Pedro Benítez (ALN).- La solidaridad de los Estados-islas del Caribe no hispano con el régimen chavista duró lo mismo que el subsidio petrolero. Mientras fluyeron los 100.000 barriles diarios de petróleo a precios muy por debajo del mercado mundial Hugo Chávez tuvo en la palma de la mano los votos de esos países en la OEA. Como en tantas otras cosas, el gobierno de Nicolás Maduro paga hoy las consecuencias del populismo internacional cuando esos mismos países hacen bloque en su contra.
El canciller de Nicolás Maduro, Jorge Arreaza, lamenta por medio de un comunicado oficial la solidaridad de la Comunidad del Caribe (Caricom) con uno de sus miembros, la República Cooperativa de Guyana, en su diferendo territorial con Venezuela.
La República Bolivariana de Venezuela considera que los supuestos que motivan el pronunciamiento de la Presidencia Pro Témpore del CARICOM son absolutamente inexactos. Ello es el resultado de disponer de la versión de una sola de las partes sobre los hechos. Comunicado: pic.twitter.com/1t0h4EBsHg
— Jorge Arreaza M (@jaarreaza) 27 de diciembre de 2018
Desde 2016 Guyana ha dado permiso a buques de prospección sísmica contratados por transnacionales como Exxon Mobil para realizar exploraciones en aguas ubicadas en la zona del Esequibo, la cual se encuentra en disputa con Venezuela.
Desde que en el siglo XIX el imperio británico se lo apropió, Venezuela reclama como suyos esos 159.542 kilómetros cuadrados de territorio, abundante en agua dulce, minerales, y ahora se sabe que también en petróleo. Los gobiernos de Venezuela renovaron esa reclamación territorial cuando el Reino Unido se disponía a conceder la independencia a Guyana en 1966.
Pero esa política de Estado cambió con la llegada al poder de Hugo Chávez en 1999. A partir de ese momento la política internacional de Venezuela no fue la tradicional defensa de los intereses del Estado-Nación sino la promoción del proyecto político del nuevo mandatario, que, en algún momento, se consideró heredero del liderazgo mundial de Fidel Castro.
Compra de voluntades
Con el espectacular auge de los precios mundiales de los hidrocarburos iniciado en 2003 Chávez comenzó a tejer una red de alianzas y apoyos internacionales apoyados todos en los aparentemente inagotables petrodólares venezolanos.
Una de esas alianzas fue Petrocaribe. Creada en junio de 2005 en el Primer Encuentro Energético de Jefes de Estado y de Gobierno del Caribe mediante un Acuerdo de Cooperación Energética suscrito por 14 gobiernos, incluía no sólo a estados del Caribe anglófono, sino también a Surinam, Honduras, Guatemala, República Dominicana y por supuesto Cuba. Posteriormente se sumarían Nicaragua, El Salvador y Haití. Del Caribe angloparlante no se unirían al acuerdo Trinidad y Tobago (productor de gas y petróleo) y Barbados (paraíso fiscal de renta alta).
En un momento en el cual los precios del petróleo no paraban de subir, la oferta venezolana de suministrar más de 100.000 barriles al día a precios preferenciales (entre otras condiciones, la mitad de la factura se pagaba a 25 años con interés de 1%) era un auténtico salvavidas para países que por su propia geografía no disponen de otras fuentes de energía.
Esto le permitió a Chávez tener una influencia en Centroamérica y el Caribe de la que no dispuso ningún gobernante venezolano antes de él, y tampoco los de países de las dimensiones de Brasil o México. Ese ascendiente fue decisivo en una docena de gobiernos con voz y voto en organismos internacionales como por ejemplo la Organización de Estados Americanos (OEA). Y dio muestras de ese poder en la elección del secretario general de esta entidad, José Miguel Insulza, en mayo de 2005, un mes antes de la creación formal de Petrocaribe.
