Daniel Gómez (ALN).- Mientras el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, extendía por un año el decreto de emergencia nacional hacia Venezuela, el secretario de Estado, Antony Blinken, dejaba claro que no todas las opciones estaban sobre la mesa. “No vamos a promover la democracia a través de costosas intervenciones militares o intentando derrocar a regímenes autoritarios por la fuerza”, dijo Blinken.
El gobierno de Nicolás Maduro es “una amenaza inusual y extraordinaria” para Estados Unidos desde el 8 de marzo de 2015, cuando el presidente, Barack Obama, firmó la Orden Ejecutiva 13692.
Y al menos hasta el año que viene, el régimen lo seguirá siendo.
“La situación en Venezuela continúa representando una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior de los Estados Unidos. Por lo tanto, he determinado que es necesario continuar la emergencia nacional declarada en la Orden Ejecutiva 13692 con respecto a la situación en Venezuela”, dijo este martes el presidente de Estados Unidos, Joe Biden.
En una carta enviada al Congreso, Biden aseguró que la orden de Obama “continuará en efecto más allá del 8 de marzo de 2021”.
La respuesta del gobierno de Maduro fue inmediata a través del Ministerio de Relaciones Exteriores: “Este decreto, contrario al derecho internacional, constituye una afrenta al sistema multilateral y debe ser derogado. Con esta decisión Estados Unidos ignora el claro llamado hecho por la relatora especial de Naciones Unidas sobre el Impacto Negativo de las Medidas Coercitivas Unilaterales en el Disfrute de los Derechos Humanos, quien instó a levantar de manera inequívoca estas medidas arbitrarias”.
Hay que apuntar que la declaración del gobierno de Maduro como una amenaza para EEUU es una simple mención diplomática.
Esta orden ejecutiva sienta la base legal sobre la que se sustentan las sanciones contra el régimen. Si se revisan los textos jurídicos, se verá cómo todas las medidas coercitivas de EEUU se toman “de conformidad con la Orden Ejecutiva 13692”. Por tanto, la decisión de Biden va en línea con la estrategia que define la Casa Blanca hacia Caracas: usar las sanciones para forzar al régimen a adoptar medidas en pro de la democracia.
“No promoveremos la democracia mediante intervenciones militares”
Lo que quedó claro es que para el gobierno de Biden no todas las opciones están sobre la mesa. Algo que en los tiempos de Donald Trump era una amenaza habitual para sembrar la paranoia de una intervención militar en Venezuela, la cual nunca se dio.
Y por lo dicho este miércoles el secretario de Estado, Antony Blinken, en el gobierno de Biden tampoco se dará.
“No promoveremos la democracia mediante costosas intervenciones militares o intentando derrocar regímenes autoritarios por la fuerza. Hemos probado estas tácticas en el pasado. Por muy bien intencionadas que sean, no han funcionado. Le han dado mala fama a la promoción de la democracia y han perdido la confianza del pueblo estadounidense”, apuntó Blinken en una conferencia en la que expuso las líneas maestras de la política exterior del gobierno de Biden.
El jefe de la diplomacia estadounidense sostuvo que “harán las cosas de otra manera”.
“Usaremos el poder de nuestro ejemplo. Alentaremos a otros a realizar reformas clave, revocar las malas leyes, luchar contra la corrupción y detener las prácticas injustas. Incentivaremos el comportamiento democrático”, detalló.
Blinken también dijo que desde Estados Unidos tratarán de dar ejemplo. Admitió que su democracia “es frágil”. Que “todo el mundo lo ha visto”, en lo que parece una referencia al asalto al Capitolio instigado por fanáticos de Trump.
“Muchos reconocen en nuestros desafíos los desafíos que enfrentan. Y ahora nos están mirando porque quieren ver si nuestra democracia es resistente, si podemos estar a la altura del desafío aquí en casa. Esa será la base de nuestra legitimidad en la defensa de la democracia en todo el mundo durante los próximos años. ¿Por qué importa? Porque las democracias fuertes son más estables, más abiertas, mejores socios para nosotros, más comprometidas con los derechos humanos, menos propensas a los conflictos y con mercados más confiables para nuestros bienes y servicios. Cuando las democracias son débiles, los gobiernos no pueden cumplir con su pueblo o un país se vuelve tan polarizado que es difícil hacer algo, se vuelven más vulnerables a los movimientos extremistas desde adentro y a la interferencia del exterior. Y se convierten en socios menos confiables de Estados Unidos. Nada de eso es de nuestro interés nacional”, sentenció Blinken.