Zenaida Amador (ALN).- Cuando un problema afecta a Caracas es porque ya ha alcanzado sus peores niveles en el resto de Venezuela, como es el caso de los apagones, la ausencia de agua potable, el desabastecimiento de gas doméstico y más recientemente la escasez de gasolina.
Petróleos de Venezuela (PDVSA) conocía desde el 13 de mayo que los inventarios de gasolina y diésel en ocho estados fronterizos estaban completamente agotados y que la disponibilidad para el resto del país era de sólo tres días de reserva, como lo revela un informe interno de la estatal petrolera al que tuvo acceso Argus.
Según PDVSA, se trata de “fake news”, pues “la empresa y sus trabajadores están en la capacidad de suministrar la gasolina que necesita la nación”. Desde su cuenta de Twitter indicó que “seguirá garantizando los combustibles al pueblo ¡No caigas en rumores!”. Pero la realidad es otra.
Las fallas de gasolina se hicieron sentir en Caracas la última semana aun con los esfuerzos del régimen de Nicolás Maduro por privilegiar a la capital del país redistribuyendo las pocas existencias disponibles mientras el interior se paraliza.
Un tercio de las estaciones de servicio de Caracas permanecen cerradas a la espera de suministros y las que están despachando disponen de un solo tipo de combustible. En el interior del país la oferta es mucho menor. En varios estados se han militarizado las estaciones de servicio y las colas pueden prolongarse hasta 24 horas, por lo que los usuarios pernoctan dentro de sus vehículos a la espera de poder surtirse de gasolina.
La ola llegó
Ya para mediados de abril se anticipaba esta crisis de gasolina, como escribimos entonces en ALnavío, pero se pudo correr la arruga un poco más gracias a los despachos que el régimen de Nicolás Maduro pactó con Rosneft de Rusia, Reliance de India y Repsol de España.
No obstante, las sanciones internacionales eran un peso en el ala que le jugaba en contra al chavismo para seguir gestionando estos suministros. De allí que, según un reporte de la agencia Reuters, el último cargamento de gasolina se importó el 31 de marzo.
No hay que olvidar que el 28 de abril entraron en vigor nuevas sanciones petroleras impuestas por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, añadiendo complicaciones adicionales al régimen de Maduro a la hora de comprar y vender hidrocarburos. Las sanciones imponían el cese, a partir de esa fecha, de las operaciones de las compañías no estadounidenses que adquieren petróleo a Venezuela a través del sistema financiero de EEUU o mediante agentes de ese país.
Sin suministros del exterior es casi nada lo que se puede hacer para atender la demanda interna de combustibles en medio de la destrucción de la producción petrolera local y el desmantelamiento del sistema refinador nacional, aun cuando el mercado local se ha achicado tras seis años de recesión económica y el efecto de la diáspora de millones de venezolanos.
Se estima que el mercado interno demanda menos de 200.000 barriles al día y si bien las refinerías del país tienen la capacidad de producir 1,2 millones de barriles diarios, en realidad están procesando entre 70.000 y 120.000 barriles, dependiendo de las fallas operativas que experimentan con frecuencia por la falta de mantenimiento y otros problemas como los cortes de electricidad.
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De hecho, el 15 de mayo detuvo operaciones la refinería Cardón debido a daños en algunas de sus unidades, según información suministrada por los trabajadores, ya que la empresa omite informar sobre cualquier contingencia. Esta instalación, que tiene capacidad para procesar 310.000 barriles por día, venía produciendo alrededor de 40.000 barriles diarios, lo que agudiza el problema general del país.
¿El punto crítico?
Nicolás Maduro lleva todo 2019 resistiendo su salida del poder, pero cada día se le hace más complejo seguir adelante en esta misión. El deterioro de la calidad de vida de los venezolanos ha sido el precio más alto de esta decisión política y todo indica que se podría entrar en una fase más crítica con la escasez de gasolina.
Según Reuters, Repsol suspendió temporalmente los intercambios de productos refinados por crudo venezolano con PDVSA. La medida, que no ha sido oficializada, se da en momentos en que Estados Unidos está imponiendo nuevas sanciones para evitar el acceso a ingresos petroleros por parte del régimen de Maduro. La firma española ha estado cobrando dividendos pendientes de los proyectos en Venezuela mediante la recepción de crudo venezolano, que en parte intercambia por combustible enviado al país suramericano. Repsol ha dicho que está acatando las sanciones impuestas por Washington a PDVSA, que prohíben cualquier uso del sistema financiero estadounidense o subsidiarias con sede en Estados Unidos para negociar acuerdos con la petrolera venezolana
Más allá del impacto directo sobre los vehículos particulares, la escasez golpea con fuerza al transporte público. Son diversas las regiones del país en donde las asociaciones de choferes de transporte colectivo están trabajando con esquemas de operación parcial, con menos unidades y horarios reducidos, en un intento por seguir activos en plena debacle.
En Venezuela el grueso del sistema de distribución se sostiene en la red de transporte de carga terrestre, que moviliza las mercancías desde los puertos o los centros de producción primaria a las industrias que se mantienen activas y a los puntos de venta al consumidor.
Así, la paralización del transporte por falta de gasolina no sólo empeora los problemas de movilidad de los ciudadanos, también acentuará la paralización productiva del país y potenciará los problemas de desabastecimiento de rubros básicos. En Caracas, por ejemplo, la oferta de hortalizas y vegetales depende de lo que llega por transporte terrestre en parte de los estados de la zona central del país, pero también desde los estados andinos, algo que no podrá sostenerse sin combustible.
En los últimos 30 años el tema de la gasolina ha sido tabú para los gobiernos de turno en Venezuela tras la experiencia de febrero de 1989, cuando una explosión social fue la respuesta ciudadana al aumento de los pasajes que se dio como consecuencia del alza del precio del combustible. “El Caracazo”, como se conoce a este acontecimiento que dejó más de 300 fallecidos, pesó en contra de futuras decisiones que involucraran el precio de la gasolina o cambios en su sistema de venta.
Nicolás Maduro se planteó en agosto pasado subir el precio de la gasolina más barata del mundo, inalterable desde 1996, pero su propia inestabilidad política lo llevó a mantener la medida en reserva. Ahora, se enfrenta a la posibilidad de dejar al país paralizado con todos los riesgos que algo así implica para su régimen, que actualmente enfrenta su peor momento político: carente de respaldo popular, deslegitimado y presionado por todos los sectores para que abandone el poder.