Juan Carlos Zapata (ALN).- Llegó la emergencia petrolera a Venezuela. PDVSA puede. No. La estatal petrolera se encamina hacia el colapso. Y con el derrumbe una consecuencia: que a Venezuela, debido al cambio del patrón energético mundial, ya no le alcance el tiempo para seguir siendo una potencia petrolera. Este es otro milagro del chavismo en el poder. Un caso insólito.
La más reciente genialidad del presidente de Petróleos de Venezuela, PDVSA, no tiene antecedentes en la historia de corporación alguna. El plan del general Manuel Quevedo consiste en apoyarse en la “muchachada” con el fin de recuperar la producción petrolera. El general Quevedo lleva poco más de seis meses al frente de la empresa estatal. Y cuando habla de la “muchachada” se refiere a la “juventud petrolera”. A la juventud revolucionaria que labora en PDVSA. Y esto recuerda a la Joven Guardia soviética. Al voluntariado cubano para la zafra de caña de azúcar. A los pioneros. Inclusive a los boy scouts. ¿Así se recupera una compañía? A los soviéticos ni a los cubanos les funcionó. Y con seguridad el general Quevedo sabe que en este caso tampoco funcionará. Pero importa la consigna. Y decirle a Nicolás Maduro: Comandante en Jefe, ya la juventud petrolera está desplegada por todo el país, por todas las gerencias, por todos los campos, y vamos a recuperar PDVSA, vamos a recuperar la producción, vamos a rescatar nuestra PDVSA socialista y chavista.
PDVSA antes de que el chavismo llegara al poder, era la quinta petrolera del mundo. La primera de América Latina. Y era un poder dentro de la OPEP. Hoy, Venezuela es un productor marginal, en camino de extraer tanto petróleo como Colombia, país que hace una década no figuraba en el mapa geopolítico de la industria. PDVSA el futuro no lo tiene fácil. Durante la gestión del general Quevedo, la producción se ha derrumbado de 1,8 a 1,3 millones de barriles diarios. El pronóstico de los expertos es que al término de 2018 se ubique en un millón. Pero un millón de barriles diarios es el incremento que solicitó Nicolás Maduro como meta urgente al designar a Quevedo en noviembre de 2017. Se lo volvió a pedir a comienzos de mayo. Y sin embargo, todo ha marchado al revés. Y el colapso de PDVSA puede llegar antes. De hecho, en la empresa lo saben. Y apuran el paso.
PDVSA antes de que el chavismo llegara al poder, era la quinta petrolera del mundo. La primera de América Latina. Y era un poder dentro de la OPEP. Hoy, Venezuela es un productor marginal
Hace 5 años, Nicolás Maduro recibió una PDVSA produciendo alrededor de 2,5 millones de barriles diarios. Y Hugo Chávez la recibió en 1999 en 3,7 millones. Rafael Ramírez fue presidente de la corporación por 10 años. Era uno de los preferidos de Chávez. Así que contando a Ramírez, en el periodo de Maduro se han sucedido 4 presidentes en PDVSA: Eulogio del Pino, Nelson Martínez y ahora Quevedo. De todos, el que menos conoce del negocio es el general. Del Pino y Martínez hicieron carrera en PDVSA. Ramírez llegó por decisión política, igual que Quevedo. Del Pino y Martínez están presos en la cárcel política de Maduro, señalados de hechos de corrupción. Y Ramírez se esconde en un lugar de Europa, pues purgado por Maduro del anillo del poder, ahora se le acusa de formar parte de la mafia que destruyó a PDVSA y que movió de manera ilegal al menos 4.500 millones de dólares en lo que la Fiscalía madurista llama la mafia de Andorra. Quevedo llega al cargo como otra cuota de poder para los militares. En este caso para la Guardia Nacional, el componente de la Fuerza Armada que ha reprimido en el periodo de Maduro las protestas de calle con un saldo, desde 2014 y hasta el 2017, de casi 200 muertos, miles de heridos y cientos de presos políticos. La Guardia Nacional es una maquinaria de represión y es el cuerpo al que Maduro mejor atiende.
PDVSA es una empresa que ya no paga a los proveedores. Que no sirve los intereses de una docena de bonos de la deuda. Que confronta a los socios. Que casi no refina. Que importa insumos y aditivos para fabricar gasolina. Que importa crudo liviano. Que no invierte en exploración. Cuya producción ha caído a nivel de los años 40. Y esta realidad pone en peligro las exportaciones, pues, de hecho, ahora sólo con un gran esfuerzo puede atender las compras de Citgo, su propia filial en Estados Unidos. Inclusive es probable que el país abandone la OPEP, el bloque petrolero del cual Venezuela fue fundador y factor político de primer orden. Aun así, el general Quevedo anuncia “avances”. Y anuncia el plan de la muchachada. Dice que son ingenieros. Nuevos. Preparados en India y en Rusia. Ingenieros que han sido colocados al lado de los gerentes. Y esa juventud, le dice a Maduro, está extendida por la geografía petrolera. Es una juventud vigilante.
