Pedro Benítez (ALN).- La larga y destructiva catarsis antiempresarial del chavismo parece que ha culminado. Está por verse si es de manera definitiva. El segundo hombre del régimen de Nicolás Maduro, Jorge Rodríguez, ha hecho acto de presencia en la sede de Fedecámaras (el principal gremio empresarial venezolano) pero no para acosarla violentamente sino para dialogar. Un reconocimiento tácito de que los empresarios privados ya no son considerados los jefes de la “guerra económica” que se declaró formalmente en 2013.
Hasta hace apenas tres años grupos de civiles armados afectos al chavismo solían acosar la sede de Fedecámaras (el principal gremio empresarial venezolano) en Caracas. Amedrentaban a cuanto transeúnte encontraban desprevenido, pintaban consignas revolucionarias en las paredes del inmueble, mientras proferían toda clase de epítetos y amenazas contra los empresarios privados, a quienes la propaganda oficial responsabilizaba como los autores materiales de la criminal “guerra económica” impuesta al país por medio del acaparamiento y la usura.
El pasado miércoles Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional elegida el 6 de diciembre, hizo acto de presencia en esa institución con una actitud muy distinta. No para reprochar sino para conversar con sus directivos, según se informó, acerca de la estrategia de vacunación contra el covid-19 y la interminable crisis económica del país.
Al frente de un Parlamento cuya elección no reconocen Estados Unidos, un buen número de países latinoamericanos y 25 de los 27 Estados miembros de la Unión Europea, la intención de Rodríguez es clara: busca dentro de Venezuela la legitimación que no obtiene fuera de las fronteras nacionales.
De modo que acercarse a la más importante agrupación de empresarios privados del país es parte de la estrategia que como principal operador político de Nicolás Maduro se ha impuesto. Por un lado crea desde su Asamblea una “Comisión para el Diálogo, la Reconciliación y la Paz” para promover (según se dice) estos nobles propósitos. Pero por otra parte, desde esa misma instancia una “Comisión de la Verdad” solicita como su primera acción ante la Fiscalía (controlada por Maduro) medidas cautelares contra un numeroso grupo de diputados de la Asamblea Nacional que preside Juan Guaidó.
Es decir, la conocida táctica del palo y la zanahoria. Diálogo y buenos propósitos por un lado, proseguir en la persecución política por el otro.
No luce factible que por esa vía Jorge Rodríguez consiga abonar el terreno para un eventual acercamiento con Estados Unidos y Europa. Si es eso lo que busca. Pero estas son las contradicciones del chavismo-madurismo, que no puede vivir sin un enemigo.
Sin embargo, el acercamiento a Fedecámaras no deja de ser significativo luego de tres lustros de prédica en contra de los empresarios, a quienes la extensa red de medios públicos calificó de “apátridas”, “parásitos”, “rentistas”, “que sólo quieren los dólares del Estado”.
No es que los empresarios fueron a la sede del Poder Legislativo controlado por los partidarios de Maduro a pedir indulgencia. Es que Jorge Rodríguez fue por sus propios pasos al sitio de reunión de la patronal venezolana.
Todavía en septiembre de 2018 la Fuerza Armada Nacional (FANB) anunciaba, en el marco de la “guerra económica”, un plan para fiscalizar los precios en los 53 mercados municipales más importantes del país. En aquella oportunidad el aún ministro de la Defensa, general en jefe Vladimir Padrino López, hizo un llamado para “acabar con los precios elevados y con esa tendencia a que cada día hay un precio diferente; como ejemplo: las Empresas Polar. Es inaceptable el aumento de precio cada vez que se hace la distribución a pequeños y medianos comerciantes”.
Recordemos que desde noviembre de 2013 Maduro declaró formalmente la “guerra económica” para luchar “contra la especulación”, “por la reestructuración del ordenamiento económico”, “estabilizar la producción” y lograr el “equilibrio real”.
Por entonces el desabastecimiento de productos básicos del país se agravaba con un ritmo inflacionario mensual que en ese mes el Banco Central de Venezuela (BCV) estimó en 4,8%. A finales de 2018 superaba el 120% mensual según cálculos de la Asamblea Nacional.
La realidad se impone
No obstante, el discurso oficial insistió durante seis largos años en que el país era víctima de una agresión emprendida, fundamentalmente, por los empresarios privados, empeñados en arruinarse ellos mismos con tal de derrocar al socialismo del siglo XXI.
En varias ocasiones la FANB cerró la frontera con Colombia argumentando que ese era un frente desde cual se destruía la economía nacional y se especulaba contra el bolívar. El único resultado concreto fue destruir la segunda mejor relación comercial externa que tenía Venezuela, porque ni siquiera se logró detener el contrabando de la gasolina venezolana al otro lado de la línea fronteriza.
Un informe del BCV de 2018 admitía la catástrofe económica de magnitudes colosales que ocurrió en Venezuela antes del inicio de las sanciones comerciales impuestas por el gobierno de los Estados Unidos a la industria petrolera venezolana en marzo de 2019.
No está de más recordar que mientras el PIB venezolano y las importaciones de maquinarias, repuestos, materias primas, alimentos y medicinas se contraían año tras año (las importaciones totales se redujeron en 74%), Estados Unidos siguió siendo el principal mercado del petróleo venezolano. Hasta ese mes de marzo, ocho de cada 10 dólares que le ingresaban a Venezuela por concepto de exportaciones petroleras provenían de clientes estadounidenses.
Al mismo tiempo, y según ese informe oficial, entre el tercer trimestre de 2013 y el tercer trimestre de 2018 la producción total del país cayó en 52%, el sector petrolero se contrajo en 47,4%, la industria en 76, 2%, la construcción en 95% y el comercio en 79%. Y por otra parte, la tasa de inflación pasó de 181% en 2015 a 130.000% en 2018.
En el medio ha quedado una sociedad arruinada, sumida en el hambre y la miseria, que ha expulsado a más de cinco millones de sus habitantes.
Pero he aquí que luego de toda esta devastación económica y humana han perdido la fulana “guerra económica”, aunque ahora ni se hable de ella y se presente una derrota como una victoria. En esto último Maduro y su equipo son insuperables.
No pulverizaron el dólar, sino el bolívar, pero venden la dolarización de facto como una victoria. En alguna ocasión el exvicepresidente Aristóbulo Istúriz afirmó: “Si quitamos el control de cambio nos tumban”. “Es una decisión política, no económica”. Pues eliminaron el control de cambio del que ya nadie se acuerda en Venezuela.
No lo hicieron como una decisión política sino porque se quedaron sin dólares. Y así van. Rectificando, no por convencimiento propio sino porque han chocado (y con ellos toda una sociedad) contra la realidad.
Jorge Rodríguez se sentó con los representantes de los empresarios venezolanos no como consecuencia de una epifanía intelectual, sino porque la realidad se lo impone. La correlación de fuerzas va cambiando. Ya no son los empresarios venezolanos los que dependen del Estado petrolero. Es que el Estado (chavista) que liquidó su renta petrolera necesita de los empresarios. Este es el dato.
Que lo anterior sea compatible con los planes políticos de Maduro y Jorge Rodríguez es lo que está por verse.