Daniel Gómez (ALN).- Carlos Slim es la primera fortuna de México. Alberto Baillères, la tercera. Slim controla Carso Oil. Baillères, Petrobal. Ambas compañías figuran en la subasta petrolera del próximo 12 de julio. Su intención es conseguir alguno de los 14 contratos que licitará el Gobierno con motivo de la liberalización energética emprendida por el presidente Enrique Peña Nieto.
Dos millonarios libran un duelo por el petróleo en México. El 12 de julio tendrá lugar la subasta que enfrenta a Carso Oil y Petrobal. La primera es propiedad de Carlos Slim Helú, el hombre más acaudalado del país y uno de los más ricos del planeta. Su fortuna, según Forbes, sobrepasa los 50.000 millones de dólares (aproximadamente 43.000 millones de euros). La otra pertenece a Alberto Baillères, que con un patrimonio de 10.000 millones de dólares (8.700 millones de euros) -también según la revista- figura como el tercer mexicano más rico. El segundo más pudiente es Germán Larrea Mota Velasco, un empresario dedicado a las infraestructuras.
La subasta forma parte de las rondas de licitación promovidas por la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH). En 2013, el Gobierno de México aprobó la reforma energética que terminó con más de 75 años de monopolio de la estatal Pemex. Por tanto, los campos productivos quedaron abiertos a las petroleras privadas, tanto nacionales como estatales.
Los primeros contratos llegaron en el verano de 2016. Y un año después tiene lugar la segunda fase. En ella, la colombiana Ecopetrol y la española Repsol clavaron picas en territorio mexicano. Fue este junio. Un mes después, el turno es para los millonarios Slim y Baillères, cuyas compañías concursarán en la ronda 2.3.
Carso Oil y Petrobal competirán con otras 29 empresas que, ya sea de forma individual o en consorcio, pujan por 14 contratos en áreas terrestres de las provincias petroleras de Burgos, Tampico-Misantla, Veracruz y Cuencas del Sureste. La mayoría de las precalificadas son nacionales. El resto viene de Estados Unidos, Canadá, China, Colombia y Uruguay, para extraer gas húmedo y aceite ligero.
Según estimaciones de la Secretaría mexicana de Energía, de las que se hizo eco Forbes México, la ronda 2.3 atraerá inversiones próximas a 1.000 millones de dólares (876 millones de euros). Asimismo, auguran que la extracción comenzará en 2018 y alcanzará su máxima capacidad en 2023, con una producción equivalente al 3% nacional.
Slim y Baillères apuestan por instinto
La liberalización energética fue una iniciativa del presidente Enrique Peña Nieto. Quería fomentar la competencia en el país, atraer nuevos inversores y a la vez, lograr que la estatal Pemex se centre en activos más interesantes. La misma estrategia que impulsó en el sector de las telecomunicaciones.
América Móvil, de Slim, controlaba ese mercado. La ley antimonopolio le hizo perder cuota pues entraron en escena actores como American Telephone and Telegraph (AT&T) y Telefónica. La posición hegemónica en un sector clave para el imperio del magnate quedó debilitada. Sin embargo, recurrió al instinto y reforzó su apuesta por los hidrocarburos.
En 2015, a punto de materializarse la liberalización energética, Slim fusionó dos firmas de su grupo y fundó Carso Oil. La empresa salió a escena con un peso importante. Las subsidiarias trabajaban para Pemex en México y tenían proyectos en América Latina y Estados Unidos. Hoy, el grupo sigue manteniendo compromisos con la estatal. Y, de resultar vencedora en la ronda 2.3, también pasaría al bando de la competencia.
En febrero, dos meses antes que Slim, Baillères fundó Petrobal. Atraído por la reforma energética de Peña Nieto, decidió diversificar su imperio basado en la minería. El Grupo Bal, del que es propietario, controla en la actualidad las reservas más importantes de oro y plata de México.