En la era Chávez Petrocaribe fue una de esas alianzas que contribuyeron a que pocas voces fuera de Venezuela cuestionaran su legitimidad, pese a que la deriva autoritaria era obvia. Era el precio que el país pagaba por sostener el aura democrática del presidente fuera de casa
Brasil, Argentina y Venezuela armaron un bloque suramericano para respaldar al chileno en contra de la aspiración del secretario de Relaciones Exteriores de México, Luis Ernesto Derbez, a la postre respaldado por Estados Unidos. En una disputada elección los votos del Caribe fueron decisivos y qué duda cabe que la oferta de una alianza en materia petrolera, que se concretaría inmediatamente después, fue un poderoso incentivo.
En toda la historia de la OEA nadie había sido electo para ese cargo sin el apoyo de Estados Unidos. Hasta ese momento. La OEA dejó de ser llamada por la izquierda latinoamericana “el ministerio de colonias del imperio”. Pero parece que esto no llegó a inquietar demasiado al gobierno de Washington. Es más, un informe del Comando Sur de 2009 afirmaba que Chávez era un “factor de estabilidad” en el área del Mar Caribe.
Allí se señalaba que no había evidencias de que esto amenazara los intereses estratégicos de Estados Unidos, sino que por el contrario estaba evitando una mayor presión migratoria de cubanos y haitianos en las costas de Florida al aliviar significativamente el impacto que por esa época tenían los altos precios del crudo en esas vulnerables economías.
Pero eso tenía un precio muy alto para Venezuela. Al país le dejaron de ingresar durante una década 1.500 millones de dólares al año en promedio del mercado petrolero mundial sólo para sostener a Petrocaribe (sin incluir a Cuba). Como parte del acuerdo la deuda generada podía cancelarse en servicios o en especies como ganado o caraotas (habichuelas).
Cambio de rumbo
Cuando la situación económica venezolana empezó a apretar, ya estando Nicolás Maduro en el poder, esa deuda (20.000 millones de dólares en 2014) fue titularizada en parte por el gobierno para obtener las divisas que necesitaba desesperadamente y al mismo tiempo el suministro petrolero venezolano a los países beneficiados disminuyó de los 120.000 barriles al día que llegó a tener en su mejor momento hasta 28.000 en 2017. Esa caída fue directamente proporcional a la influencia política en el área. Guatemala y Belice, por ejemplo, se retiraron del acuerdo.
Sin embargo, en la era Chávez Petrocaribe fue una de esas alianzas que contribuyeron a que pocas voces fuera de Venezuela cuestionaran su legitimidad, pese a que la deriva autoritaria era obvia. Era el precio que el país pagaba por sostener el aura democrática del presidente fuera de casa.
Con Maduro eso cambió. Con 19 votos a favor, 4 en contra y 11 abstenciones la Asamblea General de la OEA desconoció la elección del pasado 20 de mayo con la que pretendió validarse un nuevo mandato presidencial. Dos de los antiguos aliados, Ecuador y Nicaragua, se abstuvieron junto con la mayoría de las islas del Caribe, por años beneficiadas del apoyo de Petrocaribe.
Ahora, evidentemente aprovechándose de la debilidad venezolana, Guyana tratar de sacar partido de la situación con el respaldo de países que por razones culturales e históricas son sus tradicionales aliados, los miembros del Caricom, los mismos que, con la excepción de dos, también lo fueron en su momento de Petrocaribe.
Ahora hacen bloque en contra de su anterior benefactor perjudicando los intereses de Venezuela. Además, esto ocurre días antes del vencimiento del actual mandato presidencial y el inicio de otro que según la Constitución venezolana vigente tiene fecha para el 10 de enero próximo, pero la abrumadora mayoría de los países de América no le reconocerá la legitimidad de origen a Nicolás Maduro de seguir en el ejercicio del poder.
Petrocaribe, uno de los más costosos proyectos internacionales de Hugo Chávez, se pone en contra de su heredero cuando este más lo necesita.