Caleb Zuleta (ALN).- Ya no es ciencia ficción. Se ha entrado en un mundo del cambio de las cosas, de las conductas, de las actitudes. Que esté planteado la expedición de un carnet o pasaporte para aquellos que hayan sufrido el virus y puedan movilizarse con libertad, ya coloca en contexto muchas de las “cosas” que aparecerán como expresión del cambio, y con ellas, las conductas.
Es el periodista de origen británico, John Carlin, quien este domingo abordó una ironía si se quiere siniestra pero no tan lejana de la realidad inmediata. Que los que hoy sufren o han sufrido el virus y queden completamente inmunes y además no sean agentes de contagio, pasarán a engrosar la lista de privilegiados. ¿Una especie de elite?
Para Carlin, que vive en Barcelona, España, y escribe en La Vanguardia, “no es disparatado pensar” que entonces esos, los que enfermaron y después libres de contagiar, tendrán acceso al carnet y, por ende, puerta franca a los bares, a los cines, a las terrazas, a los restaurantes, a los estadios, a las discotecas, al teatro y al trabajo.
En cambio, apunta, aquellos que no han sido contagiados serán identificados con un brazalete, que es como sufrir una especie de “separación”, que es, señala Carlin, lo más cercano a un apartheid.
No, no es ciencia ficción. Tal vez, señala, hace “un par de meses” de haber escrito esto se hubiera pensado que lo era. Pero ahora está allí. Y puede ocurrir. Y Carlin no es el único que lo piensa. Hay Estados que lo están pensando. Y hay expertos que lo han propuesto. Y cabe dentro de las posibilidades en este mundo del cual dicen será distinto o ya no será igual, y de allí la variedad de controles aplicados por algunos gobiernos y que pueden quedarse para siempre como parte del sistema de vigilancia que, por desgracia, mucha gente aceptará, bajo el argumento de que es mejor la seguridad que la libertad.
Carlin imagina un mundo patas arriba. “Los que no se han contagiado se querrán contagiar. Organizarán fiestas los que no tienen carnet e invitarán a gente que está manifestando los síntomas del virus. ¿Tienes fiebre? ¿Tienes tos? ¡Bienvenido! Todos te abrazaremos y te pediremos un beso. Serás la persona más querida de la fiesta”.
Es que hay que contagiarse. Porque el carnet o el pasaporte es la garantía para el disfrute de nuevo de una vida más o menos normal. Para Carlin, la siguiente paradoja confirma lo que viene exponiendo: Que hoy, “por un lado, nos esforzamos por no contagiarnos; por otro, deseamos fervorosamente que ya nos hayamos contagiado”. Es que estos son “unos tiempos locos”, bien dice. Y no le falta razón. ¿Quién va a querer la distancia social cuando puede obtener un carnet que le permita repartir besos por el mundo?