Rafael Alba (ALN).- El líder de Unidas Podemos se ve obligado a compartir la vicepresidencia con Carmen Calvo, Nadia Calviño y Teresa Ribera. La formación morada queda fuera de todos los ámbitos reales de decisión del Ejecutivo en las áreas económicas y sociales.
Dicen que los partidos no terminan hasta que el árbitro pita el final del tiempo reglamentario. Y si esta máxima futbolística fuera cierta, tal vez todavía el próximo vicepresidente segundo del gobierno español, Pablo Iglesias, aún podría cambiar el resultado que ahora vemos en el marcador. Pero le va a costar bastante hacerlo. De momento, sólo unos días después de que el Parlamento otorgará su confianza a Pedro Sánchez para que se convierta, por fin, en presidente, la situación es justo la contraria de la que muchos analistas habían previsto. Iglesias no ha sido capaz de robarle la cartera a Sánchez. Más bien al contrario. Su nuevo mejor amigo ha logrado en sólo 48 horas poner unos límites casi infranqueables a las posibilidades reales del líder morado de influir en las decisiones finales del nuevo Ejecutivo. Con una estrategia simple y demoledora que consiste en rodearse de economistas prestigiosos defensores de las líneas ortodoxas que triunfan en Bruselas y en los círculos empresariales hispanos, el presidente ha maniatado a su teórico número dos que tendrá a partir de ahora muchísimo menos poder del que esperaba.
No sólo eso. Una vez conocidos los nombramientos de los hombres y mujeres que van a ocupar los ministerios importantes del nuevo Gabinete, las carteras relacionadas con la Economía, el orden público o la política exterior, la presión ambiental que soportaba Sánchez ha disminuido de forma apreciable. Para muchos comentaristas ha quedado claro que Iglesias y los suyos van a tener un papel puramente decorativo en esa supuesta coalición progresista que aspiraban a liderar. Y también que la apuesta de Sánchez por la ortodoxia en materia económica, las figuras de alta capacitación técnica y con un amplio conocimiento de los problemas a los que deben hacer frente es real. O dicho de otra manera, el dirigente socialista ha formado un equipo perfecto para evitar que la formación morada le quite el sueño. Un grupo que, además, se ve reforzado desde Bruselas por Josep Borrell, el exministro de Asuntos Exteriores, que seguirá marcando el paso de la posición española en temas sensibles de política exterior, desde sus competencias de Alto Comisionado, tal y como algunas fuentes del entorno de Moncloa explicaron al diario ALnavío el pasado viernes.
Borrell es, desde luego, un puntal que será un muro infranqueable para Iglesias cuando haya que adoptar decisiones complicadas en temas tan controvertidos como el supuesto apoyo del nuevo gobierno español al régimen de Nicolás Maduro, por ejemplo. O cuando haya que poner coto a las estrategias de internacionalización de la causa de los independentistas catalanes. Sin que eso signifique que la nueva ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, vaya a ser un cero a la izquierda. En absoluto. Por su alta capacitación técnica, su especialización en comercio y su conocimiento de las instituciones internacionales con cuyos dirigentes tendrá que entenderse, desde la ONU a la propia Comisión Europea, Laya parece la persona más adecuada para concitar apoyos transversales a la hora de desarrollar su tarea. Tiene buena prensa en los ambientes de izquierda, pero casi la tiene mejor en los de derechas. Buena prueba de ello sería el tuit laudatorio con el que el excanciller José Manuel García Margallo, ha saludado su nombramiento. Margallo, un hombre que dirigió la diplomacia española cuando Mariano Rajoy y el PP ocupaban la Moncloa, no ha dudado en ponerse a disposición de la nueva ministra para defender los intereses de España.
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José Luis Escrivá y la reforma de las pensiones
De modo que la canciller González Laya ha seducido a los conservadores y, además, ha alejado el presupuesto de Cooperación Internacional del entorno de Iglesias y Podemos que aspiraban a gestionar al menos una parte de él en su condición de responsables de los objetivos de la Agenda 2030, que tiene una clara dimensión internacional. Un golpe duro, por supuesto, pero quizá no tanto como el que debe haber supuesto la creación de ese nuevo ministerio en el que aglutinarán las competencias de Seguridad Social, Inclusión y Migraciones, que antes dependían de la cartera de Trabajo. Más aún después de conocerse que el economista José Luis Escrivá será su responsable. Escrivá es otro economista de prestigio, muy poco dado a veleidades o a la búsqueda de soluciones creativas y simples para los problemas complejos y que ha pasado por el Banco de España, el Banco Internacional de Pagos, el Servicio de Estudios del BBVA y la Autoridad Fiscal Independiente.
Este último órgano, que Escrivá dirigía hasta ahora, se encarga de controlar la correcta aplicación del presupuesto y fue creado en España por imposición de Bruselas en los años duros de la crisis, cuando Cristóbal Montoro era el ministro de Hacienda. Fue el propio Montoro quien le nombró. Y tal vez se arrepintiera pronto de haberlo hecho porque Escrivá defendió la independencia de la institución a muerte y tuvo sonadas broncas con su mentor político. En alguna de ellas, por cierto, contó con el apoyo del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, que ya era un destacado militante del PP de Madrid, de la derecha radical, pero que entonces dirigía la División Jurídica Internacional de la Autoridad Fiscal y trabajaba en perfecta sintonía con el hombre al que ahora Pedro Sánchez ha hecho responsable de la Seguridad Social. Así que tampoco va a ser fácil para el partido de Pablo Casado elevar demasiado el tono de las críticas sobre un departamento que tendrá que enfrentarse a asuntos de auténtico calado social, tales como la reforma de las pensiones, o la posibilidad de establecer una renta mínima de inserción social, dos ámbitos de los que también Podemos ha quedado excluido.
