Nelson Rivera (ALN).- La fiscal general de Venezuela, Luisa Ortega Díaz, se opone a la represión y a la Constituyente Comunal, las dos herramientas con que Maduro intenta permanecer en el poder. Hasta ahora su táctica ha sido la de intentar persuadir. Pero no la escuchan. Y mientras sigue la violencia ella se pregunta cuál será su próximo paso.
Permítame el lector formular una advertencia: estoy convencido de que la fiscal general de la República de Venezuela, Luisa Ortega Díaz, quien ha sido un factor clave del régimen inaugurado por Hugo Chávez, lo seguirá siendo. Quienes acarician la ilusión de que la señora Fiscal cruzará la acera, se equivocan: para ella sería como cruzar el Atlántico a nado. Y no se trata, como también he escuchado, de que la dama no cuente con el suficiente poder político para animarse a romper: es que no es eso lo que ella se propone.
Ortega Díaz constituye una prueba de fuego para el pensamiento binario en uso: el que haya hecho evidentes algunos significativos disentimientos con el régimen del que ha sido parte, no la coloca en la oposición. Ella constituye la expresión más acabada de un fenómeno que tiene numerosos antecedentes en las estructuras comunistas: la disidencia surgida en el interior del régimen: se discrepa pero no se abandona la adhesión a la causa.
Cuando a finales de marzo hizo una aparición pública, escenificada de modo que no hubiese duda alguna de que cuenta con el respaldo de la institución que dirige, en la que denunció las decisiones 155 y 156 del Tribunal Supremo de Justicia, hubo quienes dijeron que todo ello era un teatro político. Que había actuado bajo un guion dictado por el Ejecutivo.
Ortega Díaz ha dicho que rechaza la violencia causada por diferencias políticas
Lo que ocurrió no deja lugar a dudas: su discurso de ese día es la más importante expresión de disidencia, desde 1999 a la fecha. Tiene un carácter histórico. El momentum que eligió para mostrar su desacuerdo, el más adecuado. Las consecuencias de su intervención están en las calles y en los medios de comunicación del planeta entero: Luisa Ortega Díaz, desde adentro (y esto es lo realmente importante) denunció la usurpación de funciones a la Asamblea Nacional por parte del Tribunal Supremo de Justicia. Ratificó, desde el núcleo mismo del poder, lo que tantos habían dicho desde la oposición, dentro y fuera de Venezuela: que se había producido una violación del orden constitucional.
Nuevas advertencias
Después del 31 de marzo, comenzaron a circular expedientes y recordatorios de las numerosas actuaciones que, desde 2007 a esta fecha, la Fiscal ha ejercido, por acción u omisión, violentando la Constitución, favoreciendo al régimen con sus decisiones, permitiendo que la violencia de policías, militares y paramilitares se ejerciera en contra de ciudadanos que protestaban, con total impunidad. Quien busque en internet acusaciones en su contra, podría llenar miles y miles de folios al respecto. ¿Acaso alguien ha olvidado las gravísimas denuncias que el exfiscal Franklin Nieves hizo en su contra, que la señalarían como corresponsable de la prisión amañada de Leopoldo López?
Lo medular es esto: el que haya sido una columna del régimen -no olvidemos esta frase suya: “Considero que el hombre más humanista que ha habido en el planeta se llama Hugo Chávez”- y siga teniendo sobre sus hombros importantes responsabilidades en el control de la sociedad venezolana, no impide reconocer sus claras posiciones disidentes. A Luisa Ortega Díaz, ahora mismo, no es posible interpretarla con el método de blanco o negro.
En los días recientes, a través de distintos canales y medios de comunicación, la Fiscal:
2.- Se ha solidarizado con los familiares de las víctimas, lo que contrasta con el ominoso silencio o las burlas del régimen hacia éstas.
3.- Ha anunciado que la Fiscalía está “trabajando para que no haya impunidad”, lo cual viene a ser la única declaración, emitida desde el propio poder, que intenta poner límite a la acción combinada de policías, militares y paramilitares (de hecho, anunció que se han emitido 16 órdenes de captura).
4.- Se ha pronunciado en contra de los ataques vandálicos, lo que alcanza de forma directa tanto a protagonistas como a cómplices de los asaltos y destrucción de comercios y oficinas.