Pese a lo que dice Quevedo, hay que tener en claro que la “muchachada” nada tiene que ver con los 20.000 técnicos y gerentes que Chávez despidió de la empresa cuando estos decidieron convocar a una huelga en 2002 en respuesta a la politización de la que era objeto la compañía. Desde entonces, PDVSA se quedó sin talento. Sin tecnocracia. Sin esquemas de selección de personal. Sin estrategas. Sin planificadores. Sin abogados de primera línea. Y así fue penetrada por la política. Por la burocracia. Pasó de 38.000 empleados a casi 150.000. Fue penetrada por la corrupción. Por los negociados. Con la PDVSA de Hugo Chávez se hicieron grandes fortunas (Leer más: Así la corrupción chavista acabó con Petróleos de Venezuela). Como la de Diego Salazar, primo de Rafael Ramírez, quien manejó las pólizas de seguros y reaseguros por espacio de 10 años con sobreprecio de 200 millones de dólares al año, según consta en un informe elaborado por la propia empresa. Como la de Wilmer Ruperti, a quien Chávez le entregó las rutas de los tanqueros en 2003 y ya en 2008, según él mismo me confesó, poseía una fortuna de 1.600 millones de dólares. Como la de Roberto Rincón, un empresario que confesó ante un tribunal en Houston haber pagado más de mil millones de dólares en sobornos. Salazar está detenido en la cárcel política de Maduro (Leer más: El mundo alucinante del millonario boliburgués parido en la Era Chávez y purgado por Nicolás Maduro). Ruperti es aliado de Maduro. Y Rincón sigue bajo investigación.
Hugo Chávez llenó horas de discursos señalando que en la Faja del Orinoco había petróleo para 200 años. Lo que no medía era los costos para explotar y extraer los crudos pesados y extrapesados que son los que abundan en el área. Tampoco midió en la desmesura de que PDVSA debía asumir todo el gasto social. Así despilfarró más de 600.000 millones de dólares de ingresos petroleros y para colmo endeudó la empresa en más de 40.000 millones. Antes de la Era Chávez, la deuda apenas llegaba a 6.000 millones de dólares. Pese a todos los recursos, se abandonó la exploración. Se abandonaron los campos convencionales. Los pozos que goteaban petróleo liviano, tal como lo venían haciendo desde hacía un siglo. Porque Chávez privilegió precios, altos precios del petróleo en vez de producción. Hoy toda esa política de Chávez y Ramírez está siendo cuestionada desde las filas del propio chavismo. Tuvo que llegar PDVSA a la situación actual para que el poder chavista se percatara del error cometido. Y esto pese a que en 2008, en un evento celebrado en la ciudad de Valencia, el expresidente de PDVSA, Gustavo Roosen, ya advertía sobre el abandono del mantenimiento de los pozos, que se “cuantificaba lo que se tenía”, y advertía de la caída de la producción y de la manipulación de las cifras, pues las reales eran de 2,6 millones de barriles diarios y no los 3,4 millones que predicaba el gobierno de Hugo Chávez. El chavismo no prestó atención, estaba entretenido haciendo propaganda, voceando que PDVSA es del pueblo, el gas es del pueblo, el petróleo es del pueblo y la soberanía petrolera. Tanto así que llegaron a bautizar a la Faja del Orinoco con el nombre de Hugo Chávez. Vaya desmesura.
Como la lucha en el chavismo es a muerte, Quevedo apunta que el plan de las mafias pretendía destruir PDVSA. Y por ello se abandonó la producción del crudo liviano con la consecuencia de que sin este el petróleo extrapesado de la Faja del Orinoco no es comerciable. Aquí cabe la pregunta de cómo Chávez se ufanaba por un lado de los 200 años de petróleo pesado y por el otro se abandonaban los campos de crudo liviano, cuando este es imprescindible para comercializar aquel. Es más, se llegó al extremo de no brindarle mantenimiento a los mejoradores de crudo pesado, a los cuatro que fueron construidos no por Chávez sino por la antigua PDVSA. Todo era un absurdo. Y sigue siendo un absurdo. Y con ello, la bancarrota de PDVSA y la bancarrota del país, en virtud de que el chavismo hizo más dependiente -96%- a Venezuela de los ingresos petroleros. Toda esta situación impacta el PIB que ya lleva cuatro años en negativo. La firma Econométrica estima que el tamaño de la economía se redujo a niveles de 1999, y sigue hacia abajo.
