Pedro Benítez (ALN).- Luego del espaldarazo que el Presidente de los Estados Unidos le ha dado a Juan Guaidó es pertinente recordar que hace muy pocos días Nicolás Maduro había afirmado públicamente: “Hay cosas que están mal y no por culpa de Donald Trump, sino de nosotros”. Todo en una semana. Maduro quiere negociar con Trump, pero este le sube la apuesta. Mientras tanto, un Guaidó crecido por el respaldo de los jefes de Estado y de Gobierno de los países más ricos del mundo se prepara para regresar a Venezuela a cobrar.
Nicolás Maduro quiere negociar. Quiere negociar con Donald Trump directamente. Lo necesita y con apuro porque quiere sobrevivir en el poder. Desea estabilidad.
Al punto de reconocer públicamente lo que es un secreto a voces dentro del régimen: la culpa de todo que va mal en Venezuela no es de Donald Trump ni de las sanciones. El rey está desnudo.
Maduro cambia la línea retórica propia del castrochavismo. Esa es la retórica en la que se ha montado su rival íntimo Diosdado Cabello, quien no deja un minuto de repetir que toda la responsabilidad de los infortunios de los venezolanos es del odiado imperio que tarde o temprano morderá el polvo de la derrota. El viejo discurso de los revolucionarios milenaristas que aguardan y promueven el apocalipsis del capitalismo.
Guaidó rompe la tensión del IMPEACHMENT con una ovación unánime de republicanos y demócratas en el discurso de Trump
Cabello, que al igual que el general Vladimir Padrino López, no tiene credenciales de agitador de la vieja izquierda venezolana, sino que por el contrario ha hecho una carrera de burócrata político, parece sentirse en la necesidad de repetir como un converso la misma gastada prédica. Pero no sólo lo hace por eso. Lo hace porque montarse en ese discurso es parte de su estrategia hacia el poder supremo que es lo que anda buscando. No le interesa la negociación con nadie.
Él es el jefe del ala radical del chavismo, esa que por distintos motivos tiene miedo, o es fanática, o se refugia allí para conspirar y sobrevivir. Esa ala radical que chantajea y le pone la vara alta a Maduro, quien se siente en la necesidad de pagarle tributo para no lucir como el débil.
La situación de Maduro es distinta. Su plan es conservar el poder. Para ello debe lidiar con las aspiraciones y miedos de los distintos sectores del régimen. A varios de los cuales les aterra la inminencia de las sanciones europeas. El viaje de Juan Guaidó a Europa, más el incidente de Delcy Rodríguez en el aeropuerto de Barajas, han encendido las alarmas. Porque por más que Diosdado Cabello profiera sus invectivas antimperialistas, jurando que la patria será defendida hasta la última gota de sangre, lo cierto, lo verdadero, es que el personal político y militar del chavismo no está por esa opción. Lo que les preocupa a generales, jueces, fiscales, gobernadores, alcaldes, diputados, ministros, viceministros, directores generales, esposas, hijos, madres, novias, amantes, socios y testaferros son dos cosas: no perder el dinero acumulado y no terminar presos en algún aeropuerto internacional.
Si observamos todos los apoyos internacionales que ha concitado Guaidó y la Asamblea Nacional de Venezuela, y si tomamos en cuenta la evidente determinación que han manifestado sus aliados, en particular Trump, parece bastante claro hacia qué lado se inclina la balanza del poder.
Maduro tiene que protegerlos. Darles garantías. Esa es la gente que lo sostiene en el poder. Es su aparato político y de seguridad. Una estampida, un ataque de pánico y todo el tinglado se viene abajo. Y como Maduro lleva el pulso interno (porque tonto no es) sabe de esa preocupación, sabe de las críticas internas, de las dificultades que no se superan. Está consciente de que todos saben que es la corrupción descontrolada del chavismo la causa de los problemas, que es la catastrófica gestión la culpable de los apagones eléctricos, del desabastecimiento de gasolina. Son esos factores y no Donald Trump.
Por lo tanto a Maduro le interesa negociar. No para perder el poder, obvio, sino para estabilizarse.
Por ese motivo le lanza un enésimo mensaje a Trump. De paso se lo manda al chavismo (incluido Cabello): Hay que entenderse con los gringos. Bajar el tono. ¿Y cómo le responde Donald Trump? Dándole un inmenso espaldarazo público a Juan Guaidó en su discurso sobre el Estado de la Unión con el aplauso de demócratas y republicanos (un hecho notable en medio de la polarización política de ese país). El mismo Guaidó al que Maduro pretende ignorar. Todo en la misma semana.
Maduro tenía la esperanza de que la gira internacional de Guaidó al final desluciera un poco si Trump no lo recibía en la Casa Blanca. Suficiente con el recibimiento de jefe de Estado y el reconocimiento político que le habían dado Boris Johnson, Emmanuel Macron y Angela Merkel. Los dirigentes de los países más importantes de Europa, cada uno por su lado con un mayor peso en la economía global que Rusia. Esa Rusia que es la última esperanza de Maduro.
Si observamos todos los apoyos internacionales que ha concitado Guaidó y la Asamblea Nacional (AN) de Venezuela, y si tomamos en cuenta la evidente determinación que han manifestado sus aliados, en particular Trump, parece bastante claro hacia qué lado se inclina la balanza del poder.
Eso lo están observado dentro del chavismo. También en Cuba. Sostener a Maduro en el poder es un problema cada vez mayor. Él lo sabe. Por eso quiere una negociación. Si se trata de entregarles petróleo a los estadounidenses lo hace. Lo que ellos quieran. Pero Donald Trump quiere más que eso.
Desde que llegó a la Casa Blanca en enero de 2017 su estrategia es la misma: sube mucho la apuesta, pone al contrario contras las cuerdas y luego negocia. Por consiguiente, Trump va a negociar, o más bien a propiciar o apoyar una negociación en Venezuela. Pero en sus términos, no en los de Maduro.
El canciller de Putin visita a Maduro en Caracas con la propuesta de la negociación
Mientras tanto un Juan Guaidó crecido por todo ese respaldo regresará a Venezuela para cobrar.
Lo curioso es que este relato pudo haber sido distinto si en el chavismo no hubieran ocurrido dos errores en menos de un mes: brindar el espectáculo de la toma militar de la Asamblea y luego la peripecia de Delcy Rodríguez en España. Por supuesto, suponer qué hubiera ocurrido sí es contrafactual. Después de todo el chavismo es prisionero de su estilo.
Por lo pronto veremos con qué propuesta llega esta semana a Caracas el canciller ruso Serguéi Lavrov. Si respalda la tesis de Diosdado Cabello de la resistencia o por el contrario se inclina por algún tipo de negociación. O le sugiere a sus aliados que sigan estirando la liga.