Maryhen Jiménez Morales / Xiaoyu Lu (ALN).- China, como actor relevante en el conflicto de Venezuela, tiene razones de peso para cambiar de aliado y traspasar su apoyo al gobierno liderado por Juan Guaidó.
El punto muerto en medio de la crisis venezolana revela la cruda realidad de la geopolítica global contemporánea. Cada actor en este conflicto está respaldado por diferentes potencias internacionales y es por ello que el escenario en Venezuela nos evoca un signo preocupante de familiaridad con casos anteriores, como Ucrania y Siria, por ejemplo. Sin embargo, lo que es diferente en el caso venezolano es que China, como actor relevante en este conflicto, sí tiene razones muy claras para cambiar de aliados y traspasar su apoyo hacia el gobierno transitorio liderado por Juan Guaidó.
Es clave destacar que las preferencias de China no siguen un patrón consistente sobre si un gobierno es autoritario o socialista, sino que se centran en una política basada en el principio del pragmatismo
Cuando analizamos la política exterior china hacia Venezuela podemos caer en la tentación de creer que esta potencia prefiere apoyar a regímenes izquierdistas o con rasgos autoritarios. Pero este simplemente no es el caso. Desde 2009, China ha adoptado en todo el mundo una actitud más flexible con respecto a las transiciones de regímenes y la intervención humanitaria. Por ejemplo, aplicó el principio de Responsabilidad de Proteger en Mali, Somalia y Sudán del Sur, y se abstuvo de la intervención en Libia. En 2017, China retiró su apoyo de una década a Robert Mugabe en Zimbabwe y aceptó la transición de régimen a través de un golpe de Estado.
Todo esto nos lleva a pensar que China cambia su política exterior cuando se da cuenta de que su aliado ha fallado en la gobernabilidad. Por ello es clave destacar que las preferencias de China no siguen un patrón consistente sobre si un gobierno es autoritario o socialista, sino que se centran en una política basada en el principio del pragmatismo. El Gobierno chino, en otras palabras, está interesado en trabajar con un gobierno eficaz y receptivo para continuar su comercio e inversiones. Volviendo al caso de Venezuela, hasta ahora, el apoyo sui generis de China a Nicolás Maduro se ha fundado en razones económicas, incluidas el suministro de petróleo venezolano a cambio de casi 60.000 millones de dólares concedidos por China en calidad de préstamo. Debido a la escalada de la crisis política y económica de los últimos años en Venezuela, resulta obvio pensar que China esté preocupada por la sostenibilidad de dichos acuerdos. Por lo tanto, será en beneficio de los propios intereses chinos no sólo aceptar sino facilitar un cambio político en Venezuela que busque relanzar la economía y el bienestar de la sociedad venezolana.
A pesar de que este cambio en su política exterior suena racional, China aún enfrenta algunos dilemas que tiene que resolver antes de apoyar el cambio político. Si bien es innegable que el gobierno de Maduro ha perdido la gobernabilidad y la capacidad para recuperar la productividad del país, Pekín aún desconfía de lo que pueda ocurrir después de la caída de Maduro. ¿Respetará un futuro gobierno los acuerdos económicos preexistentes?
Juan Guaidó, el actual presidente interino de Venezuela, ya ha abordado este tema asegurándole a Pekín que todos los acuerdos que se firmaron bajo el marco legal venezolano serán respetados. En una entrevista ofrecida al South China Morning Post, Guaidó invitó a China a pensar en sus propios intereses económicos: “China ha sido testigo de primera mano del saqueo del régimen de Nicolás Maduro, una administración irresponsable en el manejo de los recursos públicos, con una corrupción endémica y que al final ha destruido cualquier potencial de desarrollo para el cual ha recibido importantes aportes. [Nosotros queremos] acabar con el saqueo del que también fueron víctimas los inversionistas chinos. Los proyectos de desarrollo de China en Venezuela han ido desapareciendo pues han sido destruidos por la corrupción o por el impago de la deuda”. De esta manera, Guaidó está apelando claramente a la postura pragmática de Pekín, estimulando al país a apoyar una transición basada en el interés propio. Además, el joven líder de la oposición ha invitado a China a unirse a sus esfuerzos para relanzar la relación bilateral. “El apoyo de China será muy importante para impulsar la economía de nuestro país y el desarrollo futuro”, dijo Guaidó en la misma entrevista.
Una Venezuela post-Maduro
Consideramos que el planteamiento de Guaidó de una nueva relación bilateral entre China y Venezuela bajo reglas claras y transparentes se alinea perfectamente con los intereses de Pekín. El mismo día en que se publicó la declaración del presidente interino, China adoptó un ligero cambio en su retórica sobre la crisis venezolana, que hasta este entonces había sido bastante determinante. En una conferencia de prensa, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores destacó que “la parte china ha estado en estrecha comunicación con todas las partes de diversas maneras sobre la situación en Venezuela”. El ministerio señaló además que “China continuará impulsando sus intercambios y cooperación con Venezuela en varios campos y defenderá el principio de igualdad, el beneficio mutuo, la cooperación y el desarrollo común”. Esta segunda afirmación es interesante, ya que consideramos que China no tiene una cooperación de beneficio mutuo con el gobierno de facto de Maduro. Como Guaidó ha destacado varias veces, la influencia de China en Venezuela, así como sus negocios, han disminuido dado que Venezuela se ha convertido en un Estado fallido.
El joven líder de la oposición ha invitado a China a unirse a sus esfuerzos para relanzar la relación bilateral. “El apoyo de China será muy importante para impulsar la economía de nuestro país y el desarrollo futuro”, dijo Guaidó
Creemos también que China está consciente de que la Venezuela conducida por Maduro no es capaz, bajo su condición de Estado fallido, de controlar el propio territorio nacional. Sólo observando la presencia de grupos irregulares, como el ELN colombiano (Ejército de Liberación Nacional), los escándalos de corrupción en la cúpula del ejército o la pérdida del apoyo popular de Maduro, que ya supera el 90%, China debería entender más pronto que tarde que su apoyo a un gobierno de transición es la decisión adecuada. En Venezuela prácticamente existe unanimidad en la población para que Maduro abandone el poder. Este hecho sólo agrega mayor inestabilidad, con lo cual Pekín ya no está en la posición de ganar algo con Maduro, aun cuando la dependencia de este hacia China ha aumentado dramáticamente en los últimos años.
Por el contrario, China debería enfocarse en el papel que puede jugar en una Venezuela post-Maduro. Las oportunidades de inversión serán innumerables. Guaidó alentó al Gobierno y las empresas chinas a ayudar a reconstruir el sector del gas y petróleo, pero también la industria ligera. Además, la experiencia de China en infraestructura, vivienda y comunicación representa otra posibilidad más para la inversión.
Las administraciones de Xi Jinping y Guaidó están en el punto ideal por comenzar a construir una hoja de ruta que plasme el papel de China en una Venezuela que ya está en transición.
AUTORES
Maryhen Jiménez Morales es investigadora en el Departamento de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad de Oxford
Xiaoyu Lu es investigador en el Departamento de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad de Oxford