Cuando Quevedo habla de mafias se refiere al grupo de Ramírez. Y este se defiende señalando que todo lo que hizo en PDVSA se ejecutó siguiendo instrucciones de Hugo Chávez. Y agrega que volvería a hacer lo mismo en PDVSA. Pues, apunta Ramírez en decenas de artículos, que la PDVSA de Chávez recuperó la soberanía petrolera de Venezuela y sostuvo el proyecto chavista. Por lo demás, Ramírez acusa a Maduro de no entender el negocio petróleo. Antes de llegar a PDVSA, el general Manuel Quevedo estuvo al frente de la Misión Vivienda. Una actividad diametralmente opuesta. Quizá calculó que lo aprendido construyendo viviendas “junto al pueblo” le era suficiente para encarar la complejidad y dimensión de la industria petrolera.
La crisis de PDVSA la fue fraguando el chavismo en esos 20 años. Una crisis que se manifiesta en lo financiero, en credibilidad nacional e internacional, en producción, en refinación…
Ya aterrizando en la cruda realidad, Quevedo acaba de anunciar que se han identificado en el Occidente de Venezuela, 13.435 pozos de categoría 2 y 3. Son pozos, afirma, “que podemos intervenir”. Entre todos los pozos de categoría 2 y 3 se podrían recuperar, esta es su cifra, alrededor de 650.000 barriles diarios de crudo liviano. Y también apunta que en el Oriente se han identificado otros 9.500 pozos para sumar 700.000 barriles diarios. De esta manera, el presidente de PDVSA anuncia un programa de alrededor de 23.000 pozos y un potencial de 1.426.000 barriles diarios. Sin embargo, para alcanzar esta cifra se requerirán años. Una década. Porque las estadísticas recopiladas por el profesor de la Universidad de Harvard, Ricardo Haussman, dan cuenta de que sólo es posible un incremento de 125.000 barriles diarios por año. Y tal incremento sería posible si se contara con recursos financieros, y PDVSA no los tiene; si se dispusiera de talento, y de ello carece PDVSA; si se tuvieran a la mano las contratistas que conocen el territorio y poseen los taladros, pero esas contratistas abandonaron el país. Y esas contratistas, multinacionales, sabían operar los pozos, conocían el yacimiento, que es una estructura viva y para atenderlo hay que poseer el conocimiento geológico. Esas contratistas fueron sustituidas por otras con un nivel empírico que desprecian el conocimiento. En estos momentos, PDVSA requiere recuperar los mejoradores de crudo y no cuenta con recursos ni personal especializado. Las contratistas radicadas en Houston, si acaso, solicitan que se les pague por anticipado.
El plan, su plan, Quevedo quiere ejecutarlo con la muchachada. Pero es un plan que además se plantea otros propósitos. El general Quevedo afirma que es también para limpiar tanta burocracia. Y tanta corruptela que dejaron sembrada en la Faja del Orinoco. El diagnóstico del militar es real. Y podría considerarse que lo hace público como una señal de honestidad corporativa. Pero el asunto es político. Es la lucha interna en el chavismo. De grupos contra grupos. Y la idea es responsabilizar a la administración anterior del desastre de PDVSA. Pero al hacer esto, también culpa a Hugo Chávez. En todo caso, el voluntarismo de Quevedo incluye jóvenes en la gerencia. Porque hay jóvenes en la Junta Directiva. Hay jóvenes en operaciones internacionales. Y ello es como poner la fe y todo el peso de la responsabilidad en esa juventud. Esto dice y anuncia ese plan con energía militar, y consignas. Aunque los expertos no se lo creen. Porque Quevedo también habló con consignas y energía en noviembre y en diciembre y en todo este tiempo. Y los resultados están a la vista.
