Alonso Moleiro (ALN).- El presidente de los EEUU tiene una cuenta de Twitter que es exacta a él. Como le sucede a todo populista que se respete, no se registra intermediación alguna en el contacto con las masas. Es Trump de cuerpo entero. Jugando dominó con los adjetivos, los anuncios y las amenazas. Si algún político poderoso de este mundo ha decidido no atender la extendida conseja que demanda discreción y prudencia en las redes sociales, ese es Donald Trump.
No le queda demasiado lejos el proscenio del poder a las masas enfervorizadas sedientas de sangre y novedades, que probablemente lo aman tanto como lo odian. Trump ha decidido asumir el riesgo: quiere polémica y quiere cercanía. Así es el populismo contemporáneo. Los mítines son también digitales.
De modo que, en lo tocante al universo de las redes sociales, el poderío de Trump no se expresa en pronunciamientos calculados, ni en mensajes salomónicos a sus conciudadanos, como sí lo hacen otros de sus colegas poderosos. El rubicundo presidente de los Estados Unidos, con su conspicuo copete, habla de todo lo que le provoca, sin contención y sin medida, y ha hecho de su activa presencia en la red una de sus marcas personales como hombre público.
Trump ha decidido asumir el riesgo: quiere polémica
La cuenta personal de Trump presenta las asimetrías de todo poderoso. No es un saco que pueda lucir cualquiera. Mucho más si se trata, como es el caso, de un poderoso que no anda disimulando. Son poco más de 36 mil tuits: Trump sigue a 24 personas y es seguido por más de 26 millones, una astronómica cifra difícil de igualar en todo el globo, que el político acicatea con su conducta, y que lo tiene, por eso mismo, de visitante frecuente en los noticieros y páginas de opinión.
Hace poco, Trump enfiló sus dardos en contra de Arnold Schwarzenegger, el conocido actor del Partido Republicano que gobernó el estado de California. El domingo 5 de marzo, declaró esto: “Schwarzenegger no ha dejado ‘El Aprendiz’ voluntariamente: fue despedido por su patético desempeño en el rating. Triste final para ese gran show”.
Arnold Schwarzenegger isn’t voluntarily leaving the Apprentice, he was fired by his bad (pathetic) ratings, not by me. Sad end to great show
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 4 de marzo de 2017
Trump estaba aludiendo al programa The Apprentice, emitido por NBC, un “reality” en el cual un grupo de empresarios compiten por un contrato para administrar una de las empresas de Trump. Schwarzenegger había declarado que no quería continuar, pese al excelente ambiente logrado con el equipo de trabajo, “en un programa con esos antecedentes”, en clara alusión al novel presidente.
Poco antes, los dicterios de Trump estuvieron dirigidos a su predecesor Barack Obama. El pasado 4 de marzo, Trump acusa a Obama de estar espiando sus conversaciones: “Cuán bajo ha caído Obama al estar pinchando mis teléfonos durante la sagrada campaña electoral. Recuerda las historias del Nixon-Watergate”.
How low has President Obama gone to tapp my phones during the very sacred election process. This is Nixon/Watergate. Bad (or sick) guy!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 4 de marzo de 2017
No fue lo único: “Apostaría a que un buen abogado obtendría un excelente caso del hecho de que el presidente Obama haya estado revisando mis teléfonos en octubre, con la inminencia de las elecciones”.
I’d bet a good lawyer could make a great case out of the fact that President Obama was tapping my phones in October, just prior to Election!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 4 de marzo de 2017
El tuit anterior, también del 4, rezaba: “¡Es terrible! Acabo de enterarme de que Obama obtuvo el contacto con mis líneas telefónicas en la Torre Trump poco después de la victoria. No encontraron nada. ¡Eso es maccarthismo!”.
Terrible! Just found out that Obama had my «wires tapped» in Trump Tower just before the victory. Nothing found. This is McCarthyism!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 4 de marzo de 2017
El 3 de marzo, Trump la emprendía contra el senador Chuck Summer y sus presuntos vínculos con los enemigos teóricos de la seguridad nacional. El tuit tiene todo el condimento de un contrataque: “Deberíamos iniciar una investigación contra el senador por sus vínculos con Rusia y Putin. ¡Un total hipócrita!”.
We should start an immediate investigation into @SenSchumer and his ties to Russia and Putin. A total hypocrite! pic.twitter.com/Ik3yqjHzsA
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 3 de marzo de 2017
De ese mismo día es esta otra queja: “Es patético: los demócratas no han aprobado todavía la conformación de mi gabinete”.
It is so pathetic that the Dems have still not approved my full Cabinet.
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 3 de marzo de 2017
Por esos días, Trump está en su salsa, saboreando las mieles de su inesperada victoria, juntando nombres para su gabinete, anunciando su presencia en espacios de opinión. El 27 de febrero, sentado en su escritorio, se tomó una foto rodeado de empresarios: “Gran encuentro con los ejecutivos de las compañías de seguros, que proveen servicios al pueblo de Estados Unidos”.
Great meeting with CEOs of leading U.S. health insurance companies who provide great healthcare to the American people. pic.twitter.com/s2NMVMvQq3
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 27 de febrero de 2017
Sus veleidades con Rusia, ha declarado él mismo, forman parte del paquete de “fake news” inventadas por los medios, colocados en su contra para intentar desdibujar su imagen frente al país. “Lo que quieren es ocultar su derrota, y el escándalo de las conexiones ilegales a mis llamadas”.
Ese es Donald Trump. Gobernando en directo. Enrocando dicterios. Planificando contracusaciones. Tomándose fotos. Tomando decisiones. Cumpliendo con lo que estaba previsto en caso de ganar. No hay community manager que pueda con eso.