5.- Ha señalado que la paz se construye con ejemplos, lo que significa, ni más ni menos, un deslinde de la tranquilidad que se quiere imponer a fuerza de balas y bombas lacrimógenas.
6.- Ha dicho que “no podemos exigir un comportamiento pacífico y legal de los ciudadanos, si el Estado toma decisiones que no están de acuerdo con la ley”, latigazo que no necesita comentario.
7.- Ha repetido que es tiempo de dialogar y negociar, lo que viene a decir que no es tiempo de matar, herir y gasear a quienes marchan.
8.- Lo más importante, ha opuesto “la Constitución de Chávez” al proyecto de la Constituyente Comunal inventado por Maduro y la banda del alto gobierno.
9.- Ha defendido que la negociación obliga a ceder posiciones.
10.- Ha protagonizado un gesto cuyas repercusiones todavía no han aflorado del todo: ha levantado un ejemplar de la Constitución vigente, y lo ha mostrado como quien exhibe un objeto de su fe.
¿Qué se propone entonces Luisa Ortega Díaz?
Luisa Ortega Díaz no improvisa. Busque el lector los vídeos de sus entrevistas, sus declaraciones a la prensa: estricto comedimiento. Recato en el verbo. Procedimientos que hablan de apego a su personal comprensión de la institucionalidad. Antes de escribir estas notas, he leído una docena de los artículos que publicaba en el diario Últimas Noticias: podría solazarme aquí en la cursilería de su prosa, pero no es el asunto del día: me interesa concentrar la atención en sus ejercicios de contención, en su recurrente volver a la moderación.
Ha opuesto “la Constitución de Chávez” al proyecto de la Constituyente Comunal inventado por Maduro
Dicho todo lo anterior, me permitiré formular algunas hipótesis, luego de haberla visto y leído con alguna disciplina: a Luisa Ortega Díaz hay que interpretarla en sus afirmaciones, pero también en sus silencios. Con respecto al régimen, tan importante es lo que ha dicho -los diez puntos que he listado son todos categóricos- como las dimensiones sobre las que guarda silencio.
Así las cosas, me atreveré a sugerir:
1.- Su nostálgico amor por Chávez, los renovados elogios que le brinda, son inversamente proporcionales a sus sentimientos hacia Maduro. Esto creo: lo desprecia. Teme, como en efecto está ocurriendo, que bajo su mando el sueño de la revolución se hunda de una vez por todas.
2.- Detesta a Padrino López, al ministro de Interior y Justicia Néstor Reverol, al Alto Mando Militar, así como los procedimientos violatorios de la ley, por los cuales ciudadanos que hacen uso del derecho constitucional a la protesta son procesados por tribunales militares.
3.- Se opone al uso de grupos paramilitares, por parte de las autoridades militares, como fuerzas de choque e impunidad.
4.- Rechaza en su fuero interno las conductas extremas, no solo las relativas al uso desproporcionado de la fuerza en contra de quienes protestan, sino todavía más la violencia también extrema con la que se pretende apagar la exigencia de elecciones por parte de la inmensa mayoría de los venezolanos, con una Constituyente Comunal, propósito que destruye, en sus bases, los fundamentos de la República.
Su nostálgico amor por Chávez es inversamente proporcional a sus sentimientos hacia Maduro
No creo que, ahora mismo, haya un actor venezolano sumergido en dilemas tan difíciles de resolver: Luisa Ortega Díaz se opone a la represión y a la Constituyente Comunal, las dos herramientas con que Maduro intenta permanecer en el poder, pero no quiere que el régimen se acabe: se acabarían sus sueños y muchas otras cosas. Sabe que tiene en sus manos herramientas muy potentes y decisivas para poner en cuestión y hasta impedir que la violencia legal y física continúe actuando en Venezuela. Hasta ahora su táctica ha sido la de intentar persuadir, haciendo un cauto uso de las palabras. Pero, preámbulo de una tragedia, no la escuchan. El régimen sigue adelante. Y mientras la violencia sigue con sus pasos de plomo, Luisa Ortega Díaz, con Chávez palpitando en su corazón, se pregunta cuál será su próximo paso.