Pedro Benítez (ALN).- La Asamblea Nacional Constituyente es la coartada, la nueva excusa de Nicolás Maduro para encubrir que el verdadero nudo gordiano del drama venezolano es él y solamente él. Que se cuenten los demás pero no él. Que cambien a la Asamblea Nacional, a la Fiscal General, incluso la Constitución, pero no a él.
La cuestión en Venezuela no es sobre la Asamblea Nacional Constituyente. La cuestión es sobre el presidente Nicolás Maduro. Por eso es que no permite consultar al “soberano” para que éste decida convocar o no a esa nueva Constituyente, porque todos saben que de ser así sería un plebiscito sobre él.
Desde por lo menos diciembre de 2015 la mayoría del país está reclamando un juicio sobre su gestión. Puede que haya sido un error estratégico por parte de la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), pero lo cierto es que en la elección del actual Parlamento la mayoría del electorado votó por un cambio. Bien para que Maduro cambiara de políticas o bien para cambiarlo a él. Tanto así, que el principal acuerdo político suscrito por los partidos de la alianza opositora de cara a esa elección, contemplaba considerar desde la Asamblea Nacional las vías pertinentes para recortar el mandato presidencial de manera constitucional, democrática y electoral.
Encuesta tras encuesta, estudio de opinión tras estudio de opinión, todo indica que la mayoría del país se identifica con esa propuesta de la MUD.
Desde por lo menos diciembre de 2015 la mayoría del país está reclamando un juicio sobre la gestión de Maduro
Maduro ha bloqueado la elección de gobernadores porque sabe que esa no sería una elección en torno a la gestión de los gobernadores de cada estado, sino un referéndum sobre su propia persona. El referéndum que bloqueó el año pasado.
La agudización de la crisis política hoy es la consecuencia de haber evitado por medio de subterfugios seudolegales ese referéndum revocatorio. Pero también cualquier alternativa que bajara la presión. Fue Maduro quien saboteó desde el principio cualquier intento de diálogo, negociación o acuerdo con la oposición.
Maduro es el principal problema de la economía
Más allá de la bomba económica que heredó de Hugo Chávez, y cuya gestación le permitió seguir en el Palacio de Miraflores luego de abril de 2013, Maduro se ha constituido en el principal problema de la economía. No el control de cambio, ni los controles de precios, ni la baja del precio del petróleo o el brutal peso de la deuda externa, también heredada de Chávez.
Es él quien le hace caso a los consejos de un oscuro economista, el español Alfredo Serrano Mancilla, que desconoce la economía y la realidad venezolana. Esto lo saben perfectamente el expresidente de PDVSA, Rafael Ramírez, el expresidente de la Asamblea Nacional, diputado Diosdado Cabello, y el ex Vicepresidente Ejecutivo de la República, José Vicente Rangel, desde 2014, cuando todos estuvieron de acuerdo con que había que unificar el tipo de cambio y subir el precio de la gasolina, que eran algunas de las reformas que ese año se acordaron en el círculo del poder para “salvar el modelo”.
Esto lo recuerdan todos los que participaron en el III Congreso del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en agosto de 2014 en el teatro Teresa Carreño cuando le aprobaron al entonces Vicepresidente económico, Rafael Ramírez, esas reformas.
Lo conoce el expresidente dominicano Leonel Fernández, quien le presentó las consabidas propuestas en nombre de Unasur y Maduro también las rechazó.
El problema del PSUV es Maduro. Luego del sorprendente e inesperado resultado electoral de abril de 2013, las bases chavistas comenzaron a buscar responsables de la que para entonces lucía como evidente debacle. Pidieron cambios, no tenían claros cuáles, pero Maduro no hizo nada ni escuchó a nadie.
Fue Maduro quien saboteó desde el principio cualquier intento de diálogo, negociación o acuerdo con la oposición
Más allá de las ineludibles responsabilidades personales y facturas políticas pendientes, Rafael Ramírez; el exministro de Relaciones Interiores, Miguel Rodríguez Torres; la fiscal general, Luisa Ortega Díaz; el expresidente del Banco Central, Nelson Merentes, y los exministros de Chávez, Jorge Giordani, Ana Elisa Osorio, Héctor Navarro y un largo etcétera de dirigentes del chavismo conocen de primera mano que Maduro se ha empeñado en ejercer un poder personalisímo; una estructura donde si bien es cierto que hay grandes grupos con intereses corruptos expoliando al país, al final del día se ha impuesto la voluntad del mandatario.
Incluso el centro del problema dentro de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) es él. El más reciente es poner a los miembros del Alto Mando a discutir (por decir lo menos) sobre la pertinencia de la Constituyente; sin mencionar la tremenda tensión a la que ha sometido a la institución con su política represiva.
Escoger a Maduro como sucesor, entregándole todo el poder que acumuló en 13 años, fue la guinda de la torta de la serie de decisiones irresponsables y desastrosas que tomó Hugo Chávez.