Elizabeth Fuentes (ALN).- A Sofía, la famosa hija de su famoso papá, no le ha sonreído mucho la crítica sobre el trabajo como directora del más reciente montaje de la ópera La Traviata. Ni en Roma ni en París alabaron sus ideas y ahora la esperan los críticos de Barcelona y Argentina con la pluma afilada. Francis Ford Coppola ama tanto a su hija Sofía que hasta una colección de vinos bautizó con su nombre. Producidos en los enormes viñedos propiedad del cineasta, la estrategia de mercado incluyó a las “mini Sofías”, pequeñas latas rosadas de champaña dirigidas al consumo de mujeres muy jóvenes porque el licor resulta excesivamente dulce para paladares más avezados.
La niña de los ojos de Francis Ford Coppola, quien debutó como actriz en El Padrino III, buscó sin embargo su propia ruta como directora y logró muchísimo éxito con Lost in translation, el film escrito y dirigido por ella que totalizó 108 premios en 2004, incluyendo el Oscar al Mejor Guión y El Globo de Oro a Mejor Película.
Menos afortunada con María Antonieta, sin embargo este film le funcionó para conseguir otra de sus ambiciones: dirigir una ópera. Y nada menos que La Traviata, donde fue convocada gracias a la azucarada estética desplegada en aquella biografía de la joven y desafortunada reina de Francia, la misma belleza que quisieron reproducir los productores de la ópera de Verdi. Para sellar el éxito, le encargaron parte del vestuario a Valentino. Ya con esas dos marcas en el poster -Coppola y Valentino-, lo único posible era el triunfo.
Un escenario elegante para una pura nada: extraños, desconocidos sentimientos… ni un solo momento de latidos del corazón…
Pero la ópera también tiene sus bemoles. Basta con recordar la esperada puesta en escena de Tosca en el Metropolitan Opera de New York, en 2009, a cargo del aclamado director de teatro Luc Bondi: fue abucheada la noche del estreno. Algunos críticos la llegaron a comparar con un film de Alfred Hitchcock, entre otras razones por la escena del suicidio de Tosca, cuando la soprano queda virtualmente congelada en el aire mientras cae desde la muralla del castillo, truco que resolvió el director mediante un maniquí idéntico a la soprano, en este caso la extraordinaria italiana Daniela Dessi, fallecida prematuramente el año pasado. Solo que a diferencia de Sofía Coppola, Luc Bondi ya llevaba 16 óperas en su trayectoria y era director del Odeón de París cuando falleció. Esta historia debería consolar a Coppola frente a la tibia recepción que ha tenido su trabajo entre los críticos de Italia, París o New York. A pesar de maltratarla, éstos no han logrado disminuir la taquilla porque todas las entradas se han agotado en las 16 representaciones de Roma, adonde acudió la crema y nata del negocio del espectáculo porque todos querían ver qué hizo la Coppola y qué diseñó Valentino. Como en todo, los habitués de la ópera también han cambiado. Así como en 1967 los amantes del bel canto abarrotaron el Metropolitan Opera de New York para disfrutar La Flauta Mágica de Mozart pero diseñada por Marc Chagall -trajes, telones de fondo, máscaras, diseñados y pintados a mano por semejante maestro-, en este siglo se movilizan para ver los trajes de Valentino, ascendidos ahora a obra maestra contemporánea. Y para averiguar qué tan grande es el fracaso de Sofía Coppola dirigiendo una ópera.
Sin alma en varios idiomas
“…La torpe y tradicional lectura de Coppola de La Traviata tiene poco que distinguirla de cualquier producción rutinaria que se encuentre en cualquier teatro provincial. Los diseños del set de Nathan Crowley, quien creó extensos sets para dos películas de Batman, aquí parecen perdidos… Una escalera flotante de mármol falso sirve como una pista para Violetta en varias ocasiones, pero por lo demás tiene poca función práctica y simplemente se ve incongruente”, señaló el crítico del diario La Repubblica de Italia.
“…La mayor decepción de la noche viene de la dirección de Coppola… La producción está llena de clichés, de Violetta agarrando una botella de champán durante su himno al hedonismo…”, escribieron en París, donde la acusaron de tradicional, torpe y estereotipada. Algo que no ha impedido que el teatro consiga un record de recaudación con la venta de entradas para las 16 representaciones previstas. Y en el temible The New York Times la destruyeron desde el título, Lost in La Traviata: “…Elegante la sala de agonía, pero demasiado amplia para una prostituta empobrecida. Aquí está el problema. Es como si no representaran ningún drama, no se sabe de sufrimiento. Un escenario elegante para una pura nada: extraños, desconocidos sentimientos… ni un solo momento de latidos del corazón…”.
La champaña creada para Sofía Coppola ha tenido más éxito que La Traviata dirigida por ella
La producción de La Traviata tuvo un costo de 2,3 millones de dólares, dinero que sin embargo podrán recuperar con creces. A pesar de las críticas, la taquilla se ha llenado solo para ver qué hizo Coppola y qué diseñó Valentino para Violetta, trajes espectaculares como un vestido negro con una larga cola de pavo real, otro blanco reluciente y, por supuesto, el golpe dramático de su “rojo Valentino”.
Con semejante bagaje encima, la obra llega al Palau de les Arts en Barcelona el 9 de febrero, con Plácido Domingo en el rol de Giorgio Germont, espectáculo cuya venta de entradas anticipadas ya está agotada. Y para el 17 de septiembre le corresponderá enfrentar a los duros críticos argentinos, cuando La Traviata se monte en el mítico Teatro Colón de Buenos Aires, esta vez con Ermonela Jaho en el papel de Violetta y el argentino Fabián Veloz como Giorgio.