Elizabeth Fuentes (ALN).- El empresario Elon Musk, propietario de Tesla e Hyperloop, se propone combatir enfermedades mediante un implante que conecte el cerebro a un ordenador para resolver dolencias como la epilepsia y la depresión. En su portal, busca “ingenieros y científicos excepcionales” dispuestos a vivir en San Francisco.
Ya lo predijo el científico Raymond Kurzweil años atrás: de aquí al 2050 los progresos en la medicina permitirán a la gente ampliar radicalmente su esperanza de vida y gran parte de esto será fruto de los avances en la nanomedicina, cuando máquinas microscópicas puedan viajar al interior del cuerpo humano para reparar daños a nivel celular.
Kurzweil, investigador y futurista (considerado como el “legítimo heredero de Thomas Edison”, uno de los “dieciséis revolucionarios que hicieron América” y actual director de Ingeniería de Google), vislumbró en su libro La Era de las Máquinas -escrito en 1989-, la desaparición de la Unión Soviética, la explosión en el uso de internet y la popularidad de los teléfonos móviles, entre otras muchas “predicciones”.
“Quien hoy llegue a los 60 años sano, podrá vivir hasta los 120”, dijo. “Llegará el momento en que seremos ciberhumanos gracias al desarrollo inimaginable de la tecnología aplicada a la medicina”, añadió.
“Neuralink se está estructurando como una incubadora avanzada de nanotecnología, centrada en aplicaciones biocompatibles, es decir, seguras para los seres humanos”
En este último punto también acertó Kurzweil. Hoy el empresario Elon Musk, fundador de Tesla e Hyperloop, entre otras compañías, acaba de lanzar Neuralink. La nueva organización tiene como objetivo desarrollar sistemas informáticos de Inteligencia Artificial para ser implantados en el cerebro humano con miras a combatir enfermedades crónicas como la epilepsia y las depresiones graves, por ahora.
La empresa, que está desarrollando interfaces de cerebro-máquina de gran ancho de banda para conectar a humanos con ordenadores, anda en la búsqueda de personal altamente calificado, como lo anuncia en su portal: “Estamos solicitando ingenieros y científicos excepcionales. No se requiere experiencia en neurociencia: el talento y la conducción son mucho más importantes. Esperamos que la mayoría de nuestro equipo provenga de otras áreas e industrias. Estamos buscando principalmente evidencia de capacidad excepcional y un historial de construcción de cosas que funcionan. Todas las posiciones son a tiempo completo y con sede en San Francisco”.
Neuralink, como la define Musk, es una compañía de interfaz cerebro-ordenador en proceso de expandirse rápidamente. Su enfoque está en la ingeniería aplicada, particularmente en los sistemas microelectromecánicos (MEMS), también conocidos como micromáquinas o “robots muy pequeños”, como le gusta llamarlos a Musk. “Los MEMS son una prioridad a corto plazo, Neuralink se está estructurando como una incubadora avanzada de nanotecnología, centrada en aplicaciones biocompatibles, es decir, seguras para los seres humanos”.
De acuerdo con lo señalado por Musk, el atractivo de los MEMS es evidente. “Máquinas lo suficientemente pequeñas, capaces de expandir una especie de polvo biocompatible que naturalmente proliferaría en todo el cerebro y el cuerpo, probablemente a través del torrente sanguíneo. Confundidos por nutrientes o desechos, muchos millones o miles de millones de estas pequeñas partículas de polvo podrían incrustarse en la vasta red de vasos sanguíneos en todo el cerebro humano o ser absorbidos por las propias neuronas. A eso se agregaría algún dispositivo externo capaz de interactuar con el polvo inteligente para estimular la actividad neuronal con algo tan simple como unas píldoras o inyecciones más un dispositivo del tamaño de un smartphone”.
Trabajar con mentes brillantes
Los miembros fundadores de Neuralink son profesionales de alto vuelo, como el doctor Dongjin Seo, una figura central en la exploración del “polvo neural”, algo descrito como “implantes neurales inalámbricos (‘Neural Dust’) para las interfaces cerebro-máquina”.
Seo y otros seis investigadores llevaron a cabo pruebas en ratas de un prototipo preliminar de polvo neural inalámbrico. Al alimentar las ‘motas de polvo’ con ultrasonido mientras se implantaban en el tejido cerebral, los investigadores fueron capaces de realizar grabaciones detalladas y precisas de la actividad cerebral de las ratas. Esta exitosa prueba, realizada en 2016, llevó a que meses después Seo fuese invitado por Elon Musk a fundar Neuralink.
Otro cofundador, Phillip Sabes, es profesor de fisiología en la Universidad de California y ha estado explorando cómo escuchar las neuronas en el cerebro. Mientras, Paul Merolla busca “empaquetar” algunas de las increíbles eficiencias y capacidades de los cerebros en productos comerciales. Su especialidad es la ingeniería neuromórfica, que intenta replicar el comportamiento de las redes neuronales biológicas para comprenderlas mejor y, en consecuencia, comprender mejor cómo funciona la mente humana.
Musk busca a los mejores científicos del mundo para que lo acompañen en esta nueva empresa
Por su parte, Tim Hanson ha pasado una década desarrollando alternativas flexibles y mínimamente invasivas a los electrodos rígidos de hoy, que requieren una cirugía riesgosa para ser instalados. Sus electrodos flexibles pueden ser más o menos “inyectados” en el cerebro y han sido probados con éxito numerosas veces en animales.
Ya otros científicos han iniciado con éxito un camino similar, como el suizo Gregorio Courtine, quien ha logrado conectar sensores al cerebro para enviar señales inalámbricas a los músculos, lo que ha hecho que un chimpancé vuelva a caminar. Y en Ohio fue notorio el éxito del caso del joven parapléjico Ian Burkhart, a quien el año pasado le implantaron un chip en el cerebro y luego fue capaz de mover sus dedos y tocar guitarra.
De allí que imaginar un “polvo neural” inteligente, que pueda estimular las neuronas desde afuera para lograr determinada respuesta, luce hoy bastante probable. Y si a ello le sumamos un empresario tan arriesgado como Elon Musk -que ha puesto a los grandes fabricantes de automóviles a competir en la carrera de autos eléctricos- habría entonces que creer en la predicción de Raymond Kurzweil sobre la ciberhumanidad que está a la vuelta de la esquina.