Pedro Benítez (ALN).- La hiperinflación y la carestía de los alimentos están llevando a Venezuela hacia la anarquía. Las protestas, motines, saqueos a establecimientos y asaltos a transportes públicos conmocionan al país. El inédito aumento diario de los precios afecta a la industria petrolera e incluso a las fuerzas militares y de seguridad del Estado.
El motín del pan o de subsistencia es la denominación que las crónicas europeas le dieron a diversas protestas populares ocurridas en épocas de carestía de alimentos, en particular de trigo. El registro de esos movimientos se hunde en la Edad Media y se extendieron en algunos países como España hasta finales del siglo XIX.
Por lo general estos motines acontecían en épocas de malas cosechas o de guerras que, dados los escasos medios de transporte de aquellos tiempos, hacían inevitable el hambre generalizada. Esta era una característica de las épocas de penuria que dominaron la vida humana hasta el final de lo que los historiadores europeos designan como el “antiguo régimen”.
Los motines de subsistencia desencadenaron en muchas ocasiones cambios políticos, el más conocido: la Revolución Francesa.
De modo que su causa principal, el hambre, era algo común que acompañó la vida cotidiana de la gente hasta que las consecuencias positivas que trajo el desarrollo económico provocado por la Revolución Industrial y el crecimiento del comercio mundial la hicieron desaparecer.
Casi todos los casos de protesta social que se dan hoy en Venezuela tienen un común denominador: la demanda de alimentos
No obstante, su fantasma regresaría a Europa Occidental con la guerra y seguiría afectando algunas regiones de países como España e Italia hasta bien avanzada la década de los 50 del siglo pasado.
En todos los casos el hambre en el mundo es una consecuencia directa del subdesarrollo, de desbarajustes creados por conflictos políticos y, en el siglo XX, de equivocadas políticas económicas. Las tres mayores hambrunas de la centuria pasada acontecieron en países que socializaron sus medios de producción: Rusia en 1921 bajo el dominio de Lenin; el hambre ucraniana de 1933 (El Holodomor); y “el hambre de Mao” (1959-1962) en China luego del desastre del Gran Salto Adelante. En estos tres casos ocurrieron protestas que los aparatos represivos suprimieron brutalmente.
Sin embargo, todos los datos disponibles de los últimos 40 años indican que este mal tan antiguo como la humanidad misma pareciera dirigirse hacia su desaparición definitiva.
Pero las tendencias en la historia nunca son lineales. Hechos que parecían destinados a perderse en la memoria reaparecen inesperadamente.
Onda expansiva
Es lo que está sucediendo hoy en Venezuela. Motines muy similares a los que registran la crónicas del viejo continente, provocados (al igual que aquellos) por la actual crisis de subsistencia que atraviesa el país, se están extendiendo como una onda expansiva por todo el territorio.
Ciudad Guayana, al margen sur del río Orinoco, ha sido asolada por tres días consecutivos de saqueos que han afectado principalmente a comerciantes asiáticos.
En las últimas horas en plena vía pública del estado Aragua, en el centro del país, pobladas han asaltado transportes de comida; esto se ha estado repitiendo en puntos muy distantes unos de otros, desde el oriente hasta los estados andinos en el occidente. Al sur del Lago de Maracaibo, en el estado Zulia, habitantes de pequeños pueblos como Caño La Yuca, El Pinar, Tucaní, Palmarito y Arapuey protagonizaron protestas demandando alimentos. Por las redes sociales se reportó que la Hacienda Miraflores, de esa misma entidad, fue ocupada y varias reses fueron sacrificadas para obtener carne.
En el estado Trujillo, también en el occidente del país, un grupo numeroso de personas saqueó el matadero industrial Montecarmelo.
Menos violentas, pero cada vez más frecuentes en los pocos días que lleva el año, son las protestas que por los mismos motivos se dan en la ciudad de Caracas, que está mejor abastecida que el resto del país. Sin embargo, desde el mes de diciembre estos incidentes son cada vez más numerosos y frecuentes (Leer más: El colapso petrolero y social marca la Navidad en Venezuela).
Motines provocados por la actual crisis de subsistencia que atraviesa el país, se están extendiendo como una onda expansiva por todo el territorio
Casi todos los casos de protesta social que se dan hoy en Venezuela tienen un común denominador: la demanda de alimentos. El detonante inicial fueron las promesas incumplidas por parte del Gobierno de suministrar comestibles subsidiados durante el mes de diciembre.
No faltan teorías que consideran que el propio régimen permite o promueve estos incidentes para “drenar” el descontento popular y seguir dominando sobre la anomia. No obstante, la hiperinflación es la nueva variable. Un fenómeno inédito en la castigada economía venezolana que está pulverizando en horas los ingresos de la inmensa mayoría de una manera sorprendente y empujando el país hacia un periodo de anarquía (Leer más: Nicolás Maduro no encuentra cómo detener la inflación en Venezuela).
Un antecedente latinoamericano son las manifestaciones y saqueos a supermercados que entre los meses de mayo y junio de 1989 se dieron en Argentina y precipitaron el final de la presidencia de Raúl Alfonsín. Pero el caso venezolano es de más gravedad, dado el proceso de destrucción previo que ha sufrido la economía del país, que algunos analistas estiman ha sido un 50% de su PIB de 2012.
El malestar provocado por la situación no se ha limitado a las calles, incluso ha entrado a los cuarteles. Vídeos grabados y difundidos por los mismos soldados revelan el malestar y desmoralización por la falta de alimentos suficientes.
En este contexto, con un proceso de negociación con resultados aún inciertos, falta por ver qué conejo de debajo del sombrero sacará ahora el presidente Nicolás Maduro.