Pedro Benítez (ALN).- En abril de 2013 Nicolás Maduro buscó y obtuvo el reconocimiento y la legitimidad, por parte de los gobiernos de Suramérica, del proceso electoral que lo eligió presidente de Venezuela y que la oposición entonces impugnó. Casi los mismos países que hoy rechazan, alegando falta de garantías, la convocatoria de la elección presidencial mediante la cual pretende reelegirse. La lista incluye un mandatario que todavía sigue en su cargo: Juan Manuel Santos.
El presidente venezolano Nicolás Maduro ha decidido mantenerse en su línea de abierto desafío a la comunidad democrática de América y Europa. Ninguna sorpresa pues esa ha sido su actitud desde que convocó a la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) el año pasado.
Mediante un proceso de escalada, a raíz del fracaso de las negociaciones entre el Gobierno y la oposición venezolana en República Dominicana, los países de la Unión Europea reaccionaron imponiendo más sanciones individuales a funcionarios del régimen de Caracas. Muy en su estilo, la respuesta del alto mando chavista fue convocar elecciones presidenciales para el mes de abril. El fin constitucional del periodo presidencial es el 5 de enero de 2019 (Leer más: Nicolás Maduro aplica el arte de la guerra para sorprender a la oposición).
Esto a su vez ha traído una serie de reacciones de la comunidad democrática internacional, destacando por su significado la de Latinoamérica.
Por boca del ministro de Relaciones Exteriores chileno, Heraldo Muñoz, los cancilleres, vicecancilleres y representantes de Argentina, Canadá, Chile, Colombia, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú, Santa Lucía, Brasil, Costa Rica y Guyana rechazaron esa convocatoria a elecciones presidenciales por parte de la Constituyente controlada por los partidarios de Maduro pues “carecerán de legitimidad y credibilidad”.
Canciller @HeraldoMunoz encabezó reunión del IV Grupo de Lima donde se “rechazó” el llamado a elecciones convocado por el Gobierno de #Venezuela🇻🇪 Revisa aquí la declaración 👉🏻 https://t.co/cPC6pyEGJH pic.twitter.com/HBd3FmyHfw
— Cancillería Chile 🇨🇱 (@Minrel_Chile) 24 de enero de 2018
Exactamente lo contrario a lo ocurrido hace cinco años, cuando los jefes de Estado de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) respaldaron el proceso electoral que eligió a Maduro como presidente de Venezuela, pese a que la impugnación del proceso por parte de la oposición no había recibido respuesta en ese momento.
Aquella reunión efectuada en Lima, Perú, había sido convocada de emergencia para analizar la situación venezolana en medio de la fuerte tensión que había seguido al proceso electoral del 14 de abril de ese año, a solicitud del presidente peruano Ollanta Humala, en su condición de presidente temporario del organismo suramericano.
Pese a que Unasur acordó designar una comisión que contribuyera a examinar los hechos violentos acontecidos en algunas ciudades de Venezuela los días 15 y 16 de abril de aquel 2013, sus Estados miembros respaldaron las actuaciones del Consejo Nacional Electoral (CNE) venezolano.
Por comodidad o complicidad las democracias latinoamericanas prefirieron respaldar esa cuestionable elección y ahora miran con horror e impotencia las consecuencias
Es más, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, luego de participar en esa cumbre extraordinaria siguió a Caracas para hacer acto de presencia en la ceremonia de investidura del presidente Maduro. Un respaldo más que claro.
Una de las pocas voces discordantes en la opinión pública internacional fue la del Nobel peruano Mario Vargas Llosa, quien proféticamente solicitaba “poner freno a la deriva autoritaria en Venezuela”.
Aquellos polvos trajeron estos lodos. Por comodidad o complicidad las democracias latinoamericanas prefirieron respaldar esa cuestionable elección y ahora miran con horror e impotencia las consecuencias. Vale la pena destacar un mandatario que estuvo presente en aquella cumbre y le dio su respaldo a Maduro, pues por entonces calculaba el apoyo del régimen chavista para facilitar el proceso de paz con la guerrilla de las FARC. El presidente colombiano Juan Manuel Santos.
Santos finalizará su segundo mandato presidencial lidiando con una crisis inédita en Colombia como consecuencia de la masiva migración de venezolanos a lo largo de su frontera oriental. Si un presidente de la región tiene razones para estar preocupado es él. Si alguien está motorizando las presiones diplomáticas sobre su vecino es él. La situación venezolana inevitablemente afectará la economía de Colombia, aumentará las tensiones sociales e impactara directamente en la elección presidencial de este año. De modo que en vez de un país en crisis, vamos a tener dos países en crisis (Leer más: Colombia necesita ayuda humanitaria para atender la crisis migratoria desde Venezuela).
¿Pueden tener estas acciones diplomáticas algún efecto sobre el Gobierno venezolano? La primera reacción ante esta pregunta es de incredulidad. Pero alguna utilidad verán los gobiernos del mundo en recibir el reconocimiento y la legitimidad de sus pares que muchísimo dinero invierten en eso.
Quemar la economía
Un mandatario que le daba mucha importancia al reconocimiento internacional era el predecesor de Nicolás Maduro, Hugo Chávez.
De hecho, hizo del respaldo internacional una de las columnas de su régimen, lo que le permitió mantener esa ambigüedad entre la formalidad democrática y los desplantes autoritarios. Celac, Unasur, Petrocaribe y ALBA fueron parte de sus iniciativas y de la compleja red de alianzas que fue creando… y que como vemos le fueron útiles a Maduro para asentarse en el poder.
Ahora Maduro decide hacer exactamente lo contrario que hace cinco años al desafiar a toda la comunidad democrática de América y Europa, que ya le advierte que no le reconocerá su legitimidad como presidente.
¿Pueden tener estas acciones diplomáticas algún efecto sobre el Gobierno venezolano? La primera reacción ante esta pregunta es de incredulidad
El último caso en la región donde un proceso electoral presidencial no contó con el aval de los demás gobiernos fue en el 2000, en la segunda reelección de Alberto Fujimori. Entonces la mayoría de los países miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA) cuestionaron el proceso y sólo los presidentes Gustavo Noboa de Ecuador y Hugo Banzer de Bolivia asistieron a la juramentación del cargo. Mencionemos aquí que el Perú del año 2000 no padecía la crisis económica que hoy tiene Venezuela.
Por supuesto, aquel cordón sanitario contra el autoritarismo de Fujimori se facilitaba pues era un gobernante de “derecha”. Hoy se da por descontado el respaldo automático de los gobiernos de Cuba, Bolivia y Nicaragua al autoritarismo de Maduro.
Su decisión de permanecer en el poder a costa de lo que sea, es parte de una ruta estratégica ya tomada, que ha implicado quemar la economía en ese propósito, tal como recoge KonZapata. Así, Maduro está desafiando a la diplomacia regional y a la economía.
Por otro lado, colocará a China, uno de sus principales aliados, en una posición incómoda. ¿Por qué? Porque los más importantes destinos de las inversiones chinas y socios comerciales en América Latina son democracias que no reconocerán la legitimidad de la presidencia de Maduro. Un ejemplo de cómo el proyecto comercial global chino choca contra el orden liberal mundial del que se beneficia (Leer más: Brasil, Perú y Argentina coparon el 80% de la inversión china en Latinoamérica).