Pedro Benítez (ALN).- Si se quiere saber cómo un político gobernaría su país de tener la oportunidad basta con ver cómo dirige a su partido. Pablo Iglesias ha hecho de Podemos (socio del PSOE en el gobierno de España) un feudo personal. Un reino taifa que maneja de acuerdo a su única y suprema voluntad. Al estilo de los regímenes por los cuales profesa admiración. Si pudiera haría con España lo mismo.
Fernando Barredo es profesor de Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid y durante algún tiempo fue también dirigente de Podemos en Castilla-La Mancha. En estas lides se dio a conocer en las redes sociales por su participación en el congreso de Vistalegre II de febrero de 2017, en el cual Pablo Iglesias tomó el control total de ese partido derrotando a Íñigo Errejón, hasta ese momento su segundo de a bordo.
En esa asamblea Barredo criticó abiertamente al secretario de Organización, Pablo Echenique, por la falta de transparencia dentro del movimiento con la frase: “¡Decidme aquí qué coño funciona!”, al reclamarle que el comité de garantías de Podemos tuviera más de 80 casos sin resolver desde el último congreso celebrado en 2015.
El vídeo que recogió ese momento se hizo viral y a partir de allí Barredo comenzó su andadura como líder de una corriente crítica dentro de Podemos, recordando las razones que inspiraron la creación del partido, en particular la demanda de un ejercicio más democrático del oficio político en España.
Pocos meses después un desconocido lo atacó en su casa en Toledo fracturándole el hueso orbital, el tabique nasal y varias vértebras. De inmediato Podemos Castilla-La Mancha condenó el ataque, que Barredo inicialmente no atribuyó a causas políticas. Sin embargo, pocas semanas después la Policía Nacional detuvo a un militante de Podemos como presunto responsable de la agresión y Barredo se declaró víctima de un intento de sicariato.
Como haya sido, el ataque fue precedido de su suspensión de la militancia tras ser denunciado, ante la misma comisión de garantías que meses antes había criticado, por recibir supuestamente un soborno de 6.000 euros de un empresario.
El hombre parece ser muy persistente pues al año siguiente se le permitió volver al partido, y empezando este 2021 presentó una demanda formal ante el Juzgado de Primera Instancia de Madrid solicitando la nulidad de la Tercera Asamblea Ciudadana de Podemos, que reeligió a Pablo Iglesias nuevamente como secretario general.
En la demanda preparada por la abogada y exsenadora de Podemos Celia Cánovas se alega la presunta vulneración del derecho a la participación previsto en el artículo 23 de la Constitución española.
En mayo del año pasado Iglesias convocó con una semana de anticipación un congreso por vía telemática que le aseguró la reelección en su cargo con más del 90% de los votos.
Esta historia es una más en la corta vida de un partido político con un desempeño poco ejemplar en sus prácticas internas, con un financiamiento externo bastante cuestionable, cuando no oscuro, y cuyo máximo dirigente se comporta con la arbitrariedad propia de un caudillo tercermundista.
Podemos ha conseguido en muy poco tiempo que a su lado PSOE y PP queden como partidos ejemplares.
Y esto no sería preocupante de no ser porque Podemos hoy hace vida en el corazón del sistema político de una de las naciones más importantes de Europa, y porque cuenta (hasta que las próximas elecciones digan lo contrario) con el aplauso de una parte significativa del electorado español.
Un coto cerrado al servicio de Pablo Iglesias
Esto último no debería sorprender porque, como estamos viendo, ser políticamente incorrecto está dando votos en todas partes del mundo.
Los dirigentes de Podemos en España tienen una línea de comunicación constante e invariable: cuestionan siempre que pueden todo el sistema político y económico español del cual hoy, por cierto, forman parte y son beneficiados.
Sin embargo, Podemos, que nació como una crítica a la anquilosada clase política española, se comporta como una casta antidemocrática, intolerante y personalista. Un coto cerrado al servicio personal de Pablo Iglesias, que practica todo lo contrario de lo que le ha criticado al tradicional bipartidismo español. Iglesias no desperdicia oportunidad para purgar a cuanto crítico interno se asome.
Lo sorprendente es que este no hace esfuerzo alguno por disimular sus contradicciones. Por el contrario, las “cabalga” como dijo en alguna ocasión.
La segunda al mando de su movimiento es Irene Montero, cuyo principal mérito conocido para ser vocera en el Congreso de los Diputados y ministra del gobierno de España es ser su mujer.
Por otra parte, la pareja Iglesias-Montero no tiene recato alguno en disimular su reciente ascenso social aunque esto sea radicalmente contradictorio con su prédica antisistema.
Este estilo bastante cínico es muy propio de los populismos que Iglesias y sus compañeros de travesía admiran.
Manejan a Podemos igual que lo hacen Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua, Cristina Kirchner y su hijo Máximo en Argentina, Nicolás Maduro en Venezuela o los Ayatolas en Irán. Todos ellos aliados, amigos y en algún momento financistas de Iglesias y su grupo. Como se podrá apreciar, no por casualidad.
Si Pablo Iglesias tuviera la oportunidad de gobernar España se comportaría exactamente como lo viene haciendo con Podemos. Es decir, no muy distinto a los regímenes con los que tantas vinculaciones tiene. Por lo menos lo intentaría.
Y si lo anterior puede parecer una exageración basta con mirar lo que acaba de ocurrir en Estados Unidos para ver que lo impensable siempre puede suceder. Después de todo Pablo Iglesias tampoco disimula su propósito de desmontar el régimen constitucional español iniciado en 1978.
Ahora que el populismo comienza a tener mala prensa mundial veremos si el electorado español reacciona ante las advertencias de otras latitudes.