Pedro Benítez (ALN).- La semana pasada la Asamblea Nacional Constituyente de Nicolás Maduro firmó un acta de rendición. Derogó la ley de ilícitos cambiarios vigente desde 2008. En teoría ya no será ilegal comprar y vender libremente divisas en Venezuela. El régimen chavista se ha rendido ante el dólar paralelo. Ese mismo que aseguró pulverizaría. Una derrota. Pero no es de sus derrotas y fracasos de lo que quieren Maduro y el régimen que se hable. No del hambre y la emigración masiva, sino de golpes y atentados.
Que la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) de Nicolás Maduro levante la restricción cambiaria es ilegal. Que además sea una medida insuficiente para revertir la debacle de la economía venezolana, también es cierto. Después de todo, derogar la ley de ilícitos cambiarios aprobada en 2008 no es lo mismo que suspender el control de cambios.
Sin embargo, estos no son los aspectos relevantes del asunto. O, al menos, no los principales. Porque en los años 2013, 2014 y 2015, los dirigentes políticos (y militares) del régimen chavista-madurista prometieron pulverizar el dólar paralelo. Declararon una “guerra” que acaban de reconocer que perdieron.
Unos años después ven a la implacable mano invisible del mercado hacer su labor. El dólar paralelo. El dólar ilegal. El innombrable (era penado difundir su cotización en Venezuela) derrota a los herederos de Hugo Chávez. Es más, lo derrota a él después de muerto. El Cid Campeador pero al revés.
Han sido necesarios años de brutal destrucción económica, millones de emigrados y decenas de miles de fallecidos para que Nicolás Maduro diera su brazo a torcer
Han sido necesarios años de brutal destrucción económica, millones de emigrados y decenas de miles de fallecidos por desnutrición y enfermedades tratables para que Nicolás Maduro diera su brazo a torcer.
El control de cambios ha servido para eso y para el más sistemático saqueo contra las arcas públicas que se haya efectuado nunca en el continente americano.
Una élite chavista corrupta surgió en torno, y a propósito, de esas operaciones cambiarias reguladas. Luego diversificaron sus actividades ilícitas. Los famosos boliburgueses y bolichicos.
En las semanas recientes, la plena conciencia de esta realidad, junto con el hambre, el descontento, la hiperinflación, los sueldos de miseria y el colapso de los servicios de agua y electricidad han hecho eclosión entre los venezolanos en manifestaciones de calle (Leer más: Las políticas de Maduro aceleran el colapso del modelo chavista).
Enfermeras, profesores universitarios, choferes de transporte público, jubilados y trabajadores de instituciones y empresas estatales salieron a la calle. Una nueva ola de protestas toma fuerza en Venezuela.
Para alarma de Maduro, Diosdado Cabello y Vladimir Padrino López (los triunviros), ese descontento se estaba propagando aceleradamente a las bases chavistas de una manera particular.
Ese chavismo (que es minoritario, pero existe) ha entrado en fase de depresión anímica ante la inocultable evidencia del fracaso. Las contradicciones, las quejas y los reproches mutuos comenzaban a tomar vuelo.
Las voces críticas dentro de la propia ANC y del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) eran cada vez más sonoras en los días previos al IV Congreso de esta organización. Incluso Maduro lo admitió: “Hemos fracasado”.
Ese ha sido el marco de fondo del congreso del PSUV. El fracaso del proyecto chavista. Eso y aferrarse al poder a toda costa. Sin ningún propósito más que seguir en el poder.
El “odiado” dólar
Parte de ese proceso ha sido reconocer que no pudieron con el dólar paralelo. Los dirigentes chavistas juraron que nunca lo levantarían porque estaba allí por razones políticas. “Si lo quitamos nos tumban”, aseguraron.
Cuando Maduro prometió pulverizarlo en 2013 un dólar se cotizaba en la entonces escandalosa cifra de 23 bolívares. Hoy se acerca a los cuatro millones.
Pero no es de eso de lo que Maduro quiere que se hable. Para él es más conveniente una agenda informativa dominada por atentados, bloqueos e invasiones.
En su libro A Paso de Cangrejo, Umberto Eco plantea un ejercicio de imaginación para demostrar la capacidad de manipular la comunicación y divorciarla de la realidad: sugiere que de estar en los zapatos del entonces primer ministro italiano Silvio Berlusconi, rodeado de escándalos y sospechas por todos lados, le pondría una bomba al tren que cubría la ruta de Roma a Turín. Nadie se acordaría del magnate de la televisión italiana convertido en político, ni de esos desenfrenos por varios días.
Eco no inventaba el agua tibia, sólo recordaba algunas tácticas orientadas a desviar la atención del público. Un escándalo tapa otro escándalo. Sacar el foco de la cámara de lo realmente importante. El ladrón gritando: ¡allá va el ladrón!
En estas prácticas la dictadura cubana de los hermanos Castro ha sido, no cabe duda, magistral.
Maduro lo admitió pero no quiere que su confesión sea el centro del debate. Que los venezolanos y el mundo no hablen de cómo el “odiado” dólar, símbolo del poder enemigo, del capitalismo, se impuso al proyecto de poder socialista de Hugo Chávez. De cómo sus herederos firmaron el acta de rendición en la ilegal, ilegítima y no reconocida ANC. Pero rendición al fin y al cabo.
Por cierto, en la Gaceta Oficial de la República donde se publica la derogación del régimen cambiario, también se anuncia la exoneración del Impuesto Sobre La Renta (ISLR) a Petróleos de Venezuela (PDVSA) y empresas asociadas, sólo para el ejercicio fiscal 2018. Entre ellas se cuentan transnacionales como Chevron, Rosneft, Repsol, BP y la china National Petroleum Corporation (CNPC).
Hablando de defender hasta la muerte los recursos naturales del país de los capitales foráneos como la gran coartada del chavismo, este es otro acto de prestidigitación made in La Habana.