Ysrrael Camero (ALN).- La desastrosa puesta en escena de la moción de censura por parte de Vox y de Santiago Abascal brindó una insólita oportunidad a Pablo Casado, y éste la ha aprovechado con creces. El secretario general del Partido Popular decidió encender las luces largas, medir los tiempos políticos, y tomar posición enfocado en el largo plazo, no en las encuestas de la mañana. Fue un discurso de Estado contra un demagogo.
El prolongado discurso de Vox contenía un elemento de suicidio político cuyas dimensiones no alcanzaban a entender quienes lo aplaudían, ni aquellos que tecleaban en Twitter loas a los ultras. Un relato tan lleno de teorías de conspiración, de ataques contra el modelo de integración europea, contra el modelo autonómico español, contra el pluralismo político, contra la globalización, que con cada frase se hundía más en el aislamiento.
El discurso sensato de Inés Arrimadas, las breves pero contundentes palabras de Aitor Esteban del PNV, las posiciones anunciadas por todas las fuerzas políticas, iban dejado en la más absoluta soledad a Vox, tendiendo un cordón profiláctico alrededor de la ultraderecha.
La derrota de la moción estaba anunciada desde el principio, pero toda la expectación mediática y política estaba enfocada en la posición que tomaría el Partido Popular (PP), que guardó su anuncio hasta el último minuto.
Una posición de Estado
Vox se lo puso demasiado fácil. Pablo Casado preparó su discurso con cuidado y visión estratégica. El Partido Popular decidió votar contra la investidura de Santiago Abascal. La disputa por el electorado sociológico de la derecha española tuvo en las palabras de Pablo Casado un hito, rompiendo con la ultraderecha, apostó por recuperar una vocación liberal, moderna y europeísta, defendiendo el relato fundacional de la democracia española, la denostada Transición, con lo que sostuvo la necesidad de concordia y de consenso.
Salió en defensa del liberalismo, de la convivencia y de la tolerancia, así como de la globalización y del modelo de integración europeo, ratificando la apuesta por España como una sociedad abierta e integrada en una comunidad global.
Lo primero que hace Casado es establecer con claridad un marco, antipopulista, para comprender la lucha política en España que lo diferencia de Vox y de Unidas Podemos. Para Casado el clivaje divide a rupturistas y reformistas, a aquellos que defienden la Constitución como totalidad frente a los que pretenden saltarse las instituciones.
En este marco posiciona al PP como un partido de Estado. Defiende también, como parte intrínseca de la Transición y de la democracia, el Estado de las Autonomías que Abascal rechazó el día anterior. Bien se sabe que los populares presiden las Comunidades Autónomas de Madrid, Galicia, Andalucía, Castilla y León, así como la región de Murcia y la ciudad autónoma de Ceuta. Es una fuerza bien estructurada nacionalmente, y no puede admitir un ataque a las instituciones autonómicas.
Al defender una visión globalista reivindica las políticas medioambientales y la digitalización, aspectos que son transversales en la política española. Con lo que comparte banderas que las izquierdas han sabido levantar, y que están presentes en el plan anunciado por Sánchez.
De esta manera Pablo Casado pretende proyectarse como la cabeza de la fuerza tranquila de los españoles, el vocero de la España moderada. Con esta intervención, y de continuar trabajando en este giro al centro y hacia Europa, Pablo Casado se coloca en un camino que bien puede conducirlo a La Moncloa para las elecciones generales de 2023. Tres años son una eternidad en política, sin embargo los caminos largos empiezan con un primer paso.
El Partido Popular sabe que no puede llegar al poder en España mientras Vox siga minando su base de apoyo político. Durante el período en que Cayetana Álvarez de Toledo era la vocera parlamentaria la estrategia parecía ser competir en radicalismo con los verdes, dando una batalla de grandilocuencia. La estrategia de mimetización radical ha fracasado. La caída de Cayetana y el ascenso a la vocería de Cuca Gamarra anunciaba el giro al centro político que hoy parece ratificarse con la posición que asume el PP contra Vox.
Esto tiene un correlato europeo. El Partido Popular comparte fracción en el Parlamento Europeo con la CDU de Angela Merkel, reivindicada por Pablo Casado y ridiculizada por Santiago Abascal. Pero también comparte la pertenencia al Partido Popular Europeo con el Fidesz de Viktor Orbán, quien lleva a Hungría a un régimen autoritario dentro de la misma Europa. Mientras Abascal elogia a Orbán y al Grupo de Visegrado, Pablo Casado reivindica la globalización y al Estado liberal y democrático.
Hemos visto en Casado la reivindicación de una política adulta, desmarcándose de los extremismos. Pero este giro al centro requiere aún mucho trabajo. Efectivamente Vox cuenta hoy con 52 escaños en el Congreso, las encuestas señalan una tendencia alcista en su popularidad, y sus votos los ha venido extrayendo de la cantera del Partido Popular. El perfil del votante de Vox es un hombre, de mediana edad, trabajador o empresario de clase media alta, contando esta organización con una importante presencia entre los militares y entre los funcionarios policiales. Este electorado se le ha restado al PP.
Con tres años por delante
Pero la apuesta estratégica de Pablo Casado se basa en una evidencia política clave, el manejo de los tiempos. A esta legislatura le quedan tres años por delante. El secretario general del Partido Popular, con sus 88 diputados y sus 97 senadores, con sus 20.000 concejales y sus cerca de 3.000 alcaldes, encabeza la organización central de la derecha española. Con esta intervención ha ejercido su rol de líder de manera efectiva. No hay apuro porque hay tiempo para el desarrollo de una estrategia.
Con Pedro Sánchez consolidado en la presidencia del gobierno durante los próximos tres años, con Pablo Casado girando hacia el centro y rompiendo vínculos con Vox, con Unidas Podemos retrocediendo en las encuestas, podemos estar en presencia de un retorno del bipartidismo que podría estabilizar a la democracia española.
Los retos de la nueva centralidad del PP
La conversión del PP en un partido plenamente perteneciente a la centro-derecha europea, liberal y moderno, enfrenta varios retos.
El primero tiene que ver con la ruptura definitiva de cualquier vínculo con el régimen precedente. El Partido Popular podría compartir la aprobación de los temas de la Memoria Histórica con otras fuerzas políticas, rompiendo el enlace simbólico que algunos de sus fundadores tuvieron con el tardofranquismo, y colocándolos por completo dentro del contexto de la democracia actual.
En segundo lugar, la continuidad de los grandes pactos de Estado podría ratificarse en la disposición de negociar, con las fuerzas presentes en el Parlamento, la renovación de los poderes públicos vencidos, dejando atrás este motivo de conflicto, difícilmente defendible ante Europa.
En resumen, Pablo Casado ha iniciado con este discurso su viaje de tres años que lo podría conducir, desde una posición de centralidad en la política española, hasta la presidencia de gobierno en 2023, con una democracia consolidada en España, en el marco de un bipartidismo responsable. En este sentido, Pablo Casado y Pedro Sánchez podrán darse finalmente la mano, al haber, cada uno por su lado, neutralizado la amenaza populista.