Y eso que, en teoría, Iglesias es el vicepresidente segundo encargado de los Derechos Sociales. Pero visto lo visto, en estos asuntos va a tener muy poco que decir. Cierto que su protegida Yolanda Díaz, una figura política seria y con mucho predicamento entre los sindicatos, estará al frente de Trabajo. Pero ese ministerio ha quedado un tanto cojo y verá muy reducida su dotación presupuestaria, si Escrivá consigue imponer las tesis que ha defendido hasta ahora en lo referente a la necesidad de reducir el déficit de la Seguridad Social. Unidas Podemos cuenta también con la cartera de Consumo, un apaño de urgencia para contentar al líder de Izquierda Unida, Alberto Garzón, con quien Iglesias no contaba inicialmente. Pero quizá ese detalle no sea muy tranquilizador para el jefe morado, porque, según le cuentan al diario ALnavío algunas fuentes del entorno del político malagueño, las relaciones entre ambos han quedado un tanto tocadas, precisamente como consecuencia de este desencuentro inicial.
Podemos y las áreas que son su ADN
Pero ya antes de que estos dos nombramientos sembraran el pánico en las filas moradas, Iglesias y los suyos habían probado el sabor del lado más amargo de la confrontación política. Ese momento en que los suyos caen derribados por el fuego amigo. Sucedió el pasado jueves, cuando por sorpresa y con una alta dosis de premeditación y alevosía, Sánchez anunció que Teresa Ribera iba a ser también vicepresidenta. La cuarta. De tal modo que el secretario general de Podemos veía diluirse su figura, su influencia y sus posibilidades de mando, al formar parte inesperadamente de un cuarteto en el que ya no sólo figuraban junto a él Carmen Calvo y Nadia Calviño, la vicepresidenta económica que ha sido considerada desde el primer momento como el mejor antídoto contra el radicalismo podemita. Ahora también le tocará compartir el centro del escenario con Ribera, la ministra de Transición Ecológica que ha alcanzado un éxito internacional rotundo con la organización en Madrid y en tiempo récord de la última Cumbre del Clima de la que no pudo hacerse cargo Chile, tal y como estaba previsto.
Ribera es una apuesta verde sin paliativos que sabe de lo suyo y con la que han sabido entenderse muy bien los dirigentes de las compañías eléctricas hispanas, enemigos declarados de Podemos. Más o menos lo mismo que pasa con Nadia Calviño y los altos ejecutivos financieros. Así que todo lo relacionado con los recibos de la luz queda lejos del entorno morado, a pesar de que este ha sido siempre uno de los grandes caballos de batalla de su programa. Además, las tres vicepresidentas dotan al nuevo Ejecutivo de un aroma feminista que vendrá bien. Servirá para cortarle las alas a Irene Montero, la pareja de Iglesias y próxima ministra de Igualdad, que lo va a tener difícil también, gracias al documento de compromiso firmado por los dos socios de gobierno, para hablar de cualquier tema que no esté relacionado con su ámbito de competencias. Más bien reducido. Quien sí va a hablar de todo, sin embargo, es otra mujer. Y otra Montero. María Jesús, de nombre. Ella seguirá como ministra de Hacienda y, a partir de ahora, será la portavoz del gobierno. Un cargo que parece hecho a la medida de esta doctora andaluza que se ha convertido en muy poco tiempo en una de las dirigentes más populares del nuevo PSOE.
¿Qué pueden esperar los empresarios españoles del gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias?
Iglesias tampoco tendrá mucho que decir en otros asuntos importantes para su parroquia, como la Educación, ahí sigue Isabel Celáa que dejará de ser portavoz; la Vivienda, que ahora quedará en manos de José Luis Ábalos, el eterno número dos de Sánchez en el partido, o la Memoria Histórica y la cuestión catalana, de las que seguirá encargándose Carmen Calvo. En el equipo morado hay un ministro más, Manuel Castells, un prestigioso y veterano sociólogo que se encargará de las Universidades. Su figura es difícil de atacar, desde luego, por mucho que haya llegado hasta ahí con el patrocinio directo de Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona. Pero se sienta en un ministerio nuevo, cuya creación ha molestado a los rectores, porque no desean que los campus queden desligados del área de Ciencia e Innovación, que es donde se manejan los presupuestos más altos y se negocian los convenios con las empresas privadas. Y allí seguirá sentado Pedro Duque. El astronauta. Un hombre popular que superó casi sin despeinarse una crisis de credibilidad provocada por su peculiar manera de elaborar la Declaración de la Renta. Y este es el panorama inicial al que se enfrenta un Pablo Iglesias que tras haber llorado de emoción después de su victoria en la sesión de investidura, tendrá que endurecerse a toda prisa si quiere estar a la altura del reto que le espera: deshacer el cordón sanitario que le ha impuesto con fría eficacia su nuevo mejor amigo Pedro Sánchez y recuperar a medio plazo al menos una parte del poder que le acaban de quitar de las manos. ¿Lo conseguirá? Hagan sus apuestas. Lo único seguro es que no se lo van a poner fácil.