Pedro Benítez (ALN).- Los recursos financieros, e incluso humanos, de PDVSA fueron fundamentales en las victorias electorales del expresidente Hugo Chávez en diciembre de 2006 y octubre de 2012. Esta última fue clave para la cuestionada elección presidencial que le otorgó la jefatura del Estado a Nicolás Maduro en abril de 2013.
Sin la Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA) que hoy se está desmontando, Nicolás Maduro nunca hubiera llegado a la Presidencia de Venezuela. La estatal petrolera ha sido el pilar económico del proyecto de poder nacional e internacional del chavismo. Su equipo gerencial, encabezado por hombres como Rafael Ramírez, Eulogio del Pino y Nelson Martínez, fue el brazo ejecutor.
Los recursos financieros, e incluso humanos, de PDVSA fueron fundamentales en las victorias electorales del expresidente Hugo Chávez en diciembre de 2006 y octubre de 2012. Esta última fue clave para la cuestionada elección presidencial que le otorgó la jefatura del Estado a Nicolás Maduro en abril de 2013.
En esos procesos electorales la corporación petrolera actuó sin ningún disimulo como la división de logística del comando de campaña presidencial y desde 2008 del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
Chávez tuvo muy claro desde que llegó a la Presidencia la necesidad de capturar a PDVSA para su estrategia de poder total
No es exagerado afirmar que la diferencia entre esta organización y los partidos opositores venezolanos ha sido PDVSA. Este es un aspecto que nunca se puede olvidar cuando se trata de entender a Venezuela: es un petro-Estado, donde la sociedad depende del Estado que controla la renta generada por el oro negro, en este caso por medio de PDVSA.
De hecho, en vísperas de la elección presidencial de 2006, el entonces presidente de la empresa Rafael Ramírez no tuvo ningún empacho en afirmar en una asamblea de esta que: “La nueva PDVSA es roja, rojita, de arriba abajo”.
Aunque el vídeo de esa asamblea se filtró a los medios de comunicación no controlados aún por el Gobierno, algunos analistas sospecharon que fue el propio Ramírez (o alguien de su confianza) quien lo difundió, como demostración de su lealtad al presidente Chávez.
Sin embargo, aquella declaración fue sólo una prueba más. El carácter partidista de la petrolera no se disimulaba. Todo lo contrario. Por aquella época era cada vez más frecuente la presencia de sus directivos y gerentes en actividades político-partidistas de la revolución, y todos los recursos se movilizaban en favor del proyecto político en campañas electorales y en movilizaciones de calle. Ramírez incluso se hizo miembro de la directiva nacional del PSUV y fue jefe de campaña del partido en el oriental y petrolero estado Anzoátegui en las elecciones parlamentarias de 2010. De ese modo PDVSA pasó a tener un carácter patrimonialista.
Destruir la vieja PDVSA
Chávez tuvo muy claro desde que llegó a la Presidencia la necesidad de capturar a PDVSA para su estrategia de poder total. Ese y el control de las Fuerzas Armadas fueron sus objetivos luego del proceso constituyente de 1999-2000 que le permitió colonizar con sus partidarios todos los poderes públicos y acabar con cualquier rastro de equilibrio institucional.
Desde su creación en 1975 como corporación estatal con el propósito de centralizar las operaciones de las empresas nacionalizadas el 1 de enero de 1976, Petróleos de Venezuela S.A. funcionó con gran autonomía gerencial. Esto fue parte de un acuerdo no escrito entre la élite política de entonces. La idea era que la empresa (fundamental para la economía del país) no tuviera el mismo destino de todas las otras empresas en manos del Estado venezolano, continuamente interferidas por los intereses políticos de turno o por el clientelismo partidista.
Así, la mayoría de los gerentes y empleados venezolanos, formados en su mayoría en las transnacionales norteamericanas, continuaron en sus puestos y sustituyeron a los ejecutivos extranjeros.
PDVSA siguió un destino distinto (y envidiado) a la mayoría del sector público venezolano. Esto, por supuesto, no dejó de causar los conflictos propios de las relaciones donde no todo el poder está concentrado. Era norma general, por ejemplo, que las relaciones entre el ministro de Energía y Minas (Petróleo) y el presidente de la estatal petrolera fueran tirantes, entre otras cosas porque nunca eran la misma persona, hasta que Hugo Chávez le dio los dos cargos a Rafael Ramírez.
Sin la PDVSA que hoy se está desmontando, Nicolás Maduro nunca hubiera llegado a la Presidencia de Venezuela
Cuando llegó a la oficina presidencial de Miraflores el expresidente Chávez primero actuó con cierta prudencia con la empresa, hasta que sus disposiciones empezaron a chocar con la cultura gerencial de esta. En sus primeros cuatro años designó a cinco presidentes distintos, Roberto Mandini, Héctor Ciavaldini, Guaicaipuro Lameda, Gastón Parra Luzardo y Alí Rodríguez, y enfrentó dos conflictos político-laborales que la llevaron al paro. Todo esto en medio de una campaña oficial destinada a condenar a “la vieja PDVSA”.
Con Ramírez, Chávez finalmente puso la corporación al servicio de su proyecto político sin ninguna limitación y además contó con el factor de la diosa fortuna que menciona Maquiavelo en El Príncipe: el auge de precios del petróleo más grande y prolongado de la historia económica, que permitió extender su influencia como nunca antes lo había logrado ningún presidente venezolano.
En esto también PDVSA fue protagonista, convirtiéndose en la mayoría de los casos en la financista directa de planes como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) o Petrocaribe.
Todos estos factores se combinaron para hacer de Rafael Ramírez el segundo hombre del régimen, luego del comandante-presidente.
En la campaña presidencial de 2012, con Chávez como candidato disminuido por su enfermedad, la acción de PDVSA fue crucial para asegurar su reelección. Todo el petro-Estado venezolano se movilizó para derrotar al candidato de la Unidad opositora, el exgobernador del estado Miranda, Henrique Capriles.
Desde su puesto de zar petrolero a Ramírez se le designó Coordinador del Órgano Superior de Vivienda, para impulsar la Gran Misión Vivienda Venezuela (GMVV), bandera oficial de esa campaña presidencial.
Sin esa victoria electoral, Nicolás Maduro no hubiera podido ser presidente-candidato el año siguiente contra el mismo Capriles. En la estrategia chavista era fundamental usar al moribundo presidente Chávez para asegurar la continuación del proyecto político en el poder.
En ese proceso, Ramírez y PDVSA fueron protagonistas. Tanto así, que si se revisa la hemerografía de los primeros meses de Maduro como presidente, siempre aparecía flanqueado por dos personajes: el entonces presidente de la Asamblea Nacional (AN) Diosdado Cabello y el ministro-presidente de la industria petrolera Rafael Ramírez. Operaban como un triunvirato.
Hoy Nicolás Maduro apoya las acciones de su cercano aliado político, Tarek William Saab, que en su carácter de Fiscal General designado por la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) lleva adelante la acción judicial que ha detenido a más de 65 gerentes de PDVSA y que en las últimas horas tuvo su capítulo más espectacular cuando por sus órdenes, en sus propias palabras, “la Dirección General de Contrainteligencia Militar desarrolló una serie de aprehensiones para desmantelar el cártel que existía en la estructura de PDVSA (…) han sido detenidos Eulogio del Pino y Nelson Martínez, expresidentes de PDVSA y ministros de Petróleo”.
Dos hombres cercanos a Ramírez que fueron parte de la “PDVSA roja, rojita”, que hoy Maduro y su fiscal Saab proceden a desmontar.