Pedro Benítez (ALN).- En Venezuela todo está cambiando en cuestión de horas. Al empezar abril Maduro se percibía consolidado, con el camino despejado rumbo al 2018. Pero ha incurrido en el clásico error de subestimar a sus adversarios y las circunstancias. En particular, el profundo descontento de la población. En la política como en el deporte, el contrario comete errores cuando está sometido a presión. El régimen chavista en Venezuela se ha venido metiendo una serie de insólitos autogoles precisamente porque está bajo presión. Presión internacional, presión económica y ahora presión de una oposición que está demostrando una audacia inesperada.
Hasta hace apenas unos días el principal logro estratégico de Nicolás Maduro consistía en haber colocado a la Asamblea Nacional, con mayoría opositora, en una situación de impotencia. Eso a su vez generó una sensación de frustración entre las bases opositoras que ya le estaba pasando factura en las encuestas a los partidos que se agrupan en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD).
Presión internacional, presión económica y ahora presión de la oposición
Sin capacidad institucional, bloqueada sistemáticamente por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), sin capacidad de movilizar la calle como mecanismo de presión, a la oposición venezolana solo le quedaba hacer uso de la presión internacional, donde se asomaba la amenaza de la Carta Democrática por parte de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Maduro está metido en esta crisis porque decidió no negociar
Entonces el presidente venezolano decidió atender las voces más radicales del chavismo y optó por no negociar, anulando a la Asamblea definitivamente y desafiando a la OEA.
Maduro ha subestimado el profundo descontento de la población / Flickr: MARQUINAM
Este es un tema que ha venido dividiendo a la oposición desde 2013 y en el cual el Gobierno ha jugado con ventaja. Un sector de la MUD siempre ha estado dispuesto a avenirse a algún tipo de acuerdo de convivencia con el régimen chavista. El problema ha consistido en que para el chavismo cualquier pacto o transacción política huele a traición, porque les recuerda el tan demonizado sistema político anterior a 1999.
Con Maduro esa concepción de la política ha evolucionado a un nuevo nivel, pues para él y su círculo más cercano, cualquier diálogo o transacción con sus adversarios no es más que un mecanismo para debilitarlos y reforzar su propio poder. Allí está la clave del actual problema político venezolano.
Los jefes de la oposición venezolana saben que tarde o temprano se tendrán que sentar a acordar algún tipo de transición política con quien que esté al otro lado de la acera. Eso no se ha dado porque sencillamente Maduro y su gente no han querido.
Pero para seguir avanzando en esa determinación Nicolás Maduro necesita mantener al bloque de poder civil y militar que le sostiene firmemente controlado. Hoy en Venezuela se sabe que ese bloque de poder está fracturado y con cada incidente que ocurre en las manifestaciones de calle esa fractura pareciera ahondarse más. El insólito hecho de que desde un helicóptero se lanzaran el día lunes bombas lacrimógenas contra los manifestantes en la principal autopista de Francisco Fajardo en Caracas, con periodistas grabando el suceso, llevó al defensor del Pueblo, Tarek William Saab, firme partidario de Maduro, a marcar distancia de lo ocurrido.
La semana pasada en una comparecencia ante los medios de comunicación el mayor general Antonio Benavides Torres, comandante de la Guardia Nacional, flanqueado por el general de División del Ejército, Jesús Suárez Chourio, otro importante jefe militar del país, condenó por ilegal el ingreso de guardias nacionales y policías estatales a las instalaciones de la Universidad de Carabobo, en la ciudad de Valencia, al oeste de Caracas. El general Benavides anunció medidas contra los funcionarios.
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Esto es solo un dato que será clave para comprender el desarrollo de los acontecimientos futuros en Venezuela: La mayoría de los altos jefes militares venezolanos son plenamente conscientes de que el largo brazo de la justicia internacional los observa y de las consecuencias personales que sus acciones les pueden acarrear. No todos, el general Néstor Reverol, hoy ministro del Interior, anterior comandante de la Guardia Nacional y ubicado en el ala radical del chavismo, es la excepción más notable.
En el bloque de poder chavista hay disputas y divisiones
La dinámica política interna del país puede hacer cambiar la posición que hoy tienen los jefes militares y civiles del país, incluso si Maduro culminara su periodo presidencial. Un ejemplo muy claro es el caso del general Miguel Rodríguez Torres, quien como ministro del Interior fue el responsable de la represión de las protestas de 2014. Cuando ese mismo año apoyó a sus subalternos en un enfrentamiento con los grupos de civiles chavistas armados que campean en el oeste de Caracas, Maduro salió de él. Hoy Rodríguez Torres se ha sumado abiertamente al ala del chavismo disidente.
Su opción más racional hoy es sentarse a negociar con la Asamblea Nacional
Una historia parecida aconteció con la fiscal general, Luisa Ortega Díaz, pieza clave en la imputación de dirigentes opositores por los hechos de 2014, siendo el más destacado el exalcalde de Chacao y fundador del partido Voluntad Popular, Leopoldo López. A fines de ese mismo año la intentaron desplazar de su cargo por una jueza cercana a Cilia Flores, pareja del presidente y también dirigente chavista. Entonces el PSUV, partido oficial, tenía mayoría en la Asamblea Nacional, pero no consiguieron reemplazar a la Fiscal por sus disputas internas.
Ahora Luisa Ortega cumple un papel central en el desarrollo de los acontecimientos pero Maduro no la puede sustituir de su cargo como hizo con Rodríguez Torres.
Los anteriores son solo dos ejemplos claves (hay más) de cómo la estructura de poder del heredero de Hugo Chávez no es compacta ni está aislada de las presiones externas.
Pedro Benítez es historiador y profesor de la Universidad Central de Venezuela.
Nicolás Maduro no es como se dice en algunos países del Caribe un presidente “caído”, aunque tal como se desarrollan los acontecimientos en Venezuela cualquier cosa es posible. Su opción más racional hoy es sentarse a negociar con la Asamblea Nacional en condiciones de igualdad. Mientras más deje correr el tiempo lo hará en situación de mayor debilidad para él (y la oposición lógicamente le exigirá más) porque el edificio donde está sentado se seguirá agrietando.