Pedro Benítez (ALN).- El Partido Comunista de Venezuela (PCV) está siendo víctima de su propio dogmatismo y del monstruo autoritario que ayudó a alimentar. A los camaradas venezolanos les está pasando lo mismo que ya les ha ocurrido a sus correligionarios en otras épocas y en otras latitudes. La revolución que predicaron amenaza con devorarlos. Ahora protagonizan un nuevo capítulo del enfrentamiento interno que desnuda las profundas contradicciones del chavismo-madurismo.
En el marco de la tradicional conmemoración del intento de golpe militar del 4 de febrero de 1992 contra el presidente Carlos Andrés Pérez (fecha fundacional del chavismo), se dio otro episodio en el creciente enfrentamiento entre Nicolás Maduro y sus críticos de izquierda dentro de su propio movimiento. En esta ocasión la confrontación (por ahora dialéctica) ha sido con el Partido Comunista de Venezuela (PCV).
En una sesión de la cuestionada Asamblea Nacional que preside Jorge Rodríguez, este optó por no ignorar las provocaciones retóricas, que a su juicio emitía el secretario general de los comunistas venezolanos, diputado Óscar Figuera, y le contestó argumentando que detrás de sus reiteradas críticas a la gestión de Maduro lo que hay es una campaña para dividir al chavismo.
“No es una discusión política es una intencionalidad, es una quinta columna, es una cuña y a mí no me van a venir a esta altura con un chantaje, con un logotipo o con unas siglas porque es demasiado lo que está en riesgo”, afirmó.
Pocas horas después el propio Maduro se sumó a la palabras de Rodríguez agregando que “son los grupos mencheviques y abramsistas que tienen un solo objetivo: destruir a Nicolás Maduro para abrirle una herida mortal a la revolución (…) Llamo a la defensa de la Revolución Bolivariana, develar y dejar desnudos a los divisionistas que se prestan al trabajo del imperialismo”.
De un tiempo a esta parte a Maduro lo tienen preocupado, según ha manifestado, las divisiones y conspiraciones dentro de su campo. No es algo nuevo, puesto que la paranoia y la necesidad de enemigos externos e internos son una de las características de regímenes como los que él encabeza.
El nuevo enemigo es el histórico PCV. Decano de los partidos políticos modernos en Venezuela, en este 2021 cumplirá sus 90 años de accidentada existencia. Pequeño, ortodoxo, pero simbólico, el PCV ha sido parte de la alianza chavista desde la primera elección presidencial que ganó Hugo Chávez en 1998. De modo que, formalmente, fue un partido de gobierno (algo excepcional en su historia) hasta el año pasado, cuando rompió con Maduro alegando que “en Venezuela no hay socialismo, lo que hay es capitalismo dependiente y rentista que está en crisis profunda”.
Obsérvese que cada vez que un experimento socialista fracasó muchos de sus defensores se justificaron diciendo que aquello no era socialismo.
Sin embargo, consecuentes con su postura, los comunistas venezolanos decidieron montar tienda aparte desafiando el poder de Maduro de cara a las pasadas elecciones parlamentarias. El PCV encabezó la lista de los partidos filochavistas rebeldes de la línea oficial que armaron la Alternativa Popular Revolucionaria.
Los resultados electorales de este reto fueron, según datos oficiales, bastante magros. No apareció ningún voto de protesta masivo en contra de Maduro y la votación chavista (siempre según los números del Consejo Nacional Electoral, CNE) siguió encuadrada en el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
Pero por lo visto, el PCV, que tanta agua ha visto correr bajo los puentes, cree que puede sobrevivir a Maduro como sobrevivió a todos los gobiernos que en el pasado le persiguieron o combatieron. Incluyendo a Chávez, que intentó inútilmente absorberlo dentro del PSUV.
Los camaradas venezolanos tienen dos características distintivas: son dogmáticos y son rebeldes a la vez. Con escasa fuerza electoral pero con mucho peso simbólico, han decidido ser la piedra en el zapato de Maduro.
La revolución está desnuda
¿Cuál es la crítica de fondo del PCV contra Maduro? El abandono de las políticas sociales y “antiimperialistas” del expresidente Hugo Chávez.
Pues bien, objetivamente, el PCV no tiene razón. Maduro no abandonó las políticas de Chávez. A Maduro se le acabó el dinero.
Y se le agotaron los recursos porque precisamente fueron las políticas económicas de Chávez, que él fielmente continuó hasta 2017 (con el respaldo entusiasta del PCV), las que arruinaron el aparato productivo venezolano, en particular la gallina de los huevos de oro. La industria petrolera nacional.
Entre 2013 y 2018 Maduro hizo exactamente lo que el PCV dice que debe seguir haciendo. Llevó a Venezuela a ser el primer exportador importante de petróleo del mundo en caer en hiperinflación. Sostuvo el control de cambios, un ridículo subsidio a la gasolina, la ley de precios y ganancias justas, una inaplicable ley del trabajo, las expropiaciones arbitrarias y sin compensación económica, la persecución contra modestos comerciantes, y decretó 32 aumentos de sueldo financiados con papel moneda sin valor.
Un coctel mortal que destruyó (antes de las sanciones estadounidenses) el 60% del PIB venezolano, pulverizó el salario real de la población, provocó un desabastecimiento generalizado de alimentos y medicinas, el colapso de los servicios de agua potable y electricidad, y la migración de millones de venezolanos.
Ahora, con el país en ruinas, Maduro intenta, casi con desesperación, atraer inversiones en moneda dura usando como zanahoria los casi ilimitados recursos naturales de Venezuela. Porque de lo que se trata, desde su punto de vista, es de defender el poder. A toda costa.
Si para eso hay que reunirse con Fedecámaras, cortejar a los empresarios, o con quien sea, lo hará.
El Partido Comunista que justificó el proyecto socialista (no podía ser de otra manera), que no formuló nunca una pequeña autocrítica por sus resultados, hoy pone el grito en el cielo por el supuesto giro a la derecha de Maduro.
Pero la realidad es que los comunistas venezolanos están siendo víctimas una vez más de su propio dogmatismo. Es decir, lo mismo que les ha pasado antes en otras latitudes. La revolución que predicaron amenaza con devorarlos. Nada nuevo bajo el sol.
Maduro no va dejar que se consolide una oposición a su izquierda. Punto.
Vamos a ver hasta cuándo los comunistas venezolanos están dispuestos a seguir en su pulso contra Maduro, que tiene variadas herramientas para torcerles el brazo. Los puede judicializar, como ha hecho con varios partidos opositores y disidentes chavistas. O puede llamar a La Habana, la Meca revolucionaria del continente, para que a su vez los persuadan de su actitud. Esta sería por las buenas.
En lo que al devenir de Venezuela respecta, todo este enfrentamiento dentro de las filas del chavismo-madurismo lo que hace es desnudar sus profundas contradicciones. Un régimen que dice una cosa pero hace todo lo contrario a la vista de todo el mundo. La revolución está desnuda.