Pedro Benítez (ALN).- Nicolás Maduro puede ser presidente de Venezuela hasta el 2025 e incluso más allá. La consolidación política de su régimen es inminente. Las divisiones y enfrentamientos personales que se están dando hoy en la oposición venezolana le facilitan el terreno para garantizarse siete años más de presidencia. Venezuela va en camino de consolidarse como la Siria del Caribe con apoyo ruso y chino.
El más reciente trabajo sobre Venezuela de la prestigiosa revista Semana de Colombia concluye así: “…América Latina estaría viendo el surgir de un nuevo Saddam Hussein, único que solía ganar con esos márgenes en la historia reciente”.
La sentencia vista fuera de contexto puede dar alas a la imaginación, pero en realidad el autor del trabajo se refiere al probable panorama electoral venezolano de seguir las cosas como van, en las cuales Nicolás Maduro podría “ganar” procesos electorales futuros con las mismas proporciones (90%) con las que cada cierto tiempo el déspota iraquí era reelegido presidente.
Sin embargo, la citada frase es sugerente y lleva a plantearse una interrogante: Si Nicolás Maduro se consolida definitivamente en el poder, ¿cuál será el futuro de su régimen?
¿Se resignará a reformarse económicamente siguiendo el modelo de la Nicaragua de Daniel Ortega de los últimos 10 años? Ese es el camino tranquilo y seguro que calmará a sus vecinos y a los conservadores de Washington.
Ante la falta de alternativas creíbles de poder dentro de Venezuela va a crecer la tentación en la comunidad internacional de seguir el camino de Pekín y Moscú y negociar directamente con Maduro
¿O por el contrario optará por hacerse más rígido y con ayuda de Vladimir Putin constituir una fuerza militar disuasiva que le sirva como póliza de seguros?
En este último escenario tendríamos una Siria en el Caribe con apoyo ruso. ¿Ciencia ficción? Durante 30 años Cuba fue una base militar soviética en plena Guerra Fría a 80 millas de las costas de Florida.
Hace pocos días Maduro salió por la puerta de atrás del Kremlin, hoy puede regresar por la puerta grande. No tanto por su reciente victoria en las elecciones de gobernadores sino por el espectáculo de divisiones y enfrentamientos personales que se está dando en la oposición venezolana. Estas disputas le facilitan el terreno para garantizarse siete años más de presidencia.
Ante la falta de alternativas creíbles de poder dentro de Venezuela va a crecer la tentación en la comunidad internacional de seguir el camino de Pekín y Moscú y negociar directamente con Maduro. Él es el que manda.
La consolidación política de su régimen es inminente. A Maduro se le subestimó, se pensó que no podría calzar los zapatos de Hugo Chávez, que la crisis económica y social que heredó lo barrería y que era casi imposible que culminara su periodo presidencial. Hoy lo más probable es que no sólo lo termine, sino que llegue hasta el 2025 por lo menos.
El reto de estabilizar la economía
Todavía le queda estabilizar la economía, tarea nada sencilla. Ningún régimen, por más dictatorial que haya sido, ha convivido con la hiperinflación; Robert Mugabe en Zimbabue se vio obligado a dolarizar. Cuando se trata de conservar el poder no hay puntos de honor. Hasta ahora el caos económico ha jugado (paradójicamente) a su favor, tal como ocurrió en la Rusia bolchevique entre 1918 y 1921. Pero si quiere consolidarse definitivamente tiene que dar un giro pragmático, tal como lo hizo Lenin con su Nueva Política Económica (NEP) en 1922.
Hoy lo más probable es que Maduro no sólo termine su mandato presidencial, sino que llegue hasta el 2025 por lo menos
Por supuesto, ese giro nunca lo va a llevar al campo de las democracias liberales porque él y su movimiento ya escogieron su bando. Venezuela va en camino de consolidarse, junto con Siria y Corea del Norte, en uno de los tres enclaves autoritarios en el mundo más activamente antioccidentales, gracias (en parte) a la negligencia de Estados Unidos y la Unión Europea.
El periodista de ALnavío Antonio José Chinchetru devela en un pormenorizado trabajo las auténticas intenciones del presidente chino Xi Jinping, que ha mostrado sus cartas en el reciente Congreso del Partido Comunista chino.
Si como afirma, uno de los principios de la política exterior de un país es el reflejo de su política interior, presidentes como Xi Jinping o Putin necesitan y van a continuar patrocinando, si las circunstancias así se lo permiten, a regímenes de este tipo.
En los próximos meses en Venezuela (y para América Latina) se juega mucho más que las votaciones para algunos cargos de elección popular.