Ysrrael Camero (ALN).- El 26 de febrero se confirmó el primer caso de Covid-19 en Brasil. Desembarcando la enfermedad en América Latina, la propagación de la misma puede tocar pronto las puertas de Venezuela, y la emergencia humanitaria que ya vivimos, podría complicarse aún más.
La expansión del coronavirus, Covid-19, por los cinco continentes ha motivado la respuesta de los sistemas sanitarios de muchos países, y ha levantado alarmas en los medios de comunicación a través de un discurso muchas veces apocalíptico, induciendo pánico en la población.
Sin embargo, lo que parece claro es que, como toda enfermedad, tendrá un impacto mayor en los sectores más vulnerables y en aquellas sociedades donde no exista un sistema público de salud con capacidad de prevención, contención y atención efectiva, como es el caso de Venezuela.
La alta vulnerabilidad de la sociedad venezolana frente a una epidemia como la del Covid-19 expresa la paradoja del fracaso del sistema autoritario que el chavismo implantó en Venezuela. La voluntad de control total sobre la vida de los venezolanos, la vocación totalitaria del régimen, ha derivado en la destrucción de la capacidad del Estado venezolano para asegurarle a su población acceso a los servicios básicos, incluyendo la salud.
La capacidad de respuesta del sistema público de salud venezolano se ha reducido al mínimo, al tiempo que se ha incrementado la vulnerabilidad de la población, desnutrida, sin medicinas, donde ha aumentado el porcentaje de adultos mayores y niños, es decir de los más susceptibles, no sólo para contraer la enfermedad, sino para desarrollarla gravemente.
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La efectividad real del sistema de vigilancia epidemiológica depende de la capacidad del Estado para controlar el territorio, y fuera de las grandes ciudades esta ha venido mermando. La feudalización del territorio, dividido entre mafias y grupos armados, es la realidad cotidiana, especialmente en el sur del país.
La reaparición de otras enfermedades, como la malaria y la tuberculosis, que habían desaparecido décadas atrás, es un llamado de atención a la vulnerabilidad de la sociedad venezolana. El carácter endémico que vuelven a tener algunas enfermedades tropicales refleja nuestro déficit sanitario.
Las respuestas sistémicas
La respuesta de las sociedades refleja la fortaleza o debilidad de sus sistemas públicos de salud, así como su cultura política. El tipo de respuesta del gobierno chino a la aparición del Covid-19 es expresión del grado de control que el Estado tiene sobre su población, generando férreos espacios de contención y cuarentena, no sólo de sus habitantes, sino también de la información que se generaba alrededor de la enfermedad, impulsando que un solo canal condujera cada dato, pretendiendo bloquear filtraciones.
En los países desarrollados, capitalistas y democráticos, la respuesta principal ha sido proporcionada por los sistemas públicos de salud, construidos a lo largo de las décadas precedentes, y por medio de decisiones de cuarentena, que han implicado la suspensión de actividades colectivas de encuentro y esparcimiento.
En estas sociedades no ha habido una política de control de la información, por lo que los gobiernos han tenido que desarrollar una campaña de comunicación para dirigir la atención a los datos reales, responder a informaciones falsas y a campañas de bulos que han incrementado el miedo y la xenofobia, explotando prejuicios existentes para viralizar, nunca mejor dicho, una información falsa a mayor velocidad que la propagación de la enfermedad.
Aunque la letalidad del virus es baja, similar a la de otras gripes, ha sido su tasa de propagación una gran preocupación para la OMS y los servicios sanitarios, ya que, al ser su período de incubación más largo que el de otras patologías semejantes, se contagia a mayor velocidad antes de que se presenten los síntomas.
El riesgo para los más pobres
La propagación de la epidemia, iniciada en China, ha seguido el camino de las rutas turísticas y comerciales, como acostumbran a propagarse las enfermedades desde tiempos antiguos, cebándose en los más vulnerables y en aquellas sociedades cuya capacidad de respuesta es menor.
De allí que la presencia del virus en Nigeria, insertándose en el África subsahariana, donde los sistemas de la salud son débiles o inexistentes, y su llegada a Brasil, entrando a una América Latina profundamente desigual, donde hay mucha población vulnerable, haya desembocado en un incremento en las preocupaciones globales respecto a la enfermedad.
Venezuela: la más vulnerable
La emergencia humanitaria compleja que vive Venezuela hace a la mayor parte de su población altamente vulnerable. Pudiendo ser, de hecho, el país más vulnerable de Sudamérica frente a la expansión del Covid-9.
Primero, la destrucción sistemática del sistema público de salud, con hospitales y centros de atención primaria que no cuentan con los insumos básicos, dificulta que quienes presenten síntomas accedan a un diagnóstico oportuno, y puedan ser colocados en cuarentena para evitar el contagio.
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Segundo, la migración del personal médico capacitado, parte de la sintomatología de lo anterior, ha mermado la capacidad de respuesta de los centros de salud, tanto públicos como privados, a una emergencia médica, requiriendo de ayuda humanitaria externa inmediata.
Tercero, el cambio demográfico derivado de la migración masiva de una gran cantidad de jóvenes, provoca el incremento porcentual de los sectores más vulnerables, los ancianos y los niños. Las defensas inmunológicas de la población han sido impactadas por la crisis alimentaria, el hambre ha debilitado la capacidad de respuesta de los venezolanos, lo que incrementa la posibilidad de sufrir la enfermedad.
Cuarto, la debilidad del Estado, la pérdida de estatalidad, implica que no existe la capacidad de controlar el flujo humano en las fronteras, de atender a la población, especialmente al sur del país, ni de evitar la creación de espacios de incubación de la enfermedad. La destrucción de los servicios públicos, electricidad, agua, y transporte, tiene un impacto muy negativo en la salud de los venezolanos.
De esta manera, es prioritario evitar que el virus llegue a Venezuela, porque agravaría una situación humanitaria, ya de por sí muy grave. Nicolás Maduro no tiene la capacidad de responder a este reto.