Pedro Benítez (ALN).- La vida en Venezuela es una auténtica montaña rusa. En la mañana parece que el régimen de Maduro fuera a consolidarse y eternizarse en el poder y en la tarde está al borde de la caída. Un día pareciera que el país se dirige hacia una inevitable guerra civil y minutos después surge la posibilidad de un acuerdo que evite el desastre.
El presidente Nicolás Maduro planteó su propuesta de una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) como la solución mágica a todos los problemas. Desde un principio dejó claro que el objetivo de esta instancia supraconstitucional y plenipotenciaria no era redactar una nueva Carta Magna, sino pasarle por encima a la actual Asamblea Nacional, a la Fiscalía y a toda la oposición, a los que ha señalado como los auténticos causantes de los males de Venezuela.
Barriendo con todos los adversarios del régimen se acababa con la inflación, la escasez y todos los problemas que agobian a los venezolanos. Por ello el discurso para promoverla ha estado cargado de un abierto tono de retaliación y amenaza. Con un entusiasmo digno de mejor causa, el chavismo radical (ahora también denominado extremista) se montó en ese discurso.
El objetivo de la Constituyente es pasarle por encima a la actual Asamblea Nacional, a la Fiscalía y a toda la oposición
Pero desde el traslado de Leopoldo López, líder del partido opositor Voluntad Popular (VP), desde la cárcel militar de Ramo Verde a su casa en condición de arresto domiciliario el pasado 8 de julio, Maduro ha enviado “señales” de estar dispuesto a un acuerdo con sus enemigos.
Ayer al mediodía, luego de dos jornadas de conversaciones infructuosas entre Jorge y Delcy Rodríguez, alcalde del municipio Libertador de Caracas y excanciller respectivamente, y algunos de los dirigentes de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), se daba por sentado en los corrillos políticos y periodísticos que el intento por llegar al inicio de negociación había fracasado.
Se dijo que el expresidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero había tirado la toalla luego de varias semanas de ir y venir entre oposición y Gobierno, y se regresaba a Madrid.
Entonces, a las 3:00 pm en un discurso ante una escasa concentración de sus partidarios transmitida en cadena de radio y televisión al país, Maduro sorprendió anunciando públicamente su solicitud a la oposición de sentarse en una mesa de diálogo antes de la elección e instalación de la Asamblea Nacional Constituyente.
En privado sus enviados le han ofrecido a los dirigentes opositores desde posponer la elección de la Constituyente, hasta modificar las bases comiciales para que ellos puedan participar en la elección. Estos han rechazado la oferta con el argumento de que la Constituyente es un fraude a la ley, insistiendo en que la única posibilidad de acuerdo tiene que estar en el marco de la Constitución vigente, desde la cual la oposición seguirá insistiendo en unas elecciones generales que releven al presidente de su cargo.
Alguien tiene que ceder
Se le pueden dar varias interpretaciones a este giro de Maduro, pero uno muy probable es que ahora necesita de esa misma oposición para parar a la propia ala radical dentro del régimen, que encabeza el exdiputado y vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Diosdado Cabello, y que amenaza con controlar la ANC.
La propuesta constituyente le ha abierto a Maduro nuevos frentes: uno encabezado por la fiscal general, Luisa Ortega, denominado el chavismo disidente, y otro con Diosdado Cabello bautizado como chavismo extremo. Mientras, la presión de la alianza opositora y los grupos de calle no cesa.
Maduro se encuentra atrapado en una situación en la que parece que él tiene tanto interés como la propia MUD en parar la Constituyente
Por otra parte, tal como se ha insistido en ALnavío, la Constituyente en realidad no le resuelve al gobierno de Maduro ninguno de sus problemas, empezando por el crédito externo, para el cual depende de la Asamblea Nacional de mayoría opositora y a la que casi toda la comunidad internacional reconoce como la instancia parlamentaria legítima del país.
Maduro ha podido aprovechar sus cuatro años de mandato para intentar mejorar la economía del país con reformas pro mercado, lo cual le hubiese permitido afrontar en mejores condiciones la elección presidencial de 2018; pero ha desperdiciado el tiempo sumergiendo al país en una creciente conflictividad política y social.
Ahora se encuentra atrapado en una situación en la que parece más claro que él tiene tanto interés como la propia MUD en parar la Constituyente. Pero al mismo tiempo los dos están atrapados. Los opositores por su desconfianza en la palabra de Maduro luego del fracasado diálogo del año pasado y éste presionado por su sector más radical que apuesta al todo o nada. Sin embargo, todo indica que alguien va a ceder en una carrera contra el tiempo.