan audiencias muy específicas ante este mensaje o postura de proteccionismo económico contra China, en estados sin los cuales la matemática de los colegios electorales no le permitiría la reelección.