Alonso Moleiro (ALN).- Aunque con sus fusiones, acuerdos, equivocaciones e inversiones siempre están en el foco noticioso, en líneas generales los millonarios latinoamericanos apuestan por la discreción y el testimonio moderado en las redes sociales. En un universo donde no existen antesalas, blindados, portavoces ni guardaespaldas, siempre será mejor ser dueño del silencio que esclavo de la palabra.
Cuentas hablachentas y conversadoras; cuentas crípticas y escasas en contenido. Este es un universo en el cual, como cabe imaginar, hay de todo. Los grandes magnates de América Latina, sin embargo, desembarcan en el universo de la democracia de las redes con una seña que parece acordada. Las grandes fortunas de la región van por el Twitter prevenidas de que siempre será mejor optar por la parquedad para no andarse exponiendo de más.
Los millonarios, en lugar de decir cosas, las dejan dichas, o las hacen saber. Lo frecuente es que no les funcione el “cuerpo a cuerpo” de la red
Tiene sentido. Convengamos en que las grandes personalidades acaudaladas de ese lado del mundo, como cualquier otro colega de perfil similar en el resto del globo, enfrentan el escrutinio y la mala voluntad de mucha gente. Además, las redes son, por naturaleza, el terreno de la democracia en la comunicación: acá terminan las tutelas, las presiones y los intermediarios para que circulen los contenidos. No se puede contratar empresas de seguridad para enfrentar un reclamo destemplado y auténtico en la red.
Los ricos, sin embargo, tienen su tribuna, que no está “cepillada” por un community manager; discurre entre sus pares como una boya en el medio del mar. Estas son personas metidas por naturaleza en la dinámica de la economía; proveedoras de empleos y servicios; con intereses específicos dentro del contexto de cada uno de sus países. Los millonarios, los misteriosos millonarios de este tiempo, claro que dicen cosas. Ellos deciden cómo y en cuáles términos.
Por ejemplo, el magnate chileno Andrónico Luksic es un caso atípico. Es un conversador natural y le gusta intercambiar opiniones y ofrecer ayudas.
Dramático y frustrante. Que ningún niño más pague las consecuencias de que como país no estemos siendo capaces de derrotar la delincuencia!! pic.twitter.com/U5DKENzezm
— Andrónico Luksic C. (@aluksicc) 18 de octubre de 2017
Un día como hoy hace 200 años se establecía la forma y colores de nuestra bandera. Qué bandera más linda !! Llevémosla con orgullo !! 🇨🇱 pic.twitter.com/z9BLXr12D0
— Andrónico Luksic C. (@aluksicc) 18 de octubre de 2017
Luksic, incluso, se otorga permisos para responder señalamientos y solicitudes directas, que pueden comprometer su palabra:
Roberto, pediré que se pongan en contacto con usted para que lo ayuden con las colaciones . Que le vaya bien. Saludos . https://t.co/dUiL9CNnM6
— Andrónico Luksic C. (@aluksicc) 20 de octubre de 2017
Alejandro Santo Domingo, cabeza del poderoso consorcio colombiano que lleva su apellido, tiene una cuenta con apenas dos tuits.
El venezolano Gustavo Cisneros, como también su par y compatriota Lorenzo Mendoza, permanecen agazapados, inexistentes, apenas sugeridos, sus nombres disueltos entre homónimos y cuentas “fake”.
Alejandro Bulgheroni, un habitué de las listas de la revista Forbes, de acuerdo a los reportes el hombre más rico de Argentina, tampoco emite latidos ni señales de vida en este dominio del consumo de contenidos. Prefiere Bulgheroni que se hable de él, como en efecto se hace, en lugar de andar fijando posiciones y explicándose de más.
Sí está presente Isabel Noboa, empresaria ecuatoriana que es parte de un grupo económico tutelar en su país, que además ha tenido sus ramificaciones históricas en la política local. Los Noboa son magnates del negocio bananero y también han incursionado en el sector del turismo y la construcción, a través del Consorcio Nobis. La cuenta de Noboa tampoco es demasiado prolífica, aunque sí luce correctamente decorada y perfumada con su rostro y sus colores. Noboa pone a circular con mucha disciplina los ejes de negocios, las inversiones y los resultados de sus proyectos, particularmente visibles en la ciudad de Guayaquil.
Tampoco matricula en las redes Adriana Sarmiento, hija de la primera fortuna de Colombia, Luis Carlos Sarmiento. Ni el chileno Gonzalo Said, miembro de una promimente familia, distribuidores de Coca-Cola en Chile, en este momento detrás de importantes inversiones de conocidas firmas bancarias.
Hace poco, como lo reseñara en su oportunidad ALnavío, los grandes millonarios de América Latina se encontraron en Madrid, en el marco del Congreso Iberoamericano de Presidentes y Familias Empresarias. Asistieron todos: intercambiaron experiencias, con sus voceros; prepararon presentaciones y reflexionaron sobre el desarrollo de la región y el marco para buscar nuevos horizontes de negocios. Los millonarios, en lugar de decir cosas, las dejan dichas, o las hacen saber. Lo frecuente es que no les funcione el “cuerpo a cuerpo” de la red.