Maduro lleva años repitiendo una historia y prometiendo el rescate de la compañía. Maduro ha dicho que “PDVSA ha tenido varias etapas en la época de la revolución. Una primera etapa, proimperialista de una cosa que llamaban ‘gente del petróleo’, la tecnocracia proimperialista, entreguista, apátrida (…) Producto de la conspiración de esa burocracia lacaya vino el golpe de Estado, el contragolpe, el sabotaje petrolero, el contrasabotaje, triunfó la patria, triunfó Chávez y surgió la PDVSA roja rojita, patriótica, revolucionaria, la nueva PDVSA al servicio del pueblo (…) La segunda etapa ha llegado hasta hoy 23 noviembre de 2016 (…) Han surgido la fuerza, las ideas, las propuestas para una tercera etapa. Pido la colaboración de todos y de todas para que la clase obrera pase al mando de PDVSA a todo nivel y haya un profundo proceso de transformación socialista, productiva, profundamente humana. Pido la colaboración, y encargo a Eulogio del Pino para instalar, con una delegación decidida por los trabajadores, una comisión de políticas transformadoras concreta, sin irnos por las ramas”. Luego vino la tercera etapa con Nelson Martínez en la presidencia, y la cuarta es con Quevedo. En enero de 2017, Maduro volvió a hacer cambios en la Junta Directiva anunciando que era “para trabajar en un proceso de recuperación, saneando de corrupción todos los ámbitos que se han podrido en los distintos niveles de la industria”.
PDVSA es un cascarón vacío
Por supuesto que la credibilidad es casi cero. Quevedo llegó a la presidencia falseando el discurso o acomodándolo a conveniencia. Dijo que la crisis de PDVSA se debía, primero, a la caída del precio del petróleo en 2016 y, segundo, al sabotaje interno y externo, al bloqueo financiero y al “ataque a todo el sistema”, lo cual había llevado a una situación, dijo, de “paro silencioso”. Todo promovido desde la derecha, de donde no excluye a factores de poder que se mantenían en PDVSA, y lo cual lleva a mirar hacia los expresidentes presos, Eulogio Del Pino y Nelson Martínez. O hacia Rafael Ramírez. Además culpó a una dama muy violenta de la derecha. Una dirigente de quien hizo el retrato hablado, reservándose el nombre. De modo que el derrumbe de los precios en 2016, dijo, afectó la inversión, y en consecuencia, la producción.
La credibilidad del general Quevedo se ubicó todavía más abajo cuando mintió de manera descarada. Apuntó, comenzando en la presidencia de PDVSA, que la producción era de 1,5 millones de barriles diarios y la verdad es que en ese momento, en diciembre de 2017, rozaba 1,8 millones de barriles diarios. ¿Por qué falseaba la cifra? ¿Por qué establecía un nivel más bajo que el real? Esto conduce a una interpretación. Exageraba o mentía con el fin de atribuirse el “milagro” en caso de que las operaciones evolucionaran de manera positiva. Cabe la pregunta de si confiaba y creía posible recuperar el bombeo y cumplir con la meta al alza que le había exigido Maduro: el millón de barriles diarios. En el chavismo la mentira y la manipulación están a la orden del día. Sin embargo, en este caso resultaba evidente que el milagro no podía producirse. O acaso el general Quevedo se creyó que su condición de militar bastaba para poner en marcha los taladros y que los pozos bombearan petróleo como por arte de magia. La mentira fue más patente cuando aseguró que la producción ya rondaba, “estamos cerca”, dijo, 1,9 millones de barriles diarios. ¿Milagro? No, mentiras. Mintió y la realidad lo desmintió. Quiso atribuirse la hazaña de haber levantado en un mes la increíble suma de 400.000 barriles diarios cuando lo cierto es que la caída ha sido continua y en seis meses acumulaba medio millón de barriles diarios.
La crisis de PDVSA la fue fraguando el chavismo en esos 20 años. Una crisis que se manifiesta en lo financiero, en credibilidad nacional e internacional, en producción, en refinación, en mercadeo interno y externo, en petroquímica, en mística de trabajo, en transparencia. PDVSA era una multinacional del petróleo pero Chávez optó por vender los activos en el exterior y el producto de la venta también se despilfarró. El problema de la deuda es acuciante. Es una carga muy pesada. El propio Quevedo ha reconocido que la deuda “mete presión”. “Nos golpea”. Llegó a admitir flujo de caja negativo. Y esto a pesar del aumento del precio del petróleo. Condición favorable que PDVSA no puede aprovechar por el problema del bombeo en picada. Y aquí de nada vale la muchachada. ¿Con qué dinero se recupera PDVSA? ¿Quién presta? ¿Cuáles socios están dispuestos a arriesgar? No hay multinacional que tenga entre sus prioridades a PDVSA. Es un caso insólito. En Azerbaiyán y Rumanía la industria petrolera llegó a desaparecer pero por el factor de las guerras mundiales. En Venezuela, la fuerza destructiva llegó de adentro, del chavismo. Citando otra vez a Roosen, este dijo en 2008, que la operatividad de PDVSA sólo era posible con petróleo a 100 dólares. Ahora ni petróleo a 100 ni producción.
