Pedro Benítez (ALN).- Las investigaciones iniciadas en Perú a raíz de este caso podrían alcanzar también a los sucesores de Alejandro Toledo: Alan García y Ollanta Humala. Así, tendría el record de ser el único país con sus cuatro expresidentes vivos condenados o sometidos a juicio, contando a Fujimori. Con 70 años de edad el modo en que acontece el previsible fin de la carrera pública del expresidente peruano Alejandro Toledo es una lástima.
En más de una ocasión ha comentado que su vida ha sido un “error estadístico”. Un cholo, mestizo de rasgos indígenas nacido en la más baja escala social peruana, octavo de 16 hijos, de los cuales solo sobrevivieron nueve. De niño fue limpiabotas y vendió periódicos hasta que gracias al azar, y a su talento para las matemáticas, unos voluntarios del Cuerpo de Paz le ayudaron a conseguir una beca de estudios en la Universidad de San Francisco. Allí se graduó en Economía en 1970 y luego de sus estudios de postgrado en la Universidad de Stanford, siguió una brillante carrera académica y profesional de dos décadas en distintas universidades y organismos internacionales de Estados Unidos, Francia y Perú.
Hoy Toledo está reeditando un episodio parecido al de su rival Alberto Fujimori
Con esa hoja de vida incursionó en la política desafiando electoralmente al popular y autoritario Alberto Fujimori en las elecciones presidenciales de 1995 y 2000. Sus resultados en esta última ocasión lo convirtieron en el líder de la coalición opositora a Fujimori que presionó en la calle la salida del poder de éste.
Toledo fue el personaje perfecto para disputarle el favor popular al fujimorismo. Por sus orígenes humildes no le podían señalar de pertenecer a la tradicional élite peruana, como se hiciera contra Mario Vargas Llosa y Javier Pérez de Cuellar. Tampoco de pertenecer a la clase política. Y menos de carecer de capacidad profesional.
Lideró La Marcha de los Cuatro Suyos, hito importante en el rescate de la democracia peruana que, junto con el escándalo de los vladivideos, provocó el desprestigio absoluto y la caída final del régimen de Fujimori y Vladimiro Montesinos. Eso fue lo que finalmente le abrió las puertas a su elección presidencial en 2001.
Una presidencia de contradicciones
Varios expresidentes peruanos le siguen los pasos a Fujimori / Flickr: www.vesti.ru
Sus cinco años de gobierno (2001-2006) fueron tremendamente disputados y repletos de conflictos sociales. En algún momento su aceptación popular fue de apenas 8% y la estabilidad de su presidencia se vio gravemente amenazada. Una prensa ferozmente crítica, su inexperiencia política, errores de su vida personal, promesas incumplidas, y el escándalo provocado por haber registrado de manera fraudulenta su partido político, lo acosaron mes tras mes de su mandato.
Sin embargo, las reformas e iniciativas de la administración de Alejandro Toledo tienen buena parte de crédito del extraordinario desempeño de la economía peruana en lo que va del siglo XXI.
Pero por lo visto, rara vez en Latinoamérica este tipo de historias tiene un final feliz.
El desprestigio de la institución presidencial
Hoy Toledo está reeditando un episodio muy parecido al protagonizado por su rival y antecesor en el cargo presidencial, Alberto Fujimori, quien en su momento también fue prófugo de la justicia peruana.
Buena parte de la estabilidad y progreso que hoy exhibe Perú se debe a estos dos personajes, y al mismo tiempo ellos son en gran parte responsables del desprestigio institucional que amenaza ese progreso. Esa es una de las constantes paradojas latinoamericanas.
Al destruir el prestigio de políticos que tenían por serios, como el caso de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, las ondas expansivas del escándalo Odebrecht están socavando -todavía más- la confianza de la gente en la democracia y las instituciones republicanas del subcontinente.
A las reformas de Toledo se debe buena parte del extraordinario desempeño de la economía peruana
Las investigaciones de este caso de corrupción internacional podrían alcanzar también a los sucesores de Toledo en el cargo: Alan García y Ollanta Humala. Con que lo que Perú podría tener el nada elogioso record de ser el único país con sus cuatros expresidentes vivos condenados o sometidos a juicio.
En Italia, durante los años 90 del siglo pasado, un proceso de investigaciones judiciales anticorrupción parecido al que se inicia en Perú en ocasión del caso Odebrecht -como viene ya aconteciendo con su vecino Brasil- provocó el derrumbe de todo el sistema político y pavimentó la llegada al poder de un hombre como Silvio Berlusconi.
Pedro Benítez es historiador y profesor de la Universidad Central de Venezuela.
No obstante, también limpió en buena parte la profunda corrupción que se había enquistado en las instituciones políticas de ese país.
Por lo tanto Perú está ante una oportunidad. La determinación mostrada por la justicia peruana de ir al fondo de este tipo de escándalos de corrupción puede ser una buena noticia a largo plazo, aunque ahora exhiba el lado débil de la naturaleza humana.