Zenaida Amador (ALN).- Lo que en agosto parecía ser una medida inminente del gobierno de Nicolás Maduro hoy forma parte del silencio oficial. Los funcionarios poco dicen acerca del precio al cual escalará la que hasta ahora es considerada la gasolina más barata del mundo y no hay indicios de la fecha de aplicación del aumento.
La semana pasada tímidamente se supo que la Dirección del Mercado Interno de Combustibles de Petróleos de Venezuela (PDVSA) está evaluando un subsidio a la gasolina de “dos años de duración”. Y nada más se ha dicho al respecto. Esta información llega cuando entre la mayoría de los venezolanos crece la idea de que a Nicolás Maduro le tembló el pulso para concretar el aumento que anunció en agosto, y que es una de las piezas clave de su Plan de recuperación, crecimiento y prosperidad económica, con el que promete sacar a Venezuela de cinco años continuos de recesión. De hecho, el mandatario sostiene que la medida permitirá ahorrar 10.000 millones de dólares.
Algunos llegaron a calcular que se requeriría un alza de 80.000.000% para colocar el precio del combustible local en el promedio internacional
Pero tuvo el momento para hacerlo y hasta llegó a contar con el hecho de que muchos analistas críticos de su gestión dijeron que el aumento era necesario; sin embargo, Maduro no terminó de concretarlo. Ahora que transita los días finales de su primer período presidencial y que crecen las dudas acerca de lo que ocurrirá a partir del próximo 10 de enero, cuando está previsto el inicio de su segundo gobierno, cuestionado nacional e internacionalmente porque carece de legitimidad, el aumento de la gasolina luce más cuesta arriba.
Temas de fondo
En el fondo del retraso están las protestas populares por los malos servicios públicos y la crisis, la coyuntura política y la hiperinflación que acaba con el poder de compra del ingreso y que habría forzado a ajustar varias veces el precio de la gasolina desde agosto a la fecha para preservar su valor. A esto se suman la escasez de divisas y la destrucción de PDVSA, a la par de otras deficiencias operativas y tecnológicas que han complicado la ejecución de una de las medidas más temidas por los gobernantes venezolanos desde 1989, cuando ocurrió la explosión social que pasó a la historia como “El Caracazo”.
El 20 de agosto fue el día originalmente fijado para aplicar el aumento, que de inmediato se reprogramó para el 4 de septiembre y que luego quedó para el 1 de octubre. Desde allí el Gobierno ya ni siquiera se toma la molestia de anunciar nuevas fechas para cumplir con el incremento del precio.
Sin decir cuál será la nueva tarifa, las declaraciones de Maduro apuntan siempre a que la gasolina se venderá a precios internacionales. Algunos llegaron a calcular que se requeriría un alza de 80.000.000% para colocar el precio del combustible local en el promedio internacional, algo que luce como una locura en medio de la crítica situación económica y social que vive Venezuela.
En todo caso, Maduro dijo que las estaciones de servicio comenzarían a cobrar con un sistema de BioPago que permitirá subsidiar la gasolina a quienes accedieran a registrarse para portar el polémico “Carnet de la Patria” con el cual desde hace dos años entrega becas y asistencias ejerciendo un férreo control social. Es decir, que la gasolina pasaría a formar parte de su cerco a la conducta de los ciudadanos.
¿Cuándo y cuánto?
Hace semanas por las gasolineras de todo el país comenzaron a desfilar funcionarios vestidos de rojo portando unos dispositivos chinos con el sistema de BioPago, que en la mayoría de los casos no funcionaban por fallas de conexión. Actualmente la presencia de los funcionarios es casi inexistente, así como de los dispositivos, que parecen haber quedado relegados -pero sin uso- a los estados fronterizos, donde el Gobierno prometió una guerra para frenar el contrabando de extracción.
La dilación pone en evidencia que el Gobierno, más que pretender corregir la distorsión fiscal generada por el exagerado subsidio a la gasolina -que impera en Venezuela desde hace dos décadas-, realmente lo que ha pretendido es restringir el consumo del combustible, ya que no hay divisas para seguir importándolo de Estados Unidos y compensar la incapacidad productiva de la industria petrolera local.
En un país sin alimentos ni medicinas el 47% de las menguadas importaciones hechas en el primer semestre de este año son petroleras. Se trata de mezclas para mejorar el crudo pesado, pero en buena medida de aditivos y propiamente gasolina para atender el mercado interno.
En un país sin alimentos ni medicinas el 47% de las menguadas importaciones hechas en el primer semestre de este año son petroleras
La Federación Única Nacional de Trabajadores Petroleros de Venezuela calcula que para ello se necesitan 190.000 barriles al día: son importados alrededor de 60.000 y sólo 45.000 son procesados localmente. Por lo que hay un faltante de 85.000 barriles diarios, que se traduce en un suministro intermitente de combustible en todo el país, generando largas colas en las estaciones de servicio y malestar en la población.
La imposibilidad de surtir de gasolina a Venezuela se hará más patente en los próximos meses, ya que todo apunta a que seguirá cayendo la producción petrolera -que hoy se sostiene en un millón de barriles por día-, y que la carencia de ingresos dejará al Gobierno sin margen de acción. Sin duda un contexto incendiario para lanzar un ajuste en el precio del combustible.
Por eso el subsidio es crucial en la estrategia de Maduro. Recientemente aseguró que “la próxima semana que viene (sic) voy a anunciar buenas noticias y buenas sorpresas para el Carnet de la Patria. ¡Pendientes!”. A partir de allí en algunos círculos comenzó a crecer la idea de que a la par del reparto masivo de becas y bonos se podría encubrir el aumento de la gasolina por la vía del anuncio de un abultado subsidio para quienes hayan accedido a sacarse el carnet.