Pedro Benítez (ALN).- El chavismo descubre el capitalismo sin entenderlo. El régimen de Maduro ha tomado medidas pragmáticas en la economía que han creado una ilusión de cierta mejora. Eso es parte de un plan político más ambicioso de cara al 2020. Pero el precio del dólar se vuelve a disparar; una señal muy clara que indica que este giro está haciendo crisis rápidamente.
En la otrora elegante zona comercial de Las Mercedes, al este de Caracas, se ha creado en las últimas semanas un espejismo de prosperidad económica. Arbolitos de Navidad y licores importados, junto con bodegones bien abastecidos de productos de lujo que facturan en dólares, contrastan sorprendentemente con la imagen de un país sumido en una crisis humanitaria y cuya economía se ha reducido en tamaño a casi la tercera parte de lo que era a inicios de esta década.
¿Una señal de que las medidas de flexibilización económica adoptadas por Nicolás Maduro están aliviando la vida cotidiana de los venezolanos y que, de paso, el régimen se las ha arreglado para evadir las sanciones estadounidenses?
Ese es el deseo de un sector del chavismo que lleva algún tiempo apostando por un manejo pragmático de la economía. También del propio Maduro como parte de su plan político por intentar normalizar a Venezuela de cara una eventual elección parlamentaria en 2020.
Presionado por sus aliados rusos y con la asesoría del expresidente ecuatoriano Rafael Correa, Maduro ha tomado medidas económicas que a la izquierda mundial le gusta denominar como “neoliberales”: se flexibilizaron de hecho los controles de cambio y de precios (la nefasta Ley de Precios Justos se ha dejado de aplicar); cesaron las inspecciones policiales y políticas de establecimientos comerciales para “combatir la especulación”; se liberaron las importaciones; y se ha permitido la dolarización de facto de buena parte de la actividad económica cotidiana.
Además, se ha aplicado una drástica restricción de la liquidez monetaria por medio del encaje legal (colocando en grave riesgo a los bancos) logrando disminuir la alocada tasa de crecimiento de los precios de 200% al mes a menos de 20% en los dos últimos meses. Una consecuencia de esta medida es que el crédito en Venezuela ha desaparecido. Esto, no obstante, es una clara señal de que la hiperinflación sí es un tema que le preocupa al chavismo y no parte de algún sagaz propósito ideológico.
Maduro ha apartado de su entorno a asesores radicales como al español Alfredo Serrano Macilla y Pascualina Curcio, quienes sostenían tesis según las cuales la emisión de dinero sin respaldo no generaba inflación o que el precio del dólar era determinado por una amplia conspiración internacional.
Sin decirlo públicamente ha aplicado un brutal ajuste por medio de la liquidación del salario de los trabajadores como probablemente nunca antes se ha hecho en el hemisferio occidental.
De modo que luego de varios años de ruego, finalmente le ha prestado atención a las voces pragmáticas dentro del régimen (como los ministros Wilmer Castro Soteldo y Tareck el Aissami) que creen que se puede salir de la catástrofe económica creada por ellos mismos. Esta tendencia dentro de los suyos toma fuerza, lo que ha llevado al gobernador del estado Carabobo, Rafael Lacava, a proponer la privatización de las empresas eléctricas regionales. Algo impensable en boca de un dirigente chavista hasta hace tan sólo unos pocos meses.
Esta es la gran apuesta de Maduro hoy: una recuperación económica que les permita a sus candidatos ir, en condiciones competitivas, a una elección parlamentaria medianamente aceptable por la comunidad democrática internacional con la cual lavar su imagen de dictador. Este plan no es nuevo. Como suele ocurrir con el chavismo, cada cierto tiempo desempolva viejas estrategias.
Maduro pretende reeditar la que Hugo Chávez aplicó entre 2003 y 2004 de cara al referéndum revocatorio de ese último año, consiguiendo una milagrosa recuperación económica que a su vez lo lleve a resurgir electoralmente mientras persiste en una guerra de desgaste contra la oposición.
Sin embargo, hay una señal de que ese giro no es suficiente para revertir la debacle nacional y que lo que se observa en algunos lugares de Caracas es sólo una ilusión. En los últimos días el dólar, principal termómetro de la economía, se está saliendo nuevamente de control luego de un periodo de relativa estabilidad. Casi en cuestión de horas su precio ha pasado de 20.000 bolívares a más de 40.000 en el mercado no oficial. Una nueva ola hiperinflacionaria se viene sobre los venezolanos, en particular para aquellos que no tienen acceso a la divisa del odiado imperio. La recurrente inestabilidad se cierne sobre el país nuevamente.
Lo que está ocurriendo es que, muy a su pesar, las circunstancias para Maduro son diametralmente distintas a las que tenía su antecesor hace tres lustros. Venezuela ya no cuenta con esa potente industria petrolera que fue el motor de la economía por décadas. El país no tiene cómo beneficiarse de un aumento en los precios internacionales del crudo porque la producción se desplomó. Además, ha perdido una parte importante de la población más productiva. Y por otro lado, las sanciones financieras y comerciales norteamericanas, si bien no son la causa de la crisis del país, sí son un obstáculo para su recuperación.
Y lo que es más importante, Maduro ha venido aplicado medidas económicas aisladas, pero no tiene un plan económico integral y para que el país se recupere se requiere de uno que restructure toda la economía y que venga acompañado de un amplio programa de financiamiento externo. Improvisar no sirve. Ocurre que en su sano juicio ningún organismo financiero internacional, ni ningún gobierno extranjero está dispuesto a otorgarle crédito alguno. Empezado por sus aliados, Rusia y China, que no lo han hecho desde enero de 2016.
En la Venezuela chavista ni los derechos de propiedad, ni las libertades económicas están garantizados, y servicios básicos como agua, luz, electricidad y suministro de gasolina no se cobran, pero están colapsados. Sin nada de lo anterior no hay economía del mundo que se pueda desenvolver.
Por lo visto el chavismo aún no cae en cuenta que Venezuela requiere de un profundo giro institucional y económico para salir del foso. Con improvisaciones no se va a ningún lado más que a profundizar el desbarajuste.
Desde 2013 Maduro ha dado muestras una y otra vez que no sabe, no quiere o no puede hacer las reformas que requiere el país. Razón por la cual va derecho a 2020 sobre la cuerda floja.