Pedro Benítez (ALN).- A nadie debería sorprender que, ante la eventualidad de un cambio político, María Corina Machado (MCM) ofrezca puertas abiertas a la inversión norteamericana en el sector de los hidrocarburos venezolanos.
Después de todo, eso es parte de su ideario político, aspecto que nunca ha ocultado. Tampoco que considere aliados de causa al Secretario de Estado y Consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Marco Rubio, así como a la representante republicana por Florida ante el Congreso de ese país, María Elvira Salazar. Ellos son parte de su mismo grupo ideológico. Hasta aquí no hay novedad.
Lo que sí resulta bastante revelador de la dinámica de los asuntos humanos y da una señal de hacia dónde se dirige Venezuela, son los reiterados mensajes de agradecimiento, simpatía y buena voluntad expresados hacia el controversial presidente Donald Trump y su enviado para asuntos especiales, Richard Grenell, por parte de todo el grupo que ejerce el poder político en Venezuela. Es decir, de los herederos de quien resumió sus sentimientos en el terreno de la política internacional con esa frase que ha quedado inscrita en los anales de la historia nacional: “¡Váyanse al carajo, yanquis de mierda!”.
De modo que aquí la noticia no es que el perro mordió a un hombre, sino que un hombre mordió a un perro.
Por supuesto, cualquier persona con un mínimo de humanidad debería alegrarse de que una niña de dos años regrese a los brazos de su madre luego de meses de arbitraria separación impuesta por el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos (DHS), en uno de los procedimientos más criticados y cuestionados en ese mismo país, con los que se castiga a la inmigración irregular.
El detalle es que ese gesto no es para agradecérselo a la administración Trump, sino al tribunal que impuso esa decisión, según confesión de parte. Por cierto, también a la Suprema Corte (de mayoría conservadora) de ese país, que en un fallo 7 a 2 acaba de afirmar que los procedimientos contra los inmigrantes venezolanos por parte de ese Gobierno son violatorios del debido proceso al que tienen derecho. Otro logro de la bendita separación de poderes de la principal democracia burguesa del mundo, y no de las luchas antiimperialistas.
Sin embargo, el oficialismo venezolano insiste en agradecer al inquilino de la Casa Blanca y a su enviado especial para Venezuela y Corea del Norte. Como sabemos, es parte de la lucha por “la narrativa”, en la cual se pretende aparecer como el que sí le importa a Trump y a quien Grenell le atiende los mensajes de WhatsApp. Pero hay algo más.
Esta misma semana se celebró en Beijing la IV Reunión Ministerial entre la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y el gobierno de la República Popular China, con palabras de bienvenida del presidente Xi Jinping y asistencia de los mandatarios de Colombia, Gustavo Petro; de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva; y de Chile, Gabriel Boric. También hicieron acto de presencia buena parte de los cancilleres de la región latinoamericana, incluido el canciller Yván Gil.
No obstante, en la mencionada cumbre brillaron dos ausencias: los mandatarios de Argentina y Venezuela, Javier Milei y Nicolás Maduro, respectivamente.
Del primero se podría comprender, dado su alineamiento con Estados Unidos en medio de la actual disputa comercial, aunque para el país austral es crucial el comercio con China y, además, esta nación le renovó en abril un swap por 4.800 millones de dólares.
Pero en el caso de Maduro es digno de atención, puesto que no hay otro gobierno de esta parte del mundo que haya alardeado más de sus excelentes y estrechas relaciones con el Imperio Celestial. En su último viaje a aquellas tierras, en septiembre de 2023, suscribió en el Gran Palacio del Pueblo con el presidente Xi un acuerdo mediante el cual se elevó la asociación estratégica binacional a la categoría de “A toda prueba y todo tiempo”. Se reafirmaron (por enésima vez) los compromisos por defender intereses comunes, fortalecer la cooperación y la solidaridad, y se reiteraron los lazos de confianza mutua y trabajo por el desarrollo común.
Previamente, como parte de la gira, Maduro y la primera combatiente recorrieron las ciudades de Shenzhen y Shanghái, y se les brindó en su honor un espectáculo de drones al aire libre. Por cierto, no faltaron en esa ocasión los agudos observadores que destacaron la trascendencia geopolítica de la visita presidencial.
Sin embargo, el gobierno de Beijing no renovó el famoso Fondo Mixto Chino-Venezolano ni extendió una nueva línea de crédito. El viaje, sin duda, fue muy bonito, pero se regresaron con las manos vacías.
En ese sentido, llama la atención que, en la citada cumbre de la CELAC (mecanismo intergubernamental de ámbito regional entusiastamente respaldado en su origen (2010) por el gobierno chavista) no hiciera acto de presencia el jefe de Estado venezolano y que, por su parte, el presidente Xi no hiciera referencia alguna a la cooperación llevada a cabo con el país latinoamericano que más créditos ha recibido por parte de los chinos. Para 2013, según un reportaje de The New York Times, Venezuela llegó a recibir casi el 60 % de los préstamos del Banco de Desarrollo de China para América Latina.
Pero, al parecer, la patria de Bolívar no figura en el mapa de prioridades del gigante asiático en el esfuerzo que realiza por atraerse a esta parte del mundo a su esfera de influencia.
A estas alturas, Venezuela no figura entre los diez países de la región que más exportan a China, ni en los tres que tienen tratado de libre comercio con ese país (Chile, Costa Rica y Perú).
Los 700 millones de dólares registrados como exportaciones venezolanas en 2023 fueron la mitad de los de Bolivia ese mismo año.
Vista así la situación, con la inflación anualizada rumbo al 200 %, y la brecha entre el dólar BCV y el libre creciendo, es obvio que el destino del régimen instaurado en el país en enero de 1999 depende, de manera crucial, de Estados Unidos. ¡Por supuesto que hay que tener palabras amables, de simpatía y buena voluntad para Trump y nuestro amigo Richard Grenell!
Recordando aquella famosa frase de William Shakespeare en la tragedia Ricardo III, “Un caballo, un caballo, mi reino por un caballo”, aquí podríamos parafrasear: “Grenell, Grenell, mi reino por la atención de Grenell”.