Sergio Dahbar (ALN).- Laia Abril es una fotógrafa excepcional que descubrió la historia del asesino en serie más enigmático de España: Manuel Blanco Romasanta, un seudohermafrodita -mitad hombre, mitad mujer- que se transformaba en lobo y mató a 17 personas en la Galicia de 1800.
La primera sorpresa para quien no la conoce es descubrir las inquietudes artísticas de la fotógrafa española Laia Abril (Barcelona, 1986). Hoy en día es una artista reconocida por explorar en diferentes plataformas y soportes temas relacionados con la mujer.
Después de estudiar periodismo en su Barcelona natal y fotografía en Nueva York (Centro Internacional de Fotografía), hizo una pasantía en la Fabrica Research Centre de Benetton en Italia, donde fue editora de fotografía de la revista Colors.
Hasta aquí la formación. Desde 2010 comenzó a mostrar sus intereses por proyectos que trabajan desórdenes alimenticios: o bien sigue de cerca a una joven que sufre los estragos de la bulimia o se detiene en el uso de la fotografía en sitios web que estimulan la anorexia.
Su confesión es la de un hombre que se transforma en lobo y asesina
Dentro de este campo de experiencias con el lente muy cerca de la enfermedad, siguió de cerca el caso de una familia Robinson, y la repercusión que tuvo la muerte de una hija, Cammy, por culpa de la bulimia. Estos trabajos han sido celebrados en Europa por críticos y académicos.
“He realizado primero una investigación, recogiendo historias de mujeres que han sido violadas, que han tomado productos ilegales, que están en prisión por haber abortado. He recogido también las historias de víctimas colaterales como médicos que han sido asesinados por practicar el aborto, por ejemplo”, confesó cuando ganó el Premio de Fotografía Madame Figaro, Arles, 2016.
Aquí se produce un punto de inflexión. Una encrucijada que abre un camino lateral. Laia Abril descubre una historia en los anales de la medicina forense española. Y decide reconstruir el ambiente donde actuó el asesino en serie más enigmático de España, Manuel Blanco Romasanta (1809-1863), que nació como Manuela, porque sus padres en principio creyeron que era una mujer.
El trabajo de Laia Abril, Lobismuller, publicado por la editorial RM, ha sido celebrado desde el vamos. Trabaja con su cámara en el escenario donde este asesino serial masacró a sus víctimas. Crea unas imágenes a partir de una geografía marcada por la pobreza de la época en la Galicia rural. Lobismuller es una confluencia de fotografía, la imagen de archivo y el texto. Su impacto es revelador.
El hombre lobo
Volvamos al lobo. Las investigaciones revelan un cuadro de intersexualidad en Manuel Blanco Romasanta: seudohermafroditismo femenino. Se cree que nació con un clítoris de crecimiento anormal que fue confundido con un pene diminuto. Los científicos documentaron que segregaba hormonas masculinas en una dimensión anormal. Esta característica hacía que tuviera arranques de violencia inusitada.
Manuel era pequeño, un metro treinta y siete de alto, algo tímido y encantador para ciertas mujeres pobres que buscaban un salvador. No tuvo descendencia y cuando lo detuvieron ya había asesinado a 17 personas. Su confesión es la de un hombre que se transforma en lobo y asesina. Cuando recupera la imagen de humano, llora. Lo llamaron el Sacauntos, porque le gustaba trasformar la grasa humana en jabones de alta calidad. Inicialmente lo condenaron al Garrote Vil.
Segregaba hormonas masculinas en una dimensión anormal y esto le provocaba arranques de violencia inusitada
Lo fascinante de este caso es que la causa contra Manuel Blanco Romasanta duró dos años y configuró un expediente rico en detalles. Dos mil folios, siete tomos, que se convirtieron en un best-seller escondido en el Archivo del Reino de Galicia (A Coruña). Desde 2003 se reprodujeron 13.720 copias de piezas de la causa. Por ejemplo, de la carta de amor que utilizó numerosas veces, cambiando los nombres, para atraer a las víctimas.
Manuel Blanco Romasanta se salva del Garrote porque aparece un salvador particular: Monsieur Philips, un estudioso de la mente humana, profesor de Electro-Biología (en palabras más comunes: hipnosis), quien convenció a la reina Isabel II de que era necesario preservar con vida a un hombre como Manuel Blanco Romasanta, para poder estudiarlo y aprender de su monstruosidad.
Al final la realidad se impuso sobre el asesino, la justicia española, la Reina y el psiquiatra loco que vivía de hipnotizar a extraños en los teatros de la época. Porque Manuel Blanco Romasanta murió de cáncer en la cárcel de Ceuta.
Aunque corre la leyenda entre algunos pobladores adeptos a las leyendas y el buen humor de las tabernas: que este personaje mitad hombre y mitad mujer fue condenado a vagar por las montañas de Galicia como un lobo sin suerte.