El problema es mayor. Los expertos llegan al extremo de señalar que PDVSA no existe. No como corporación. Es un nombre. Pero no una empresa. Es un cascarón vacío. Hay petróleo pero no hay gerencia. No hay tecnología. Ya ni siquiera hay personal calificado, y el que queda huye del país. Lo confirma la situación de las refinerías, paralizadas casi todas o en estado comatoso. “Tampoco hay dinero –señala un experto-. Y sin dinero son otros los que ponen las condiciones. Los rusos están poniendo condiciones. Los chinos ponen las condiciones. Los franceses, los italianos, los japoneses. El que pone el oro pone las reglas. No hay dinero y no hay posibilidades de conseguir financiamiento. No con las sanciones impuestas por los Estados Unidos”. Por los momentos, las propias multinacionales se limitan a mantener lo que operan bajo responsabilidad. No inyectan dinero nuevo. Ni siquiera la rusa Rosneft, aliada de Maduro. Y no lo hacen porque no confían en el gobierno. No tienen garantías del destino de los recursos que puedan aportar. Por lo pronto, entienden que su posición es de fuerza. No sólo por el dinero del que puedan disponer en caso de ser necesario sino porque saben que del millón de barriles diarios de finales de 2018, más de la mitad será aportada por los campos que manejan las multinacionales en asociación con PDVSA. Sin las alianzas, lo más seguro es que la producción seguiría declinando hasta más abajo de los 700.000 barriles diarios.
El economista Ricardo Hausmann ha hecho un cálculo. El de recuperar la producción. “Es difícil hacerlo en menos de 15 o 20 años”, ha dicho Hausmann a El País de Madrid el 5 de abril pasado. El experto explica que “en la historia venezolana nunca ha habido un aumento de producción sostenido de más de 125.000 barriles diarios por año. De modo que esa sería una meta ambiciosa”. La meta es llevar la producción a 3,7 millones de barriles por día. Nivel en el que estuvo una vez. Dice Hausmann que a “razón de 125.000 barriles te toma 10 años llegar a 1,25 millones de barriles. Si ahora estamos en 1,6 millones, con eso llegamos a los 2,8. Y para llegar a los 3,7 millones te faltan siete u ocho años más”.
Al menos Hausmann mantiene la hipótesis de la recuperación. Pero especialistas petroleros no sólo la ven lejana, sino incluso inútil. Ya que suponiendo que en 20 años la recuperación sea factible, lo que es inevitable es el cambio del patrón energético. Es decir, que cuando Venezuela levante la producción, en el planeta el petróleo habrá pasado a un segundo plano. Quedarían los mercados del Tercer Mundo, pero las potencias habrán cambiado de patrón energético. La Unión Europea ha decidido que en una década el 30% de la energía que se consuma en la zona provenga de fuentes limpias y en 2050 el compromiso es reducir entre un 80% y 90% las emisiones que contribuyan al efecto invernadero. Al menos 180 países han diseñado políticas de cambio hacia las energías renovables. China, uno de los principales compradores del crudo pesado de la Faja del Orinoco, hace esfuerzos por reducir las emisiones debido a la contaminación en las grandes ciudades.
Si los cálculos de Ricardo Hausmann son firmes, a Venezuela le queda un ciclo petrolero muy corto, tomando en cuenta el punto de quiebre del cambio de patrón energético. En petróleo, 11 y 12 años es un ciclo breve para que las inversiones maduren. De modo que el tiempo juega en contra. Lo ideal sería una nueva apertura, desde ahora. Y crear una nueva empresa. O copiar el modelo del banco bueno y el banco malo y liquidar la actual PDVSA. Pero esto luce remoto mientras el chavismo se mantenga en el poder. Porque eso significaría otro modelo de propiedad y producción. Y otro modelo político ya que los problemas que condujeron a la destrucción de PDVSA no han desaparecido. Y estos son: La corrupción. El uso de la empresa como brazo político. El clientelismo. La pérdida del enfoque del negocio. La desinversión en tecnología. La desinversión en desarrollo y capacitación del personal. El abandono de la exploración. “La gerencia está desactualizada”, dice uno de los expertos. La jerarquía de PDVSA, fiel a la consigna de Chávez de combatir la meritocracia, se encerró en su mediocridad. El personal dejó de asistir a congresos internacionales. En una palabra, ignoraron los cambios que se estaban produciendo en el mundo. Sólo basta con observar quiénes ocupan hoy los altos cargos y las gerencias medias. Basta con mirar lo que cuelgan en las redes sociales para medir el nivel de calificación.