Pedro Benítez (ALN).- El chavismo-madurismo no es un accidente en la historia de Venezuela, ha tenido en Vladimir Lenin una inspiración mayor a la que normalmente se ha admitido. Control social y poder militar son dos aportes cruciales del leninismo al proyecto de poder absoluto de Nicolás Maduro.
Venezuela hoy es un ejemplo de la vigencia práctica del leninismo, donde una minoría cohesionada y bien armada domina al resto de la sociedad. Este no es un hecho casual, el régimen que encabeza Nicolás Maduro tiene una de sus fuentes de inspiración en la teoría y la praxis del hombre que encabezó la Revolución Bolchevique hace exactamente un siglo.
Así por ejemplo, el encuadramiento político de una parte sustancial de la población venezolana en los denominados Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) no es una creación de Nicolás Maduro sino de Vladimir Lenin. El control de la distribución de alimentos a los más necesitados en momentos de mayor carestía (en situaciones creadas por el propio régimen) con propósitos de control social es algo que Lenin y sus compañeros bolcheviques descubrieron muy temprano, tal como lo han documentado autores como Rober Service en Camaradas y Paul Johnson en Tiempos Modernos.
El chavismo-madurismo es el producto de un largo y perseverante trabajo político conspirativo de la extrema izquierda
Con la asesoría del Gobierno de Cuba los CLAP fueron concebidos en Venezuela como “la nueva forma de organización popular”, pero en la práctica son un instrumento de control político, junto con el Carnet de la Patria.
Este último es un mecanismo de identificación de los beneficiados de las misiones sociales del Gobierno venezolano que abiertamente se ha usado para promover el voto por los candidatos oficiales.
En los países del denominado “socialismo real” (como Cuba hoy) las cartillas de racionamiento se empleaban como instrumentos para castigar la deslealtad política. Alguien considerado disidente se podía ver privado de este beneficio. En Venezuela en la actualidad las personas abiertamente opositoras son excluidas del acceso a los alimentos subsidiados por el Estado que distribuyen los CLAP.
Este tipo de discriminación no es nuevo y hasta se da como algo natural. Desde 2004 se crearon listas negras de personas por haber firmado aquel año para activar un referéndum revocatorio presidencial contra Hugo Chávez; a estos ciudadanos posteriormente se les negó el acceso a puestos en la administración pública o beneficios sociales.
Una versión imperfecta de la dictadura leninista
Pero allí no se ha detenido el aprendizaje venezolano del leninismo. Como se sabe, el régimen madurista está profundamente militarizado. Los militares son su base real de sustento. Los altos mandos, tal como ocurre en Cuba (en realidad es una reproducción), controlan un 70% de las actividades económicas que están en manos del Estado chavista. Esto (como en Cuba) es un incentivo poderoso para garantizar la lealtad política.
En Lenin el factor militar en la disputa por el poder político es algo absolutamente central. La relevancia que le da al control de las armas para imponer la revolución es uno de los aspectos que le diferencian de Karl Marx.
En ese sentido, el chavismo-madurismo no es un accidente en la historia de Venezuela sino más bien el producto de un largo y perseverante trabajo político conspirativo (inspirado en Lenin) que la extrema izquierda, derrotada en la subversión de los años 60 contra la naciente democracia venezolana, llevó a cabo dentro de los cuarteles.
Los denominados Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) no son una creación de Nicolás Maduro sino de Vladimir Lenin
Luego de la llegada al poder por vía electoral del expresidente Hugo Chávez en 1999 la labor de captar a las Fuerzas Armadas para el proyecto de poder del socialismo del siglo XXI prosiguió.
Estos hechos, que durante un tiempo fueron considerados como parte de una teoría “conspiranoica”, han sido recogidos y divulgados por los investigadores venezolanos Alberto Garrido y Thays Peñalver.
Sin embargo, hay otros aspectos donde el leninismo de Maduro es débil; es el caso del partido. Bien sea por haber sido Venezuela hasta 1998 una democracia imperfecta -y de allí a esta parte es borroso el momento exacto en que dejó de serlo-, bien sea por el vigor demostrado por la oposición venezolana resistiendo con las uñas al proyecto de poder chavista, el partido oficial no tiene en este caso la misma fuerza, la misma omnipresencia, la misma importancia que en los países del otrora campo socialista, incluyendo a Cuba hoy.
La vida del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) es bastante irregular y desordenada. En este aspecto Maduro no guarda las formas. Su régimen, al que cada vez más observadores concuerdan en llamar dictadura, es en la práctica otra versión imperfecta de la dictadura leninista.